18 diciembre 2010

Estrellita

Con el siguiente cuento os deseo, a todos, muchas felicidades en estas fiestas de Navidad, y un muy próspero y feliz año 2011.


Estrellita

Miró a través del telescopio, y vio una estrella errante. Rápidamente José llamó a su padre y le mostró su descubrimiento.

—¡Ah, sí! —Dijo el padre—. Es Estrellita.
—¿Estrellita?
—¡Claro! ¿No te acuerdas?

José recordó el cuento que su padre le contó una noche de tormenta para que olvidara sus temores.

—Sí, sí la recuerdo. Aquella estrella chiquita que nadie quería.
—Eso es, y que llegó a convertirse en la Estrella de Belén.
—Pero si falta mucho para Navidad.

Su padre sonrió, y mirando al cielo le dijo:
—Dicen que si a una estrella errante le pides un deseo… a veces se cumple ¿Por qué no lo intentas?

José volvió a mirar por el telescopio, admiró su cola y el brillo de su cuerpo. Sin saber cómo, se descubrió pidiendo un deseo, y sonrió.

A los pocos días, José se dirigía, acompañado de sus padres, al hospital donde ingresaría para una intervención arriesgada y difícil. Al llegar, su padre lo cogió en brazos, mientras su madre montaba la silla de ruedas.

La operación no tuvo éxito, y al cabo de unas semanas José volvió a casa. La primera noche buscó con su telescopio aquella estrella a la que la había pedido un deseo. No la encontró.

Cuando comenzaron las clases José recibió un regalo. Una silla de ruedas eléctrica. Con ella podría moverse sin esfuerzo por el campus, y desplazarse hasta la biblioteca sin que nadie le ayudara a subir la empinada cuesta de acceso.

Al llegar Navidad, su casa se llenó de colorido y de ambiente navideño. El día de Noche Buena se recibió en casa a un viejo amigo de su padre, el cual se había mudado al barrio. Contó que había enviudado y vuelto a casar, y que tenía una hijastra dos años menor que José. Fueron invitados esa noche a cenar y así conocer a la nueva familia.

Cuando José vio a María quedó embrujado por su belleza. Después de la cena, María quiso ver el telescopio del que tanto se había hablado durante la velada. José buscó un planeta para deslumbrarla. Encontró a Saturno, que lucía majestuoso con sus anillos, y la invitó a mirar.

—¡Vaya, es maravilloso! Pero… ¿Qué es eso?

José, que estaba admirándola, no se percató de su pregunta. Ella lo miró a la cara y sonrió.

—Me ha parecido ver una estrella fugaz…

José cambió su cara de bobo por la de interés, y se pego al telescopio. Buscó y la encontró. ¡Era ella! Estrellita había sido fiel a su cita, y esa noche había aparecido para anunciar el nacimiento del niño Dios.

María se interesó por la historia que José le estaba contando, aquella en la que una estrella diminuta fue apartada, y que con ayuda de sus amigos los asteroides fue ganando masa y esplendor, para poder así convertirse en la estrella de Belén.

—¿Entonces, aparece todos los años en esta noche para indicar el destino de quien la ve?
—Así es.

María lo miró a los ojos y esbozó una sonrisa.

—¿Y se le puede pedir un deseo?

José no contestó. María sin hacer caso al silencio de José volvió a mirar por el telescopio. Algo más fuerte que una amistad surgió entre los dos.

Los años pasaron, José y María acabaron la carrera, y consiguieron trabajo uno lejos del otro, pero cuando llegaba Navidad se volvían a reunir en la cena de Noche Buena, donde como una costumbre se reunían las dos familias. Una de aquellas noches de Noche Buena, María y José observaban juntos por el telescopio a la estrella de Belén, que nunca faltaba a su cita, y José le declaró su amor teniendo a Estrellita como testigo.

Los problemas de distancia se solucionaron y pudieron casarse y formar un hogar. Al poco tiempo José recibió una buena noticia. María estaba embarazada.

El día de Noche Buena María notó las primeras contracciones, las complicaciones físicas de José, al estar en una silla de ruedas, impidieron que la acompañara al hospital. Una vecina la llevó, mientras que su marido se encargó de que José pudiera llegar. Cuando llegaron María ya había ingresado en quirófano, de urgencia. A José le informaron que había habido un desprendimiento de placenta. José sentado en su silla frente a la puerta de los quirófanos, rezó, y lo hizo a quien en ese momento le vino a la cabeza, a Estrellita, la estrella errante que fue testigo de su amor.

A los pocos minutos apareció un médico con un bebé en brazos. Desde la línea dibujada en el suelo, que marcaba hasta donde se podía llegar sin equipamiento adecuado, el médico le enseñó a su hijo.

—Es un niño, el pediatra le ha examinado, y está sano y fuerte.
—¿Y María?
—Está despertando de la anestesia, la subirán a la habitación en cuanto despierte del todo, le aconsejo que la espere allí. Al niño lo subirán con ella.

A José se le inundaron los ojos y fue directo al ascensor. Al llegar a la habitación estaban esperándolo sus padres y los de María. Se le abrazaron y preguntaron. Antes de que contestara aparecieron por el pasillo María y el niño.

Al ser el primer bebé nacido en la noche de Noche Buena, las enfermeras, bedeles, enfermeros y camilleros, se acercaron a la habitación con pequeños regalos y felicitaciones.

Avanzada la noche ocurrió algo extraño. Una luz blanca inundó la habitación donde se encontraban José, María y su recién nacido. José se acercó a la ventana preguntándose qué era aquella luz, pero María, con una sonrisa, lo sacó de dudas.

—Es Estrellita. Viene a conocer a nuestro hijo.

Junto al telescopio, a los cinco años de su nacimiento, el hijo de José y de María, escuchaba con los ojos bien abiertos la historia de Estrellita. Aquella estrella errante que guió a los Reyes de Oriente hasta el portal de Belén.

Para aquellos que no recuerden la historia de Estrellita, ir en el siguiente enlace, o ir a la parte derecha de este blog, y buscar en diciembre del 2009 el cuento "El destino de un estrella".

http://luzypapel.blogspot.com/2009/12/el-destino-de-una-estrella.html

13 diciembre 2010

El esclavo de la Al-Hamrá, de Blas Malo



Hoy voy a hacer un paréntesis en lo habitual de este blog, para hablaros de una novela que me ha causado muy buena impresión, me refiero a “El esclavo de la Al-Hamrá” de Blas Malo. Esta es su primera novela, y en dos meses ya ha publicado su segunda edición.

La novela nos adentra en los entresijos de una historia bien diseñada, que nos transporta a una época de España no muy bien conocida.

La descripción de sus lugares, su vida cotidiana y la construcción con detalle de edificios admirados durante siglos, hacen que el lector disfrute entre sus páginas de olores y sabores, que sienta indignación, rebeldía, satisfacción y ensoñación.

Cuando después de leer la última página cierras el libro, sientes fuertes deseos de ir a la ciudad de Granada, pasear por sus calles antiguas, visitar la Alhambra y el Generalife buscando en sus rincones un atisbo de la huella de sus protagonistas. Admirar las salas, los jardines y los recovecos de lo que fue el palacio del último reino musulmán en Occidente.

A todo aquel que le interese saber un poquito de lo que fue Al-Ándalus, mezclado con una historia de Amor y odio, aventura y guerra, venganza y muerte. Ésta es su novela.

08 diciembre 2010

Página en blanco



Odiosa pureza martirizando mi mente.
La estruja hasta el sufrimiento,
y la inunda doliente.

Virginidad impaciente,
que se rompe para siempre
con pluma infame y coherente.

Un grito de dolor,
una lágrima azul
mancha su candor.

Naciendo de esa violación,
un relato, un poema
escrito con el corazón.

29 noviembre 2010

Objetivo que cumplir

Bailaba entre multitud de lobos hambrientos, pero se fijó en mí.

La noche fue apasionada e insaciable.

Al despuntar el día me impidió marchar. Sus ojos azabaches me decían: "Tú cierras mi cupo de primavera".

Hasta ella, La Impía, La Güera. La Muerte. Tenía objetivos que cumplir.

13 noviembre 2010

El tren de alta velocidad

Prensa, radio y televisión se agolpaban en el andén. El tren más rápido del mundo iba a realizar su primera salida. Políticos de varias naciones, grandes empresarios y cuatro periodistas agraciados serían los primeros pasajeros.

Europa y Asia se iban a hermanar gracias a la tecnología. El recorrido entre Madrid y Pekín se realizaría en cuatro horas.

La Presidenta del Gobierno español citó en su discurso la célebre frase de Don Sebastián en “La Verbena de la Paloma”: «Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad».

Flases, entrevistas, imágenes para la posteridad. Un silbato, una bandera roja y… «¡Todos al tren!».

Cuando el maquinista detuvo el ferrocarril, un gran número de campesinos miraban asombrados la máquina infernal, que se hundía por su peso, en sus campos de arroz.

El tren más rápido del mundo había desafiado las leyes de la física viajando al pasado.

16 octubre 2010

La entrevista

Presentarse ante las cámaras siempre producía en Jesús un hormigueo en el estómago. Pero en aquella ocasión el motivo era la entrevista que iba a realizar a un personaje que se ofreció voluntariamente a salir por televisión, y responder a todas sus preguntas, fueran cuales fueran. Multitud de periodistas hubieran matado por formularlas.

Tal fue la expectación en el mundo que, por el mero hecho de averiguar si era verdad, se contrataron conexiones vía satélite. Las puertas de la cadena fueron cerradas, y el personal, en su totalidad, se concentró en el estudio.

Cuando Jesús oyó por el pinganillo: “En el aire”, formuló su primera pregunta sin presentación alguna.

—¿Cuál es su nombre?

La voz dulce, apacible y sensual de la invitada inundó el estudio.

—Según los literatos, filósofos, sociólogos, médicos e intelectuales se me conoce por… La Limpia, La Blanca, La Tiznada, La Güera, La Novia fiel, La Impía, La Pelona, La Paveada, La Mocha, La Parca…, pero el más usado por el pueblo, gracias a religiosos y pintores, es: La Muerte.

—Siempre se la ha representado patética, tenebrosa, cruel; sin embargo en esta entrevista la vemos con una apariencia reluciente, bella y distinguida, alejando de sí el temor. ¿Cuál es su verdadera imagen?

La invitada sonrió, miró a la multitud congregada, y fijando su mirada en la cámara que le enfocaba, dijo:

—Mi imagen depende de los ojos que me miran.

—Su presencia —continuó Jesús—, siempre va ligada al final de la vida ¿Por qué propuso esta entrevista ante millones de espectadores, y en directo?

Multitud de explosiones con forma de hongo se sucedieron, una tras otra, en todo el planeta al iniciar esta última pregunta.

27 septiembre 2010

Las manos

Con las manos manchadas de sangre miraba aterrorizado la consecuencia de un sin saber, de una sin razón, y mis manos, actuando por iniciativa propia, me miraban de frente.

La mente me gritaba: “¡Aléjalas!”, pero por más que lo intentaba no podía. Allí estaban, plantándome cara, desafiantes. “¡Atrévete!”, me decían. Mi corazón, consejero durante años, se lanzó al galope intentando huir.

Luché para detenerlas, pero ellas continuaban en su avance hacia mí. Parecían reírse, burlarse. Miré de soslayo el cuerpo inerte que yacía a mis pies, y sentí pánico.
Intenté gritar, pero una de ellas aferrándose a mi boca me lo impidió, mientras que la otra, amenazante, se acercó a mis ojos. El terror me atenazó.

A ciegas y tambaleándome huí a la desesperada. De pronto, sin saber de dónde, oí un fuerte bocinazo y sentí un golpe.

Ellas habían acabado con el único testigo.

Los titulares del día siguiente rezaban: “El receptor de las manos de un condenado muere atropellado por un camión”.

18 septiembre 2010

Poesía y prosa


A Turkesa


El corazón latía con fuerza. Observó cómo se elevaba su cuerpo separándose de ella. Sin saber cómo ni por qué.

—¿No has oído hablar de los viajes astrales?

¡Era ella misma la que le estaba preguntando!

Apenas le salía la voz. Se veía de pie en la habitación, cuando en realidad estaba tumbada en la cama. Asombro, miedo e incredulidad eran los sentimientos más barajados por su corazón.

—Somos dos partes distintas que conviven juntas. Yo soy la poesía, y tú la prosa —dijo con tono amistoso—, ¿nunca te has preguntado la razón por la que tus relatos tenían un sabor poético? Ahora ya lo sabes.

No hubo discusión, sino un compartir. Un dar y recibir entre dos que son la misma. Entre un corazón y sus latidos.

Pensó en crear dos blogs. Uno para cada disciplina literaria. Al primero lo llamaría: “La prosa de mis sentimientos”, y al otro: “Mis sentimientos poéticos”.

Los gritos la devolvieron a la realidad. Dolores, con los ojos bien abiertos, oía la fuerte discusión entablada por partidarios de la poesía y de la prosa en el Café De Las Letras. Con serenidad se levantó dirigiéndose a la puerta, y mascullando.

—Este es el mal de la pluma.

02 septiembre 2010

Consecuencia

Desenroscó la caperuza de su pluma con calma, sin prisas, y acabó la lectura del documento. Sonrió. Firmó.

Esa misma noche al acostarse su mujer le preguntó: «¿Qué tal el día?», contestó tranquilamente con un «“Bien”», le dio un beso y apagó la luz.

Esa madrugada el verdugo dio media vuelta al garrote, y una vida acabó.

Al día siguiente otra pluma, otra sonrisa, otro… Bien, y el mismo verdugo.

El juez desenroscaba, con calma, el capuchón de una de sus plumas. Le sonrió y firmó.

Su cabeza rodó por el suelo como consecuencia del movimiento, rápido y certero, de la mano huesuda del portador de la guadaña.

17 agosto 2010

La nueva tecnología

Con un buen vino español en la mano me preparé para disfrutar del mejor espectáculo del mundo. Sesenta pulgadas de televisión Digital, alta definición, tres dimensiones y sonido surround.

Desde mi sillón fui transportado a un lugar maravilloso, lleno de naturaleza viva que brotaba a mí alrededor.

Una voz En OF relataba las excelencias que me envolvían.

De pronto.

—¡Cuidado!

Al volverme vi como un tigre se abalanzaba sobre mí. Grité.

La voz En OF terminó el documental diciendo: “Y así acaba un nuevo episodio de, cómo se alimenta a las fieras”.

25 julio 2010

Una explicación



Sentado. Mirando fijamente a mi acompañante. Con un buen puro habano en una mano, y néctar escocés en la otra, escuchaba su verborrea; con ojos abiertos por el asombro al principio, y por el interés después.

Él, cómodamente en el sillón, pierna sobre pierna, me contaba un cuento. El sol nos sorprendió con sus primeros rayos.

Me levanté con el puro apagado por falta de oxigenación, y mi copa sin tocar. Al descorrer las cortinas la luz de la mañana me cegó. Busqué, casi a tientas, un lugar donde depositar mi vaso.

En la habitación solo me encontraba yo. Mi contador de cuentos particular había desaparecido sin dejar rastro. Salí de la biblioteca buscando a aquel que me había mantenido en vela, embobado, con una historia absolutamente mágica.

Pregunté a la señora Curtis, mi ama de llaves; a los criados, al servicio de la cocina. Interrogué a todos, mozos de cuadra, jardineros…, sin obtener respuesta. Nadie me dirigió la palabra. Ni la mirada.

Me dirigí a mis habitaciones, furioso, cuando caí en la cuenta que el habano, apagado, permanecía en mi boca. Lo mordí con rabia, y con la preocupación de intuir que estaba viviendo algo inexplicable.

Cabalgué durante horas en un intento fallido de aclarar la noche anterior. Cuando llegué al atardecer me esperaba, en la explanada que hay frente a la casa, alguien que decía ser el comisario Baxter.

—¡Buenas tardes, señor Swanson!

—Buenas tardes —contesté.

Me habló de un cadáver que había sido encontrado en la parte norte de mi finca. El hecho de que fuera mi propiedad le obligaba a interrogarme.

Me contó, sin mucho detalle al principio, cómo y cuándo encontraron a aquel individuo, cómo creían que había sucedido el asesinato. Lo más sorprendente fue que no tenía nada que lo identificara, salvo una pequeña marca en la parte posterior de su cuello. Mi corazón se aceleró. El sudor empapó las palmas de mis manos. ¡Era como contó mi cuenta cuentos! Y además era él quien me lo estaba contando.

Aquella misma noche fui al lugar indicado por Baxter. Oí unos pasos, al volverme una hoja afilada segó mi garganta. Mientras me abandonaba la vida pude ver caer una gran piedra sobre mi cara.

Cuando la policía interrogó a la señora Curtis y a todo el servicio de la casa, contaron que yo había salido a cabalgar hacía tres noches y no supieron de mí desde entonces. La señora Curtis me identificó por la marca de nacimiento que tengo en la parte posterior del cuello.

Cada noche sigo oyendo la misma historia de mi acompañante, sentado con un habano apagado en una mano, y un vaso de néctar escocés en la otra, buscando una explicación del porqué mi ama de llaves no contesta a mis preguntas, y hace como si no me viera.

27 junio 2010

El poeta y el cuentacuentos

Un poeta y un narrador discutían sobre qué disciplina literaria podría describir mejor a la Muerte.

El cuentacuentos defendía la brevedad en las frases, sin metáforas. El poeta, con puntería, dirigía su argumento hacia los sentimientos y sensaciones.

—La poesía —decía el poeta— puede hacer sentir al lector que está muerto, mientras que el relato sólo puede hacer que lo imagine.

—¡Já! —Replicaba el cuentista—, el relato envuelve al lector en el miedo que la presencia de la negra figura transmite.

Sentados en dos cómodos sofás, y con un vaso de buen néctar español en la mano, seguían con su tema sin importar la hora de amanecida.

Sonaron unos golpes en la puerta, y al abrirla, no encontraron a nadie. Cuando volvieron a los confortables sillones una mujer, insultantemente bella, les aguardaba para integrarse en el debate. Sorpresa, temor, miedo, terror. Luego, paz. Continuaron la discusión.

16 junio 2010

Lo prometido es deuda


Aquí tenéis el trofeo.

Imagino que algunos de vosotros querréis saber cómo fue la entrega, os haré un resumen. Con muchos, pero que muchos nervios.

En la ciudad de Montilla, Córdoba. Los miembros la Asociación “El coloquio de los perros”, muy agradables. Nunca podré agradecerles todo lo bien que se portaron. Atentos, simpáticos ¡Vamos, en dos palabras! ¡Buena gente!

La entrega fue familiar. Se realizó en La casa del Inca, una bonita casa que fue del Inca Garcilaso, con un bonito patio cordobés. Fue en una de las estancias de la casa, antigua biblioteca, y no en el patio por la amenaza de lluvia, y con entrevista para la televisión local incluida.

El acto se desarrolló con esa sencillez que la solemnidad permite. Unas palabras del presidente de la Asociación, otras de dos miembros del jurado haciendo referencia a las obras presentadas, pasando después a mostrar los videos de las obras musicales a las que hacían referencia cada fotografía y relato premiados.

Qué voy a contaros, los nervios no se separaron de mí, al contrario hicieron una piña cuando me tocó leer el relato.

Luego una copita, bueno una detrás de otra, de buen vino de Montilla. Que puedo deciros del vino de montilla ¡Buenísimo! Como dice una amiga común para alguno de vosotros, «No debe haber sido el azar que Edgar Allan Poe lo eligió para su cuento El barril de amontillado».

Siento no tener ninguna foto para mostraros, seguro que me perdonáis.

Y si permitís una sugerencia, no dejéis de visitar la página de la Asociación Cultural “El coloquio de los perros”, que debe su nombre a una novela ejemplar de Don Miguel de Cervantes, con el mismo nombre. Seguro os gustarán todas las actividades que realizan.

http://web.elcoloquiodelosperros.es/

06 junio 2010

El dúo de gatos

Una noche iluminada con una luna redonda, poderosa, relegando la oscuridad al rincón más alejado. Dos gatos y un tejado.

La conversación de los dos gatos, incansable y penetrante, retumbaba en los oídos de aquel hombre, que dando vueltas en la cama no lograba conciliar el sueño.

Desesperado se sentó al piano, y puso música a los malditos maullidos causantes de una gran noche de insomnio.

El mundo entero está agradecido a los dos gatos, y a Rossini.

18 mayo 2010

Un primer premio (publicado)

Ya han publicado el relato en "El coloquio de los perros" , os dejo el enlace.

http://web.elcoloquiodelosperros.es/

El relato se llama "La terrorífica llamada"


Mayo, mes en el que cumple un año este blog, ha traído una cosa buena (todo no iba a ser malo), ayer me comunicaron que un relato que había enviado al concurso organizado por "La Asociación Cultural El coloquio de los perros", en la ciudad de Córdoba, bajo el lema: "Música , maestro", ha sido seleccionado por el jurado como ganador.

Como emprenderéis estoy en la fase de "todavía no me lo creo", espero que vosotros, los seguidores de este blog, y los que pasáis de vez en cuando os alegréis conmigo.

Prometo daros más información cuando recoja el premio, y si lo publicaran en su página Web, poner un link para que podáis leerlo.

Un saludo a todos.

01 mayo 2010

La deuda

Ha llegado Mayo con sus flores, y con él este blog cumple un año. Lo primero que escribí fue:"Este blog es consecuencia de la insistencia de aquellos que acabaron hartos de oírme y no leerme. "

Pues bien, para celebrar el primer aniversario os dejo un relato, algo más largo de lo que habitualmente estáis acostumbrados a leerme. Si tenéis paciencia y llegáis al final recibiréis mi agradecimiento, y si además comentáis, las gracias serán infinitas.

La deuda

El día había sido estresante. Echaba de menos el calor del hogar y relajarme con una refrescante ducha, un vaso de espléndido licor y un buen libro, pero el viaje en metro se hacía interminable. Cuando llegué a mi parada y salí al exterior, respiré profundamente el aire contaminado de la ciudad, que a mí me pareció puro y refrescante.


Ya en casa revisé, como hago por costumbre, el buzón. Estaba repleto de publicidad, recibos y un sobre sin remite que me llamó la atención por el tipo de letra gótica utilizada para escribir mi nombre. Mi primera reacción fue abrir aquel sobre pero la aparición de algunos vecinos y su conversación me hizo desistir.


Una vez acomodado, recogí el contenido del buzón que había casi olvidado en el mueble del recibidor junto con las llaves. Volví a sostener en la mano el dichoso sobre. El papel era de un tipo extraño, grueso y áspero. Admiré la letra escrita, al parecer con pluma. Pensé: «¿Quién en los tiempos que corren puede hacer uso de una pluma?».


Imaginaba al autor escogiendo, entre varias, la pluma de ave adecuada, con el grosor justo para que al biselar la punta retuviera la tinta necesaria y poder escribir, al menos, una o dos palabras completas. Pensé que se trataría de alguien que conocía muy bien la letra gótica y su técnica para dibujarla. La tinta empleada no parecía la habitual que se puede comprar en una papelería, era de color ocre y cada palabra estaba rematada con un giro, a modo de punto, que no hacía ligera su lectura.


Leí mi nombre y primer apellido, no había más, ni dirección ni nada que indicara qué persona la enviaba. Sin embargo, llevaba un matasellos en la parte superior, de esos que se estampan en las cartas sin sello. ¡El sello! No había caído en ese detalle. No llevaba ninguno, al menos pegado, pero sí lo tenía dibujado, con gran esmero, con la misma tinta y trazos.

Le di la vuelta y volví a comprobar que no figuraba ningún remite que pudiera mostrar el origen de aquella carta. También me llamó la atención el tipo de cierre empleado en el sobre. Vi restos de un pegamento que en un principio me pareció pasta, como las empleadas por los artistas falleros. Una mezcla de harina y agua.


Estaba tan fascinado con el sobre que no quise rasgar ni un milímetro de aquel papel, por lo que me empleé a fondo con el abrecartas. Cuando conseguí abrirlo, extraje el papel de carta: era del mismo material que el sobre. Pero mi asombro no terminó ahí.


Me quedé helado cuando al ver, con una caligrafía excelente, el inicio de esa carta: «Valencia, a cuatro de Mayo del año del Señor de mil ochocientos diez. Vuestra Merced que, cuando lea esta carta vivirá, es mi deseo, en Gracia con Dios y en los años venideros, que a este humilde servidor le cuesta calcular…»


Una sensación extraña provocó que dejara rápidamente aquel sobre y su contenido encima de la mesita baja que tenía enfrente. Mirándola con fijeza me hice mil y una preguntas, ¿quién, cómo, cuándo, por qué? La volví a coger con la intención de aclarar todas las dudas.


Me llevó un tiempo acostumbrarme a la letra pero conseguí enterarme de su contenido. Al parecer un tal Don Alfredo de Castellnova y García, tenía una deuda con un antepasado mío que no pudo resarcir debido a la repentina muerte de éste a manos de unos nativos del Brasil. Intentó encontrar a alguien de su familia sin éxito, y como era un hombre de palabra, encargó a su bufete que pasadas varias generaciones se le entregara, esta carta, al primer descendiente vivo localizable, y se le compensara la deuda.


A la mañana siguiente, sin haber conciliado el sueño, me desplacé al centro de la ciudad donde un anticuario, amigo de toda la vida, tenía su negocio. Quedó fascinado al examinar el sobre en la trastienda. Me dijo que ese papel era original, que no se fabricaba desde hacía ochenta años, y que la pasta con la que estaba pegada la solapa era una mezcla de harina y agua en la proporción adecuada para que sirviera de adhesivo.


En la oficina de correos, después de dar muchas patadas y comprar lotería para los funcionarios jubilados, me indicaron que según el registro postal la carta la había enviado un despacho de abogados. Con la dirección en la mano salí dispuesto a que se me aclarara el significado de todo aquello.


La sensación de recibir una herencia que acabara con todos los males económicos por los que pasaba, inundó mi corazón y mi mente. En un taxi me dirigí a la dirección indicada por la oficina postal; previamente había anunciado mi visita adelantándola a través del teléfono. El lugar se encontraba en el extrarradio de la ciudad.


La decoración del bufete era espléndida, señorial, sobria a la vez que elegante. Me hicieron pasar a un espacioso despacho donde extrañamente el único mobiliario eran unas estanterías en las paredes. Una amable señorita me indicó que muy pronto me atenderían.


La primera estocada me atravesó el costado. La quemazón de la punzada me dejó sin aire e hizo que me inclinara sujetándome la herida. El tirador, acompañado por dos personas, aparentaba tener aproximadamente mi edad y me hablaba de cobrar la deuda de la misma manera que lo habría hecho su antepasado. La segunda, rápida y certera, me seccionó el corazón, y antes de que el acero del florete abandonara mi cuerpo, pude ver con toda claridad la satisfacción de mi matador.

25 abril 2010

Él y ella

—¡La vida es injusta y selectiva! —. Gritó rabioso.

Ella, le apartó de su lado.

10 abril 2010

El canon bibliotecario


El otro día hice limpieza de periódicos viejos, que siempre se guardan para hacer uso de cualquier evento —que le vamos hacer, uno es así, guarda y guarda hasta que en casa le dan el ultimátum—, como es habitual en mí revisé aquello que iba a engrosar el contenedor de papel y cartón. Cuál fue mi sorpresa cuando me topé con una noticia que, en su momento no le di la importancia que tenía —un servidor es así de despistado—, y me puse a investigar en el Dios Internet a través de su profeta Google.

La noticia que todos conoceréis —porque no sois tan desastres como yo—, hablaba del impuesto a las bibliotecas públicas sobre los libros que se prestan, 20 céntimos de Euro, dictaminado por Europa y que está respaldado por CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) y SGAE (Sociedad General de Autores y Editores), investigando en internet —como antes he mencionado— encontré un manifiesto del escritor “José Luis Sampedro”, en el que hace una defensa a ultranza de su desacuerdo con este canon. En este manifiesto, José Luis Sampedro, habla de su infancia y de cómo se fue formando su afición a la lectura con libros prestados, y entre tantas preguntas que se hace, resalto estas dos: “¿Se quiere fomentar la lectura? ¿Europa prefiere autores más ricos pero menos leídos?”

Particularmente me hago esta otra, ¿algún día nos cobrarán por hacer uso de las palabras que están en el diccionario? ¡Espero que no!, porque si eso ocurriera, no quisiera pensar en el mutismo en el que nos veríamos envueltos. Nadie hablaría, ni escribiría y por lo tanto no leería. Me estoy acordando de aquella novela que escribió, Ray Bradbury, titulada: “Fahrenheit 451” ¿Fue un visionario?

Mi parecer es que las bibliotecas —Públicas o privadas— que se nutren de libros donados o comprados para un solo fin —y que en su adquisición ya se ha pagado el canon correspondiente—, fomentan la lectura y por lo tanto la cultura, y a ésta no se le debería agravar más su difusión.

En fin, ni que decir tiene que me deshice de todos los periódicos viejos que guardaba, no fuera que me cobraran por hacer un uso indebido de ellos, o sea, otro que no sea el de leerlos.

22 marzo 2010

Remordimientos

—¿Por qué lloras niña?
—Porque mi amor se va en aquel barco queriendo hacer fortuna para poder casarnos.
—¿Acaso no le quieres pobre?
—¡Claro que sí!
—¿Y lo has dejado marchar?

La gaviota abriendo sus plumas al viento se elevó repitiendo: “Dejado marchar…, dejado marchar…”

Las lágrimas de la niña se amontonaron en sus ojos con más intensidad.

06 marzo 2010

Como un muñeco de falla

Las manos del artista creaban sin descanso manejando con destreza la arcilla.

Los dedos moldeaban el barro. Avanzada la noche el artista había terminado la escultura.

Al día siguiente comenzó la segunda fase. Preparó la escayola, y el blanco manto fue cubriéndome poco a poco hasta la totalidad.

Muy despacio se fue formando el molde que permitiría continuar la obra.

Ya seca la blanca mortaja separó ésta de la arcilla que, desgarrada se amontonaba húmeda para un posterior uso. Rápidamente preparó la mezcla de agua y harina, y el papel cartón en trozos pequeños que, impregnados en la solución fueron cubriendo todos los rincones del molde.

Una vez unidas todas sus partes, mi figura de cartón piedra fue sujeta en una base de madera, y lijada.

El artista finalmente tomó los pinceles. Uno tras otro los colores fueron dando tonalidad y brillantez a la creación. Satisfecho por el resultado me dijo, acercándose, que mi destino era el de un museo.

La noche llegó a la nave. Las puertas se cerraron. El lugar se inundó con un mutismo que fue roto por una voz aguda.

—No creas lo que has oído.

Desde un rincón un viejo títere de madera carcomida se atrevió a dirigirme la palabra.

—¿Acaso no escuchas? ¡Voy a ir a un museo para que todos me admiren, y se rindan a mis pies!

El títere, creyéndose sabio por los años, no cesaba en su empeño.

—A una exposición irás y algunos te vitorearán y luego, consumido por el fuego, como todos acabarás.

«Ese títere engreído, ¿qué se habrá pensado? Lo corroe la envidia por pasar la vida en un rincón».

Los días transcurrieron. Unos camiones cargaron con todos los pertrechos de la nave.

—¿Dónde nos llevan? —preguntó un muñeco.
—¡A la gloria! —respondí.

Gritos de júbilo y exaltación llenaron el transporte.

Mi euforia aumentó cuando me separaron del resto y me dejaron en un lugar junto con otros desconocidos.

Multitud de personas desfilaron ofreciendo elogios. Durante varios días destilé satisfacción.

Una noche, entre cánticos y vivas, me sacaron de aquel lugar llevándome junto a mis viejos compañeros. Gritos de alegría, fiesta y algarabía nos rodeaban.

Durante horas esperé el premio deseado, ese billete al museo. Pero no llegó.

Los días pasaron con rapidez, las gentes al observarme, admiraban la maestría de mi creador y ante los piropos contestaba: "¡Gracias!".

Llegó un día en que me rodearon el cuerpo con tiras extrañas. Pude observar por el rabillo del ojo como a mis compañeros les hacían lo mismo.

—¿Qué ocurre? —pregunté.
—No sé —contestaron los demás.

Avanzada la noche se me acercó el artista. Aquello me hizo gritar a mis compañeros: “¡Me voy!”.

—No pudo ser, ¡adiós amigo! —dijo, y yo me desmoroné.

Recordé la voz aguda del títere. Poco a poco me consumiría entre llamas acabando así con mi altivez y mi orgullo.

Pero algo ocurrió. Una bella mujer se acercó y me señaló con su dedo regordete. Mi creador fue el encargado de quitarme las ligaduras al tiempo que le oía decir:

—¡Te has salvado, amigo! ¡Te has salvado!

Con tristeza vi como el fuego consumía a mis compañeros. Una lágrima de mi salvadora, que hice mía, fue a parar en mi cara.

Ahora estoy en un escaparate, donde vuelvo a ver año tras año, como otros, con mi orgullo altivo son lo que fui. Y sin lágrimas lloro echando de menos mi destino. Acabar entre el fuego purificador como un muñeco de falla.

15 febrero 2010

Revista Prosofagia

Este mes ha salido el número 6 de la revista que publica el foro literario "Prosófagos", al cual pertenezco. En ella podreís encontrar una interesante entrevista realizada a una gran escritora como es Ana María Matutes, así como cuentos y poesías escritas por mienbros del foro.

Uno de esos cuentos titulado El genio es de mi autoría.

Podéis acceder a la revista mediante el link que hay a la derecha del blog.

Os la recomiendo.

10 febrero 2010

Nobleza obliga

Vete y busca otro al que ofrecer tu sincera amistad tal y como lo hiciste conmigo. Sin premisas, con alegría.

Hoy te siento más cerca que nunca, y se me clavan en el alma tus débiles gemidos mientras que, poco a poco, te consumes sobre mi lápida.

26 enero 2010

Una anécdota, un ídolo

El mes que viene es el aniversario de la muerte de un gran artista y luchador. Este es mi humilde homenage.




Una anécdota, un ídolo


La lluvia pertinaz acariciaba mi piel a través de la ropa. De pie esperaba al hombre que momentos antes; a la distancia permitida por mi poco dinero, había visto cantar a la libertad.

Tras una hora, por la puerta de artistas asomó una figura que con un gesto de la mano me invitó a entrar.

Y apareció él. Un hombre corpulento, muy alto, con su frondosa y nevada barba, de la que emergían su nariz y sus ojos. Ojos cansados de ver cosas que mis quince años no habían visto nunca.

—¡Ché, estás empapado!

Sostenía en su mano derecha un sombrero gaucho que, con cuidado, situó junto a la funda rígida de su guitarra.

Pidió con un gesto de su mano a los que le acompañaban algo para secarme.

—Yo quería… —dije con timidez —,un autógrafo.

Mis piernas temblaban no por el frío, sino por su presencia a pocos centímetros de mí. Le extendí un pequeño bloc, mojado, acompañado de un bolígrafo mientras me secaba la cara con el paño ofrecido. Con una sonrisa medio oculta por su barba, cogió lo que mi mano temblorosa le ofrecía, y observó mis notas tomadas durante el recital.

—¿Estudiás música?
—Sí.

Con calma escribió lo que creí el autógrafo deseado, pero cuando pidió una foto, me di cuenta que no lo era.

—¿En el conservatorio?
—Sí señor.
—¿Qué curso cursás?
—Primero de grado medio.

En aquella foto garabateo el motivo de mi espera.

—¿Y te llamás?
—Jesús.

Levantó la vista, y a modo de broma, volviéndose hacia las personas allí reunidas, preguntó:

—¿Alguien ha estornudado?
Todos rieron. Todos menos yo.
—Ché pibe, ¿vos no sabés reír?

Avergonzado esgrimí una sonrisa mientras recibía de sus grandes manos mi bloc, el bolígrafo y su foto dedicada.

Cogió su sombrero gaucho, su funda de guitarra, y con una sonrisa se despidió de mí con un “sigue estudiando”.

Me quedé allí, mirando a través del cristal de la puerta de artistas, como desaparecía en un taxi.

Al día siguiente enseñé orgulloso a mis amigos la foto de Jorge Cafrune con su autógrafo y su dedicatoria. “A Jesús, un pibe valiente”.

—¡Ché! ¿Y hablaste con él?
—No sólo eso, me rectificó mis notas de los acordes.

Durante un tiempo fui el estudiante más popular del conservatorio.

Un día…

En las noticias de la televisión oí algo que me desgarró el corazón. Aquel hombre de barba nevada, corpulento y alto; muy alto, bondadoso y luchador, había muerto en circunstancias no aclaradas.

Cuarenta años después de aquel sucedido, su foto garabateada sigue presidiendo, junto a las de otros artistas, mi clase de solfeo.

Cuando mis alumnos hablan de sus ídolos musicales, recuerdo con nostalgia, y maldigo en silencio al jinete que, enarbolando su guadaña, se llevó a todos aquellos que marcaron una época de nuestra vida.

15 enero 2010

Plagio


Una sensación de rabia y desespero fue apoderándose de Juan. Acababa de descubrir que uno de sus cuentos publicados en internet había sido plagiado por un pirata, un desalmado, un imbécil que no tenía imaginación para poder escribir dos palabras seguidas.

La primera reacción fue dar un fuerte golpe en la mesa. “Pobre infeliz”. Por su mente pasaron multitud de insultos, unos banales, otros personales y todos los incluidos en el diccionario, pero únicamente repetía una y otra vez: “Pobre infeliz”. Ni corto ni perezoso, se sentó delante del ordenador y publicó en su blog lo siguiente:

«Titulo: El plagiador.

»Como todos sabéis en este mundo existen seres que se aprovechan del trabajo de los demás. Éstos carroñeros del esfuerzo ajeno son incapaces de cazar por sí solos, y husmean con su hocico nauseabundo dónde se encuentra la mejor calidad, y sin ningún miramiento se apoderan de ella.

»Hoy he sido víctima de uno de estos putrefactos individuos, que se dedican a escudriñar internet en busca de cualquier texto que hubieran querido escribir ellos, pero que su falta de inteligencia les impide crearlo.

»A estos infelices, incapaces de pensar, les dedico estas líneas para que puedan grabarlas a fuego en sus mentes vacías. A ellos, los canallas que son hábiles en el asqueroso acto de matar una ilusión, les permito que me copien estas palabras, porque con ello me están diciendo que soy mejor en todo.

»Plagiador, ser inmundo, merecedor de la más cruel de las torturas imaginadas por el dominico Tomás de Torquemada, ¡te maldigo!, si tuviera poder para lanzarte una maldición, te lanzaría esta: “Que tus dedos crezcan cinco centímetros cada vez que pienses en escribir una palabra que no haya nacido de tu interior”.»

Al día siguiente Juan desayunaba en la cafetería de siempre, leía en el periódico una noticia que le proporcionó una carcajada digna del malo de una película, e hizo que todos los allí reunidos dirigieran sus miradas hacia él. La noticia decía:

“Anoche la sala de urgencias fue colapsada por multitud de personas que presentaban una extraña enfermedad. Los dedos de sus manos y pies se habían alargado varios centímetros. Se piensa que puede ser resultado de una contaminación de las aguas”.

04 enero 2010

El clarinete


El clarinete



¿Qué es un pentagrama sino el lugar donde se crean sentimientos? Entre sus líneas, la mano diestra del autor coloca, con su batuta con punta de grafito, notas juguetonas. Las corcheas y semicorcheas junto con las fusas y semifusas, provocan que las negras desbaraten el espectro sonoro.

—¡Silencio! —Ordena la clave— El maestro está creando.

Las alteraciones obedientes ocupan sus posiciones. El compás da sus instrucciones. La armadura de la obra está completa.

El lápiz, extensión física de una mente privilegiada, pinta la música que, con la complicidad del aire al vibrar, describe un paisaje, una pasión, una situación.

¿Resultado?, una obra con nombre de mujer en donde el sonido redondo de un instrumento de madera, atrevido y espectacular, habla de un amor no correspondido.

Javier observa la partitura, ve como las notas se revelan a lo largo del papel pautado. Las estudia, analiza, y con ayuda del metrónomo, las mide.

Sus dedos, ya viejos, no responden al juego. No están ágiles. Sin embargo lo intenta una y otra vez. Vuelve a observar la partitura, repasa mentalmente los tiempos, la medida, y su traspié.
Cansado y defraudado, limpia su instrumento dándole un descanso a éste y a su ánimo.

Al día siguiente lo intenta de nuevo, pero sus dedos; “¡malditos dedos!”. Otra vez cede decepcionado.

Un día, con los ojos inundados, toma una decisión. Durante un ensayo comunica su abandono. Los intentos de su maestro y sus compañeros para que desista son infructuosos. Javier da el gran paso al otro lado y se convierte en espectador.

Los músicos ofrecen un maravilloso concierto. Javier, entre el público, disfruta de la interpretación. Las notas bailan caprichosas. Las corcheas y sus hermanas menores se revelan, los silencios separan el tumulto.

Suena el clarinete. Javier cierra los ojos. Repasa una a una cada nota. No puede evitar que las lágrimas resbalen por su rostro.

El público aplaude la maestría, vitorean al director y a la orquesta. Los músicos se retiran, los aplausos cesan, y el escenario se queda vacio, en silencio y a oscuras.

Una noche, en un ensayo, alguien lleva una noticia que, como la pólvora, recorre cada una de las cuerdas de la orquesta. Javier, al terminar el último concierto, sufrió un infarto que no pudo superar. El director sugiere, como homenaje a Javier, volver a tocar aquella obra en el próximo concierto.

Comienza el ensayo, y cuando llega ese pasaje, el clarinete solista se equivoca. El director detiene el ensayo. En ese momento comienza a oírse un clarinete que, con una maestría insuperable, interpreta todas las notas.

Cuentan que cada vez que la orquesta ensaya aquella obra, los músicos callan, y cerrando los ojos sienten entre ellos a Javier tocando su clarinete.