21 junio 2012

La autopsia




      El escalpelo se hunde sin dificultad. Una gran “i” griega abre el pecho y abdomen del inerte protagonista.
      Los más íntimos secretos salen a la luz: bebedor empedernido, fumador compulsivo, un cáncer…, el forense y su ayudante se afanan en escrutar con verdadero ahínco los entresijos de aquel cuerpo. Su hígado es pesado, su estómago y su contenido revisado y anotado. El intestino es cortado longitudinalmente después de haber sido medido, sopesado y fotografiado.
            Una pequeña pero potente sierra circular corta, una a una, las costillas hasta dejar los pulmones sin su jaula. Con mucho cuidado son separados del cuerpo. Primero el izquierdo, luego el derecho.
            Otra vez el bisturí entra en acción segando de un solo tajo los tubos a los que está unido el corazón. La báscula alberga aquel importante músculo.
            —Doscientos setenta gramos —dice un ayudante.
            —Doctor —Una voz ajena a la sala de necropsias pregunta— ¿Causa de la muerte?
            —Todavía no estoy seguro, pero… yo diría que por el alto contenido en  sulfato ferroso y ácido tánico…
            —Eso es tinta ¿no?
            —Correcto por eso digo que, y solo es una primera impresión, este ser murió envenenado en una imprenta que experimentaba con distintas tintas.
            —¿Una qué…?
            —Ja,ja,ja, es usted muy joven. Consulte su libro electrónico, y pierda miedo, su pantalla no mancha.

            «¡Atención, atención!» Por los altavoces una voz femenina reclama ser escuchada. «En diez segundos se iniciará el despegue».
            Una gran nave circular se eleva dejando atrás una de las lunas de Júpiter. Mientras se acercan a la tierra, el forense y sus ayudantes continúan su investigación.