Los
más íntimos secretos salen a la luz: bebedor empedernido, fumador compulsivo,
un cáncer…, el forense y su ayudante se afanan en escrutar con verdadero ahínco
los entresijos de aquel cuerpo. Su hígado es pesado, su estómago y su contenido
revisado y anotado. El intestino es cortado longitudinalmente después de haber
sido medido, sopesado y fotografiado.
Una
pequeña pero potente sierra circular corta, una a una, las costillas hasta
dejar los pulmones sin su jaula. Con mucho cuidado son separados del cuerpo.
Primero el izquierdo, luego el derecho.
Otra
vez el bisturí entra en acción segando de un solo tajo los tubos a los que está
unido el corazón. La báscula alberga aquel importante músculo.
—Doscientos
setenta gramos —dice un ayudante.
—Doctor
—Una voz ajena a la sala de necropsias pregunta— ¿Causa de la muerte?
—Todavía
no estoy seguro, pero… yo diría que por el alto contenido en sulfato ferroso y ácido tánico…
—Eso
es tinta ¿no?
—Correcto
por eso digo que, y solo es una primera impresión, este ser murió envenenado en una
imprenta que experimentaba con distintas tintas.
—¿Una
qué…?
—Ja,ja,ja,
es usted muy joven. Consulte su libro electrónico, y pierda miedo, su pantalla
no mancha.
«¡Atención,
atención!» Por los altavoces una voz femenina reclama ser escuchada. «En diez
segundos se iniciará el despegue».
Una
gran nave circular se eleva dejando atrás una de las lunas de Júpiter. Mientras
se acercan a la tierra, el forense y sus ayudantes continúan su investigación.