12 julio 2023

La partida

Anoche, cuando volví arrastrándome a casa, cosa que últimamente me ocurre con demasiada frecuencia, me llevé una sorpresa. En el salón estaba sentada en el sofá la triste figura. Vestida de negro, sin su guadaña , sin capucha y con un aire mas moderno que vintage. Pantalones chinos, zapatillas oscuras en lugar de zapatos, calcetines negros, camisa y sin corbata, me miraba con unos ojos azules intensos. Aquel color de los ojos me desarmó, entonces fue cuando caí en su cara. Sus rasgos eran bellos, su faz no tenía nada que envidiar a cualquier modelo de revista mediática.

—Te estoy esperando durante un largo tiempo.

Su voz femenina, susurrante y melodiosa me calmó. No sin dificultad me senté en uno de los sillones del salón, me encontraba casi enfrente de ella. Ella se recostó sobre el sofá cruzando las piernas y esperó a que yo dijera algo.

—¿Cómo?

No acerté a decir nada coherente, intelectual, acertado. Mi corazón se aceleró cuando ella se levantó y pude ver su figura esbelta. Su ropa ceñida mostraba un cuerpo de mujer espectacular, sus movimientos felinos, sensuales e indescriptibles, la llevaron a coger una silla y sentarse frente a mí.

Balbuceaste pregunté si acaso había llegado mi hora, mi momento, mi fin. Ella, sin inmutarse, y al tiempo que volvía a cruzar las piernas, me miró con aquellos ojos intensos, muy expresivos y contestó.

—Todavía no lo he decidido…

Sin saber cómo ni porqué balbuceé algo incoherente, y fuera de lugar.

—Y… ¿Qué debo hacer para que te decidas?

Una carcajada siniestra retumbó por toda la casa, tan fuerte que pensé que los vecinos la habrían escuchado y posiblemente llamarían a mi puerta, o a la policía, pero no ocurrió nada de las dos cosas. Parecía mentira que aquella mujer delicada en sus movimientos, en su forma de expresarse y con su delicada forma de dirigirse a mí, pudiera lanzar al aire una carcajada cargada de terror como la que acababa de producirse.

—¡Perdón!

Hasta su forma de disculparse me pareció sensual.

—Verás, cuando me llegó la orden de venir a por ti, dudé. Repasé tu historial, cosa que siempre hago cuando me llega un aviso de recogida, y pude comprobar que a pesar de todos los pormenores que justifican una recogida rápida y sin problemas, había algo que me hizo dudar si era el momento adecuado.

—¿Y qué es ello?

—No, no te hagas ilusiones, tienes todos los pormenores necesarios para que te vengas conmigo, demasiados diría yo, pero, y ese pero es el que me ha retenido.

Hubo un silencio, que aproveché para interrogarla con mi expresión, ella inexpresable fijó sus delicados ojos azules en mí.

—En un momento de tu vida apostaste por ayudar a una persona, te jugaste todo lo que tenías para salvar a un pobre chico de su miseria y ganaste, aquel niño, hoy hombre, te recordó el otro día, e inexplicablemente realizó una petición que no ha caído en saco roto, y por eso voy a darte una oportunidad.

Inexplicablemente delante de mí apareció un tablero de ajedrez.

—Jugaremos tres partidas, tal y como hiciste en aquella ocasión, si consigues ganar las tres partidas, o dos con una en tablas te salvarás, yo me iré y tu seguirás con tu despreciable vida hasta que me vuelvan a llamar para recogerte. ¿Aceptas?

Acepté. Y comencé a jugar la partida de ajedrez más importante de mi vida. Cada jugada, cada movimiento lo estudié con intensa atención.

Hoy puedo asegurar que jugarse la vida con quien tiene todas las de ganar no fue una buena decisión.


©Jesús García Lorenzo

03 julio 2023

Series de TV


Actualmente las series de TV cuentan con los efectos especiales de la tecnología mas avanzada, pero hubo una época que no importaban esos efectos, o al menos se suplían con inteligencia y buen humor.

Durante dos o tres décadas las series de TV se centraban en sus argumentos, los cuales cuidaban hasta el extremo de que fuera lo más importante de la serie. 

Hay que tener en cuenta los actores, se elegían con cuidado, de forma y manea que no desentonaran con la esencia de la serie. Actores unos que ya eran conocidos, otros que se hicieron famosos a raíz de interpretar el personaje.

Habían series de todo tipo, de humor, policiacas, de distracción, e incluso premonitorias, pero eso ya lo veremos más adelante. Existían muchas series, el motivo quizás fuera que se exhibían una vez a la semana, con los barones para publicidad y en una franja horaria nocturna. Tuvieron mucho éxito, no hay que esconder que, al menos en España, existían dos cadenas y eso favorecía la aceptación por parte de los telespectadores.

Al día siguiente todo el mundo comentaba la serie que la noche anterior se había emitido, con más o menos gracia, o aceptación pero, que a lo largo de los años fue marcando un periodo determinado que hizo que aquellos que tuvimos la suerte de poder disfrutarlas nunca las olvidaremos.

Hoy en día se han querido recordar algunas de aquellas series, realizando películas conejito, algunas , y con “arte chabacano” otras, y digo esto porque unas y otras se han separado de la esencia que las hizo populares para intentar modernizarlas con efectos especiales muy bien hechos pero que distan mucho de captar al espectador en su fiel esencia de la serie.

Como ejemplo de esto último tenemos la serie “Los ángeles de Charlie”, una serie medio policiaca, medio familiar con toques de humor y unos grandes argumentos que transportaban al espectador a incluirse en la trama. Hoy la han transformado en una película violenta, donde el humor se transforma en una mezcla de ruido sangriento con la falta de argumentación.

Por el contrario las películas, transformadas en series, como “Misión imposible”, conservan el misterio con un argumento digno de los años en que fue concebida, pero transformando la ingenuidad de los personajes en efectos especiales que, en ocasiones mejoran algún aspecto de la argumentación del misterio de la misión encomendada.

No me atrevería a decir que las series que hoy en día se realizan son inferiores a las que se realizaban en los años 60, 70 e incluso 80. En España se realizan grandes series que superan y con creces a las antiguas, en argumentación, actuación, e incluso en… lo que algunos califican como enganche del telespectador, pero la ciencia actual está tan avanzada que cualquier cosa que pueda aparecer como novedad a los pocos días es una realidad, por ejemplo la película “El santo”, de esta época, el protagonista utiliza un teléfono móvil con el que el uso de internet le facilita realizar mensajes, correos electrónicos y otras características que cuando la serie se presentó al mundo era una década donde era impensable llevar un teléfono en el bolsillo.

Pero hubo una serie que no tuvo mucho éxito, o al menos no el deseado que se llamaba “U.N.C.L.E”, en España “ Agente C.I.P.O.L.” donde sus protagonistas dos agentes, uno ruso y otro norteamericano unían sus conocimientos para combatir el mal. En esa serie los guionistas descubrieron una forma de comunicación impensable en aquella época, un reloj de donde se desplazaba una pequeña antena y podían comunicarse a distancia. Revolucionario sin duda, sin éxito porque la ciencia de entonces era incapaz de desarrollar aquel avance que los guionistas habían inventado.

En series de humor como “Super agente 86” captaron aquel ingenio para, no sé si criticarlo, o adecuarlo al argumento para que no se olvidara, inventando el zapatofono.

Otra serie que revolucionó la ciencia fue “ Star Trek”, eta fue la serie que transformó al telespectador en fiel seguidor de los avances científicos. En esta serie, que comenzó con un proyecto económico muy bajo, los guionistas inventaron algo que les salvó de ser rechazada, me refiero a la transportación. Realizar un transporte desde la nave interestelar hasta el planeta que su momento tocaba, con los efectos especiales con los que se contaban, resultó cómico, Chavacano e infantil, por lo que se inventaron, un equipo que desafía las células desde la nave y las volvía a reunir en el lugar donde debían transportarse. Fue tal el impacto que causó que los productores consiguieron financiación suficiente para que esa serie tuviera un éxito que hoy en día perdura.

En los años 60, 70 e incluso 80 se realizaron series en TV que tuvieron aceptación y otra que no, pero los que tuvimos la gran suerte de poder vivirlas aún las guardamos en nuestro recuerdo como algo nuestro, de nuestra vida.

Algunos ejemplos de aquellas series: “Los ángeles de Charlie”, “El santo”, “Super agente 86”, “Vacaciones en el mar”, “Los invasores”, “Misión Imposible”, “Bonanza”, “Dallas”, “El virginiano”, “El fugitivo”, “Embrujada”, “La casa de la pradera”, “Los intocables”, “Starky y Hutch”, “Kojak”, “Falcon cresta”, “Mac Gyver”, “Star Trek”, “U.N.C.L.E.”, “Alf” “Sandokan”, “El coche fantástico”, “Colombo”, “Kung Fu”, “ Raices”, “Las chicas de oro”, “Mash”, “El equipo A”, “La familia Monster”, “La dimensión desconocida”.

Si tenéis la suerte de poder localizar alguna de estas series, disfrutarlas no os serán indiferentes.


© Jesús García Lorenzo

30 abril 2023

El semáforo

La luna decidió no aparecer. Los faros del vehículo solo dejaban ver el defectuoso asfalto «No tenía que haber escogido este atajo», se recriminaba al no encontrar ningún punto de referencia que le indicara dónde se encontraba.

Un relámpago iluminó por un instante el paisaje, al mismo tiempo que el sonido del trueno se daba a conocer. Se lamentó «¡Vaya! Sólo faltaba una tormenta». No se equivocó; no tardó en aparecer un goteo pertinaz que cubrió el parabrisas enturbiando la visión del camino.

El barrido sincronizado de los limpiaparabrisas dejaba ver el camino alumbrado por sus faros. Tuvo que aminorar la velocidad.

El cristal comenzó a empañarse, encendió el ventilador a la máxima velocidad dirigiendo el aire hacia el cristal. «¡Vaya por Dios!», exclamó al tiempo que saltaba en su asiento a causa de un bache. El ruido causado por el pequeño socavón de la carretera le dio mala espina y decidió parar con los intermitentes de emergencia accionados, abrió la guantera y cogió una linterna. «Mierda de coche», se dijo al tiempo que abría la puerta y salía para ver si tenía algún desperfecto.

Empapado volvió al coche «¿Por qué no cambiaría de coche como me dijo mi mujer?», aquel comentario le recordó que no había llamado a casa para decir que llegaría tarde, la reunión con el último cliente se había alargado hasta ya avanzada la noche. Se palpó la chaqueta buscando su teléfono móvil sin hallarlo. «¡Por Dios!, lo que me faltaba, se me olvidó en la oficina», su estado de ánimo comenzó a desbaratarse y golpeó el salpicadero con fuerza. Con tanta fuerza lo hizo que una de las rejillas del aire saltó cayendo al asiento de al lado.

Mientras intentaba volver a poner aquella rejilla en su lugar, el motor se le paró «¡Pero bueno! ¿Qué pasa? ¿Acaso hoy se me ha puesto todo en contra?». Giró el contacto varias veces hasta que consiguió arrancarlo de nuevo y se fijó en el panel de mandos del coche, la aguja de la gasolina estaba casi en el cero y una luz roja fija le indicaba que debía encontrar con rapidez una gasolinera.

La fuerza de la tormenta se había reducido, la lluvia ya no caía con tanta intensidad. Puso la primera velocidad y continuó su trayecto. 

Por un instante le pareció ver entre la oscuridad un reflejo, agudizó la vista y volvió a verlo, estaba en la misma dirección en la que se dirigía por lo que presionó el acelerador y se dirigió hacia aquella luz. Pensó en la posibilidad de que fuera una gasolinera con lo que estaría salvado.

A medida que se acercaba comprobó que se trataba de un semáforo. Emitía una luz verde con mucha intensidad, tanta que casi le cegaba, pero pensó que aquello era signo de civilización, por lo que le calmó el mal humor producido por todos los pequeños acontecimientos acaecidos.

A apenas a cuatro metros de distancia del semáforo cambió de color. Sin pasar a penas por el amarillo se encendió un rojo agresivo y frenó con rapidez. 

Como había dejado de llover cogió la manivela para bajar el cristal de la puerta e intentar ver alrededor, pero la mala fortuna se había apoderado de aquel coche y se quedó con ella en la mano sin poder hacer accionar el mecanismo. Se lamentó de tener un vehículo tan viejo mientras miraba la manivela que sostenía en la mano. De pronto el cristal de la puerta hizo un ruido extraño y se desplomo por la guía cayendo por el hueco de la puerta dejando entrar el frío de la noche al interior del coche. «¡Maldito trasto!» Exclamó con furia.

Sacó la cabeza por la ventanilla de la puerta y comprobó, a duras penas, que estaba ante un paso a nivel sin barrera. Le pareció extraño que aún quedaran pasos de ferrocarril en esas condiciones, pero no le dio mucha importancia, intentó ver más allá y no distinguió nada «Qué raro», pensó, «quizá haya un apagón en el pueblo cercano», no le dio mucha importancia pues la tormenta podría haber sido la causante. No había nada por lo que preocuparse lo único que debía hacer era esperar a que el tren pasara y continuar el camino en busca de una gasolinera donde repostar.

La intensa luz roja de aquel semáforo iluminaba la parte delantera del vehículo así como su interior y aprovechó para poner en marcha el aparato de radio que llevaba en el coche, pero no consiguió sintonizar ninguna emisora, abrió la guantera y buscó un CD con el que hacer la espera más agradable. Al introducirlo oyó un sonido extraño en el aparato y le expulsó el CD. Resignado buscó la cajetilla de tabaco y el encendedor. La llama iluminó el interior del coche y el humo inundó el interior del habitáculo.

El tiempo pasaba con lentitud «¡Cuánto está tardando este tren!», pensó. Volvió a sacar la cabeza por la ventanilla para intentar ver si el dichoso tren se acercaba, no vio nada. «Juraría haber oído un silbato», se dijo y agudizó la vista y el oído, pero nada.

Una fría sensación recorrió su espalda miró hacia atrás intentado averiguar si alguien andaba cerca, pero no vio nada, «sólo faltaba que me dieran un susto». Su estado comenzó a alterarse, el nerviosismo fue apoderándose de él y se preguntó por la posibilidad de cruzar las vías. La prudencia que hasta ese momento le mantenía allí quieto dejó de actuar «Si acelero y lo hago todo con rapidez…», cada vez tenía el ánimo más dispuesto a realizar tal imprudencia «No, no lo hagas», se recriminó, pero la necesidad de cargar el depósito y el miedo a que pudieran asaltarlo en medio de la oscuridad en aquella solitaria carretera comenzó a exaltar su parte atrevida «No parece acercarse ningún tren, además si lo hago con decisión estaré al otro lado en un momento». Se sentía pletórico y convencido de poder hacerlo.

Lanzó el cigarrillo por la ventanilla, se colocó el cinto de seguridad y se dispuso a realizar la infracción. Cogió con seguridad la palanca de cambios y colocó la primera velocidad, y colocando su pie sobre el acelerador lo presionó despacio pero con decisión. Muy lentamente levantó el pie del embrague y el coche comenzó a moverse. La luz roja del semáforo recorrió el vehículo en su avance. Remontó una pequeña pendiente e inició su andadora por encima de las vías.

En el momento en que se encontró en medio del paso a nivel sintió un escalofrío, el instinto le hizo volver la cabeza a la derecha. Un gesto de horror le cubrió la cara al ver que una luz intensa y cruel se aproximaba con gran velocidad. El instinto de supervivencia le hizo apretar el acelerador a fondo, pero el desnivel y el empedrado de las vías hicieron que el coche se calara. En ese preciso momento presintió algo a su izquierda, y su asombro fue total.

Otra luz, gemela a la que se aproximaba por su derecha, apareció en el lado contrario, su mano no acertaba a encontrar la llave de contacto. Miraba a un lado y al otro mientras intentaba poner el coche en marcha. Lo intentó una y otra vez sin éxito. Ante tal situación intentó salir del vehículo que tenía todas las posibilidades de convertirse en su ataúd.

Sin perder de vista las dos luces palpó la manivela de la puerta. Su estado era de máxima excitación. Estiró con fuerza la palanca y en lugar de abrir la puerta se quedó con ella en la mano.

Las luces se aproximaban rápidamente, entonces intentó salir por la ventanilla pero el cinturón de seguridad se lo impidió, palpó el mecanismo de desenganche pero no funcionó, volvió la cabeza a un lado y al otro, y entonces lo vio todo claro. Iba a morir por lo que parecía un absurdo. Dos trenes circulando a alta velocidad circulaban por la misma vía uno en dirección contraria al otro y él estaba en medio. Gritó con todas las fuerzas.

Las dos luces iluminaron el coche y al hombre con la cara desencajada en su interior, la velocidad disminuyó hasta llegar al vehículo, con precisión, comenzaron a aplastarlo por sus costados. El crujir de la masa de hierros fue mezclándose con el de los huesos. Un gran imán apareció desde lo alto y atrajo hacia sí aquellos hierros mezclados con sangre, lo elevó y las luces se separaron lo justo, los restos del coche giraron en el aire y cayeron al suelo, las dos luces volvieron a juntarse formando un cubo con aquel amasijo de metal, el imán volvió a atraerlo y lo transportó por el aire hasta un lugar donde existían varios cubos de metal iguales, y lo depositó encima de ellos. Las luces se alejaron con rapidez y todo volvió a estar en calma.

El semáforo cambió su luz roja por la de verde. La trampa volvía a estar lista.


© Jesús García Lorenzo


01 marzo 2023

Esa mujer que me mostró mi escritor favorito

Después de pensar mucho en alguna mujer que más me ha marcado, y no encontrar a nadie, hice la reflexión al revés: ¿Qué hombre me ha enseñado a una mujer que me ha hecho cambiar el concepto de mi vida?.


Encontré enseguida al hombre, y éste me presentó a la mujer. Ella me mostró la tranquilidad de la resignación, y poco a poco me endulzó el miedo a lo desconocido.


 A través de ella descubrí que el paso no tiene porque ser traumático, y su compañía , a pesar de muchas opiniones, no es ni mala ni buena. 


Los escritos del hombre fueron clarividentes enseñándome como ver a la mujer sin ningún perjuicio, ni juzgar su trabajo ni su aspecto, viéndola tal cual es. A través de sus letras descubrí que el temor se fue alejando, encontrándola natural.


La he visto en la calle, en el cine, en los medios televisivos y me la he encontrado incluso en los medios radiofónicos. Verla cara a cara todavía no, pero todo se andará, no tengo más que tener paciencia y esperar.


¿Su nombre?  La Muerte.


© Jesús García Lorenzo

26 enero 2023

El viajero

No les digo mi nombre porque sería, sino imposible, muy dificultoso de pronunciar, por lo tanto si desearan nombrarme, puesto que he observado que es muy común ponerle un nombre propio a la persona, animal o cosa a la que dirigirse, pueden llamarme Bob; es un nombre corto, que acerca familiarmente al interlocutor y muy escuchado en el mundo a través de las series televisivas y películas del llamado continente americano.


Empezaré diciendo que el viaje que me trajo aquí fue largo, incomodo y no exento de peligros. El motivo de mi viaje, observar, analizar, comprobar parámetros y sobretodo aprender.


El comportamiento humano es variado, imprevisto y en ocasiones dificultoso de comprender. Existen lugares donde el mas común de los comportamientos se considera una aberración en otro, aunque los dos sean vecinos. Prueba de ello son las guerras que se generan por un quítame de aquí esas pajas, expresión que he aprendido de los españoles y que define muy bien los motivos de casi todos los conflictos bélicos.


Tomemos, por ejemplo, una comunidad de vecinos, bien sea en un edificio  en la ciudad como en una ciudad mas o menos grande. Se organiza una reunión —no voy a entrar en el detalle de cómo llamar a esa puesta en común de opiniones—, ¿el motivo? cualquiera, no importa. Siempre, como si fuera obligatorio, existe una persona, un grupo o un inconveniente paradójico que pondrá en entre dicho la cuestión a tratar, su financiación, su administración, su conveniente, y sobre todo el porqué no se ha manifestado antes o porqué no aplazarlo para más adelante, o sea, ¿por qué ahora?


Incomprensible reacción humana a lo que, por el motivo que fuera, era el momento de exponer dicho evento o proyecto. He podido comprobar que ésta, llamémosla, negación visceral es común en cualquier lugar sin importar la distancia que los pueda separar, pero se acrecienta si la cultura primaria se comparte visceralmente.


Jamás he encontrado un lugar, y puedo afirmar que he viajado mucho, en donde no exista algo que, por insignificante que parezca, distinga del resto como para decir que son de otro mundo, pondré algún ejemplo:


El honor. No existe ninguna comunidad, aunque sus costumbres sean diametralmente distintas, cuya cualidad moral no sea defendida hasta incluso con la muerte.


Patriotismo. Aunque algunos lo llaman convicción cívica, y otros civismo comunitario, no es otra cosa que la defensa de las costumbres propias de una comunidad o país. Mas o menos discutible es la forma en la que se defiende dicho sentimiento.


Amor. Sentimiento muy humano, mucho, sin ninguna duda. No importa el lugar que se señale del planeta tierra, aunque sea el más recóndito y mas olvidado, escondido o no descubierto, donde no se sea capaz de matar por conseguirlo.


Avaricia. Cualidad, si es que se puede llamar así, extremadamente arraigada junto con la envidia que incluso pueden llevarse de la mano, sin importar raza, religión o condición humana. He podido comprobar que ningún humano no ha sentido, aunque haya sido por un segundo, una de estas dos  cualidades. Desear ser igual que…, conseguir lo mismo que…, parecerse a…, o soñar vivir como… Casi podría asegurar que son motivo de guerras a lo largo de la historia, de su historia.


Del lugar donde yo procedo se ha luchado mucho en hacer desaparecer sentimiento que obligan a olvidar el motivo por el que fuimos creados.


He realizado varios viajes, en distintas épocas para ver la evolución, su evolución, y he constatado que, aunque diametralmente han avanzado científicamente, estructuralmente e incluso culturalmente, no lo han hecho humanamente.


Mi informe no puede ser otro que nefasto, y así lo haré llegar al consejo interplanetario de la galaxia a la que pertenezco.


© Jesús García Lorenzo

20 diciembre 2022

Un juicio cualquiera

Reza un villancico popular que al portal de Belén han entrado dos ratones, y al bueno de San José le han roído los calzones.

Alrededor de la sala se reunían multitudes ansiosas de saber el transcurso del juicio, unos a favor de los acusados otros, un poco mas alborotados en contra. En el interior se respiraba silencio, un silencio que mostraba solemnidad.

Iban a ser juzgados dos individuos a los que se les acusaba del delito más vergonzoso existente en época navideña.

—¡Todos en pie!

El juez hacía acto de presencia en la sala. El ruido de los presentes al levantarse y luego al sentarse, cuando se lo ordenaron, fue lo único que se escuchó. De repente un grito esbozado por un espontáneo que, abriendo las puertas de la sala de un fuerte empujón, entró  e hizo que todos se volvieran dando veracidad a aquel personaje.

—¡Culpables!

La actuación del juez fue rápida y contundente “Que lo arresten”, ordenó dando un fuerte golpe con su martillo de juez. Rápidamente aquel espontáneo fue maniatado y sacado de la sala.

El abogado fiscal comenzó sus alegaciones, describiendo los hechos. Aquellos dos individuos, los acusados, escucharon atentos los delitos de los que se les acusaban.

—Es un hecho, y así lo demostraremos, que los dos acusados robaron, pero no perpetraron un robo cualquiera, no robaron ropa, comida o dinero ¡No! —el fiscal daba énfasis a sus palabras para que las acusaciones fueran, ante los oídos del juez y los espectadores, mas graves de lo que unas alegaciones normales serían—, el robo que organizaron fue cruel y despiadado. Le robaron la dignidad a un padre delante de su primogénito. Esta fiscalía demostrará que sin remordimiento alguno atacaron sin previo aviso…

Las alegaciones del ministerio fiscal  se prolongaron con gran teatralidad durante tres cuartos de hora. Llegado el turno del abogado defensor se hizo un silencio sepulcral.

-—¡Señoría! —dijo el representante de los acusados—, mis clientes son culpables, y lo son por una causa indiscutible, y esa es el hambre. ¡Sí!, el hambre, no se sabe lo que significa este sustantivo hasta que se padece, hasta que cualquier cosa parece aceptable con tal de calmarla. No me refiero al hambre que padece un estomago vacío, ni el hambre que deja de pasar frío atroz, ni siquiera el hambre de poder que hace que el corrupto se llene los bolsillos, me refiero a ese hambre que lucha contra la desesperación, contra las ansias, contra las fuerzas de realizar algo prohibido, el hambre de la miseria, de vivir en la inmundicia. Ese hambre les hizo cometer a mis clientes todo eso de lo que se les acusa, pero habría que preguntarse ¿Qué hace el poder establecido para eliminar esa ansiedad? ¿Por qué en lugar de realizar un esfuerzo para calmar ese hambre, se les arrincona, se les hace desaparecer de la vista de los buenos ciudadanos, para que parezca que se vive en un mundo feliz?…

Mientras escuchaban a su abogado los acusados se miraron, y uno le dijo al otro:

—Ves Risqui, ya te dije que era un buen abogado.

—Sí, ¿Y qué pena crees que nos caerá por haber roído los calzones de San José?


 ©Jesús García Lorenzo

08 diciembre 2022

El matador

Hoy, al llegar a casa me encontré un sobre. Se había convertido en una costumbre desde hacia dos años, en él, siempre aparecían una fotografía, una dirección y dos mil euros en efectivo.

A mis setenta y ocho años, jubilado, solo y sin perrito que me ladrara mi vida se iba apagando poco a poco, todo consistía en un café por las mañanas, descafeinado por supuesto, y en pijama. Un paseo por la ciudad para ocupar el tiempo, comer en el bar de Juan, siesta mientras en la televisión emitían una película, vuelta al bar, una partida al dominó, cena y a dormir. Todo monotonía, todo aburrimiento, todo muerte lenta.

Un día a la vuelta del bar encontré un sobre que alguien, quizás por error, habían deslizado por debajo de mi puerta, no había ni remitente ni dirección, lo abrí y vi la foto de un hombre que me pareció conocido, acompañaba a la foto dos mil euros en billetes de cincuenta. Mi imaginación se desbordó ¿Acaso alguien quería ver muerto a ese hombre?,  ¿por qué?, y es más, ¿quería que lo matara yo?.

No dormí esa noche, mi cabeza le daba vueltas a quién quería ver muerto a aquel pobre hombre, pero lo que a las dos de la mañana me hizo levantarme y dar vueltas por todo mi piso era ¿Yo?.

Al día siguiente, con los nervios a flor de piel, llegué a plantearme, por un momento, cómo realizar el encargo, pero al pasar por el espejo del recibidor le pregunté a mi reflejo ¿Estás loco?

Pasados dos días de la recepción del sobre recibí una llamada de teléfono, una voz distorsionada me preguntaba el motivo de mi demora. No me dio tiempo a ninguna pregunta ni explicación, pues me daba dos días para ejecutar el encargo.

Sin saber porqué salí a dar un paseo como todos los días, pero en dirección a la calle del señalado. Para mi sorpresa lo vi salir del portal. Sin saber cómo ni porqué lo seguí durante una media hora hasta un parque donde jugaban muchos niños menores de diez años. Me senté en un banco desde dominaba una parte del parque un poco escondida, y vi porqué era el señalado. Me enfurecí tanto que sin dar crédito a mi razón fui hacia él, por fortuna aquel niño ya se había ido, lo empujé y como aún llevaba los pantalones por las rodillas se desequilibró y cayó golpeándose con la cabeza contra un bordillo del jardín. Murió en el acto.

La rabia de lo que había visto me impedía darme cuenta de que había matado a un hombre. Cuando llegué a casa se me apoderó una sensación de desasosiego tal que me serví una copa de coñac y me relajé en el sofá.

Mas tranquilo recibí una llamada telefónica donde la voz distorsionada me felicitaba por la realización del encargo.

En el noticiario del día siguiente daban por un ajuste de cuentas el asesinato de un pederasta al que la madre de un niño de seis años había denunciado a la policía por intento de abusos.

Me pareció que el caso estaba cerrado, sobre todo cuando al paso de los días nadie me buscó, ni preguntó, parecía que yo nunca hubiera estado allí.

Los sobres fueron llegando a lo largo de los meses, y no sé como cada vez me costaba menos realizar los encargos. El destino me ayudó en las realizaciones, pues de una forma u otra nunca tuve la necesidad de utilizar ningún instrumento para cumplir con lo pagado.

Hoy he vuelto a recibir el sobre. Quizás la fuerza de la costumbre, o el cambio de mi rutina, pero no le di ninguna importancia a la recepción de aquel sobre, así que después de acomodarme en el sofá abrí aquel dichoso sobre.

Mi cara dio un cambio al ver a quién se pretendía que matara, en aquella ocasión había una cantidad de cuatro mil euros y la fotografía era la mía.


©Jesús García Lorenzo