A veces la muerte es una de nuestras mejores amigas.
Julian llegaba todos los días del trabajo a casa, una casa solitaria, vacía y guardián de todos sus desencantos. Tenía un problema que comenzó en el momento en que murió su mujer, su compañera, su amiga, su amante.
La luz de aquel faro lo cegó y no pudo ver el desvío de la carretera que dejaba su rectitud hacia una curva cerrada. La caída al vacío del precipicio fue tan violenta que él salió despedido mientras que ella quedaba a merced del fuego que la devoraba junto al vehículo.
Las noches se hicieron insoportables, el trabajo fue decayendo. Lo fueron reciclando hasta colocarlo en un lugar del almacén donde no se necesitaba a alguien con mucha profesionalidad, y le perjudicó más.
Aquella noche estaba decidido, no iba a pasar más agobios, cogió la foto de su mujer entre sus manos.
—Esta noche nos reuniremos y te pediré perdón. —Susurró.
Abrió el gas, cerró todas las ventanas y se tumbó en el sofá con la foto de su amada.
—¡¿Pero qué estás haciendo?!
La voz le asustó y se levantó con rapidez. Una figura encapuchada estaba en medio del salón.
—¿Quién es usted? ¿Qué hace en mi casa?
—¿Cómo? —le dijo la figura.—Pero si me acabas de llamar.
—¿Llamar? ¿Cuándo?
La figura suspiró y se sentó en una silla cercana.
—¡Vamos a ver! Desde el momento en que has abierto el gas, has cerrado las ventanas y te has tumbado ahí, me has llamado o ¿Es que acaso vas a negar mi existencia en este momento?
Julian estaba tan nervioso que se negaba a admitir quien era aquel personaje, pero la figura continuó.
—… ¡Tantos años de terapia para acabar así! Vamos hombre, si hubieras hecho caso a tu terapeuta, o psicólogo o como se llame, no te encontrarías en esta situación. Mira, lo que tu necesitas no es acabar con tu vida…
—¿No?
—No, hombre, no —dijo en tono conciliador—, lo que necesitas es terminar con el duelo, llora todo lo que necesites, mas de lo que has hecho y despídete de ella, si ella lo está deseando…
—¿Tú crees? —dijo mirando la foto al tiempo que la acariciaba.
—¡Pues claro! Recupera tu vida, tu trabajo, arregla un poco esta casa, que mas que una casa parece un panteón, sal respira, respira, respira…
—Respire hondo—le decía el sanitario al aplicarle el oxígeno en la camilla de la ambulancia que le llevaba al hospital—, ha tenido suerte, un anónimo ha llamado a emergencias a tiempo si no usted no lo hubiera contado.