En ocasiones oigo su música y me hace sonreír. Me hace recordar los momentos con buenos amigos.
—Jesús ¿Con cuál empezamos?
Los nervios detrás del telón no se podían reprimir.
—¡Hombre! Llevamos dos meses ensayando todas las noches y…
Se levanta aquel lienzo que nos separaba del público, al tiempo que oíamos el nombre de nuestro grupo. A ella se le escucha por lo bajito: “Un, dos, tres y…”
La música surge como un torrente inundando toda la sala, y provocando un silencio solo roto por las notas de nuestros instrumentos y los pies que siguen el ritmo.
Al terminar aplausos. Dos horas de concierto que se hicieron eternos, después relajación, alegría y abrazos nerviosos.
—Te das cuenta —dijo bajo su capucha y arrastrando su pesada guadaña—, los recuerdos hacen que volváis a estar todos juntos otra vez.
© Texto y foto de Jesús García Lorenzo