16 noviembre 2022

El diario

Ella guardó una rosa como recuerdo de su amor, una rosa entera sin deshojar. El tiempo la fue marchitando poco a poco. La falta de riego, de amor y la distancia fueron transformando sus hojas en quebradizas y de un color de muerte.

El diario donde ella escribía fue olvidándose. A las emocionadas páginas que describían una pasión siguieron otras de quejas y de desasosiego, hasta que el hastío dejó las páginas en blanco.

Un día ella volvió a enamorarse y la fiebre del amor surgió como una febril enfermedad. La pluma volvió a escribir apasionadamente olvidando la vida anterior. Páginas nuevas  donde se desbocaba la ilusión y el deseo.

Un día dejó de escribir, en la última página puso: “Me caso”.

Un anochecer de lluvia intensa se iluminó el desván, unas manos suaves y delicadas rebuscaron en un halcón. Las lágrimas, húmedas de añoranza, resbalaron por su mejilla  mojando aquella rosa grisácea que se deshacía entre los dedos de aquellas manos  deseosas  que el tiempo se hubiera detenido años atrás.

Me entristecí, al tiempo que sentí el calor de su pecho al ser abrazado. Mis páginas se estremecieron cuando su voz susurrante leía lo escrito sobre ellas.


 ©Jesús García Lorenzo