23 febrero 2012

La entrevista

A pesar de los quince años que Jesús llevaba como presentador de televisión, cada vez que se ponía delante de las cámaras sentía un hormigueo en el estómago. Esa tarde era la culminación de dos semanas de trabajos que empezaron cuando se recibió una carta en la redacción. El contenido de aquel sobre captó la atención, derivando luego al rechazo, y horrorizando al director del programa después de recibir una llamada autentificando la carta que había arrugado y lanzado a la papelera.

Jesús fue llamado al despacho para hacerse cargo de aquel sobre. Tras sentarse aceptó un Coñac para poder así afrontar lo que se le venía encima.

Una vez superado el susto, vieron la gran oportunidad que representaba aquella entrevista. Porque se trataba de eso, una entrevista a alguien a quien nunca en la historia se había realizado. El personaje en cuestión, que tuvo que identificarse, no puso ninguna condición, tampoco aportó ningún motivo antes de la entrevista, y apuntilló que respondería a cualquier pregunta fuera cual fuera su contenido e intención. Multitud de periodistas hubieran matado por formular las preguntas, pero solo uno debería hacerlas.

Tanto el director como Jesús se pusieron manos a la obra. Se debía realizar un cuestionario no muy avasallador, pero tampoco muy simple. Se debía dar la publicidad justa y atraer al máximo de televidentes. Contactar con el resto de las televisiones y radios pudiendo así contratar conexiones en todo el mundo. Las ganancias se contaban en cifras tan elevadas que eran difíciles de imaginar si no se usaba papel y lápiz.

Por fin llegó el día señalado. En la calle nadie. Las ciudades de todo el mundo parecían desiertas. La expectación fue total.

Los satélites se modificaron para poder obtener el máximo de cobertura. El planeta entero estaba pegado a los receptores de televisión. Las puertas de la cadena fueron cerradas, y el personal, en su totalidad, se concentró en el estudio donde se iba a realizar la entrevista.

Jesús sudaba bajo los focos; la maquilladora le aplicaba doble capa de maquillaje para evitar los brillos, al tiempo que él le decía que no importaba pues la imagen que aparecería en la televisión no sería la suya. El regidor gritó: «Cinco minutos». Todos miraron alrededor sin ver al personaje que iba a ser entrevistado.

Alguien pidió permiso, desde el fondo del estudio, para pasar, enseguida se le abrió un pasillo. Una mujer dolorosamente hermosa recorrió, con paso firme sobre sus tacones de aguja, el espacio abierto hasta el sillón que le esperaba bajo los focos.

Jesús se levantó para recibirla. Cuando llegó a su altura le ofreció un saludo caballeresco besando el dorso de su mano. Una sensación de frío recorrió su cuerpo al posar sus labios sobre la helada piel de la entrevistada.

Se sentaron uno frente al otro, y Jesús oyó por el pinganillo: «En el aire», y sin pensarlo dos veces realizó la primera pregunta totalmente improvisada.

—¿Cuál es su nombre?

La voz dulce, apacible y sensual de la invitada inundó el estudio.

—Mi nombre. Según los literatos, filósofos, sociólogos, médicos, doctos e intelectuales se me conoce por… La Limpia, La Blanca, La Tiznada, La Güera, La Novia fiel, La Impía, La Pelona, La Mocha, La Parca…, pero el más usado por el pueblo, gracias a los religiosos y pintores, es: La Muerte.

Un silencio sepulcral invadió aquel espacio donde horas antes se llenaba de algarabía y felicidad en un programa concurso. Nadie se atrevía, siquiera, a producir sonido alguno. Ni suspiros, ni carraspeos, ni respiraciones profundas.

El presentador, sudoroso, intento guardar la compostura ante aquel personaje representado en aquella belleza. Sin quererlo su mirada se fijo en el escote de su entrevistada, quien con un suave y rápido movimiento se desabrochó un botón, mostrando muy poco a la vista pero muchísimo para la mente.

Tras un carraspeo Jesús continuó:

—Siempre se la ha representado patética, tenebrosa, cruel; sin embargo en esta entrevista la vemos con una apariencia reluciente, bella, muy bella si me lo permite, y distinguida. Mostrando todo lo contrario que se esperaba encontrar en este plató. ¿Cuál es su verdadera imagen?

La invitada sonrió. Le dedicó una amplia y hermosa sonrisa a Jesús, luego con lentitud se volvió hacia la multitud congregada, ofreciéndoles otra distinta pero agradable. Después también con lentitud, y sin variar su sonrisa, fijó su mirada a la cámara que le enfocaba, y dijo:

—Mi imagen puede estar variando constantemente, pero siempre depende del corazón y de los ojos del que me mira.

—Señora, si me permite que la llame así —Jesús empezaba a sentirse cómodo con su entrevistada, y tras un leve movimiento de cabeza de ella, permitiendo, continuó—, su presencia siempre va ligada al final de la vida. Sin embargo está usted aquí a mi lado, y con todos los trabajadores de la cadena delante sin pasar nada, y con precaución lo digo. ¿Por qué propuso esta entrevista ante millones de espectadores, y en directo?

Ella, La Limpia, La Blanca, La Tiznada, La güera, La Impía, La pelona, La mocha, La Paveada, La parca, volvió su cabeza hacia la cámara que la enfocaba en un primer plano, y le dedicó una sonrisa pícara.

Multitud de explosiones con forma de hongo se sucedieron, una tras otra, en todo el planeta mientras en la retina de todos los televisores se registraba esa sonrisa sin precedentes.