28 octubre 2015

El fuego de campamento

Alrededor del fuego se reunió la tropa scout Browsea para celebrar Halloween. La noche transcurrió entre bromas y sustos. Cada patrulla representaba una historia de terror distinta adecuada a su disfraz.
«…y tras un descuido de los vigilantes la navaja del hombre de la máscara segó la garganta de la cocinera —relataba un miembro de la patrulla Lobos cuya cara estaba cruzada por una impresionante cicatriz que con el calor del fuego se le despegaba haciéndolo si cabe más terrorífico—, cuando la cogieron para amortajarla comenzó a gritar como una posesa que la dejaran en paz, pues aún no había terminado de hacer la cena…»
Las risas inundaron la reunión, y así una tras otra se fueron sucediendo historias a cual más terrorífica y que, al contrario de lo esperado, provocaban risas e incluso carcajadas.
Le tocó el turno a la patrulla Ardillas, su guía se levantó portando en la mano lo que se suponía era una espada, se detuvo en un lugar visible y blandiendo su arma comenzó a recitar unos versos:
« ¡Aparta, piedra fingida!
Suelta, suéltame esa mano
que aún queda el último grano
en el reloj de mi vida.»
Los ojos del resto de los scouts se abrieron como platos al oír recitar aquellos versos acompañados de gestos.
«… Yo, santo Dios, creo en ti;
si es mi maldad inaudita,
tu piedad es infinita…
¡Señor, ten piedad de mí!»
Todos se abrazaron cuando en la oscuridad de la noche y escondido entre las sombras que el fuego proporcionaba surgió un miembro de la patrulla gritando e interpretando su papel de fantasma.
«¡Ya es tarde!».
El silencio de la noche se apoderó de aquel fuego de campamento, los scouts amontonados junto a sus Guías reflejaban el miedo en sus caras, y la representación continuó.
«Cesad, cantos funerales; 
callad, mortuorias campanas;
ocupad, sombras livianas,
vuestras urnas sepulcrales…»
Tal fue el clímax creado que interrumpieron la representación para explicar que aquellos versos eran del temido Don Juan Tenorio de José Zorrilla.

«Con lo cual queda demostrado —finalizó la Guía de la patrulla Ardillas—, que ante las máscaras y disfraces, las velas y las calabazas, y las historias fugaces de muertes ensangrentadas no hay nada que atemorice más que la historia del Tenorio bien recitada».

©Jesús García L.

26 agosto 2015

Turisteando

Desconocía que era imprescindible dar leche a los camellos sin embargo fue condición sine qua non para turistear por el desierto.
Abel-li-Lamed me cobró lo que le alimentaría durante tres meses, pero los bellos ojos de Adela me miraron y no pude resistirme al atraco.

En un alto del camino pude admirar como el sol se ocultaba entre las dunas y a mi Adela cabalgando hacia el ocaso en brazos de Abel.

© Jesús García Lorenzo

19 agosto 2015

La visite



Le silence a invité á dîner chez lui murmure voisin et découvre tout un monde.











Traducción del relato: La visita del libro Brelatos de Jesús García Lorenzo.

© Jesús García Lorenzo

28 julio 2015

Deber y derecho

—¡No irás!
—¿Por qué no?
—¡Estás loca!
—¿Acaso no lo entiendes? ¡Es mi deber y he de hacerlo, y tú también!
—¡Dios me libre!
Andrés salió a la calle con su mejor vestido dispuesto a cumplir con su obligación. Al llegar una cola daba la vuelta a la esquina, pero no se amedrentó.
Estuvo aguantando insultos y empujones. Dos largas horas dando la callada por respuesta hasta que, llegado su momento, votó.
Veinte años después…
—¡Vamos Andrés!
—¡No tengas tanta prisa!
—No quiero pasarme mucho tiempo de pie, los tacones me están matando.

Juan y Andrés salieron cogidos de la mano camino del colegio electoral orgullosos de cumplir con su derecho.

© Jesús García Lorenzo

20 julio 2015

El deseo

La tarde en que Juan celebraba su sesenta cumpleaños  sintió un fuerte dolor en su brazo.
Esa noche en la habitación del hospital, mientras su mujer dormía a su lado en una butaca, la vio con semblante fresco y sonriente.
—No despertará —dijo refiriéndose a su mujer.
—¿Quién eres?
—Alguien que hará realidad tu deseo.
—No comprendo.
—¿Recuerdas tu petición al apagar las velas?
Quedó pensativo y sonrió.
—Veo que te acuerdas ¿Sigues deseándolo?
Miró a su mujer y pensó en los años felices.
—Sí, deseo borrar todos mis errores.
—De acuerdo. Qué seas feliz.
Un gran sopor le dejó dormido. 
Al despertar estaba sólo en la habitación de hospital.
Entró una enfermera sonriente que revisó su pulso y su presión sanguínea.
—Parece que todo está correcto.
—¿Dónde está mi…?
—¡Ah, su pareja! Al decir el doctor que no corría peligro, bajó un momento a desayunar ¡Mire ya está aquí!.
Miró hacia la puerta y vio a un hombre joven con barba de dos días que se le acercaba sonriente dispuesto a darle un beso. Levantó los brazos para detenerlo.
—¿Quién es usted? Y ¿Dónde está mi mujer?

La enfermera le dedicó una amplia sonrisa mientras sus pupilas se tornaban bermellón y en la habitación aparecía el olor inconfundible del azufre.

© Jesús García Lorenzo

12 junio 2015

Benixent

Fui creado en una hoja en blanco cuya virginidad fue rasgada por una pluma experimentada. Mi nombre da igual, mi creador todavía no me lo ha asignado, pero es el caso que estoy aquí para contarles un cuento. Sí, un cuento o una leyenda, pero juzguen ustedes.

El califa Amur Bel Aldib se enamoró de la hija del Emir. Alfara era tan bella que las estrellas eran las únicas que competían con ella. Cuando Amur y Alfara se conocieron, sus almas jóvenes y trepadoras se lanzaron al desenfreno del amor.
Pero la joven fue prometida a otro hombre por su padre el Emir. De nada sirvieron regalos y ruegos.
Una noche las estrellas y la luna se confabularon, y como una trepidante música de jazz en Si bemol, Amur escaló la verja de su amor y la raptó.
El Emir clamó venganza por su honor mancillado y el castillo de Amur fue asediado. Doscientos cincuenta habitantes del castillo murieron por el hambre. 
Alfara dio a luz a un varón, pero la debilidad no la dejo sobrevivir. El Emir furioso al enterarse de la muerte de su hija en el parto lanzó un ataque feroz.
Amur conocedor de que no podría contener el ataque llamó a una de sus sirvientas y le entregó a su hijo.
La batalla brutal causó la muerte de trescientos diez seres humanos. Amur fue capturado, torturado y ejecutado. Durante el interrogatorio el Emir sólo hacía una pregunta: “¿Dónde está mi nieto?”, la respuesta siempre fue: “¿Nieto, qué nieto?”.
El heredero de Amur fue buscado sin éxito.  Desconocedor del drama de su nacimiento creció de casa en casa; varios maestros le enseñaron y el pueblo lo llamó I-ben-i-gent, hijo de la gente.
Cuando los cristianos llegaron al lugar lo hicieron sin resistencia, su rey sorprendido por la facilidad de la conquista quiso averiguar el motivo.
Un grupo de ancianos se presentó ante él y le dijeron que en la ciudad no había ejército, sólo administradores elegidos por el pueblo entre los más sabios.
Aquel cristiano, astuto e inteligente, se interesó por los valores y la cultura de aquel pueblo sin dueño y señor. Dos días estuvieron departiendo los ancianos con aquel rey. Dos días enriquecedores. Al final de la segunda jornada los ancianos oyeron la pregunta que esperaban desde el principio : “¿Quién?”, a los que todos respondieron: “I-ben-i-gent”, “Bien ¿Y donde está?”, el más anciano se acercó a la puerta de la tienda cristiana y abriéndola señaló hacia el exterior, y con voz susurrante contestó: “Mi señor. Sus tropas lo están pisando”.
El transcurrir del tiempo y la mala utilización del lenguaje hizo que a aquel lugar lo llamaran Benixent.

¡No!, no intenten buscar ustedes en el mapa la ubicación de aquel lugar, no lo encontraran, pues al igual que la Atlántida hizo un viaje sin retorno, lo que acabo de  narrarles solo es un cuento o una leyenda que la pluma de mi creador me ha permitido contar.

© Jesús García Lorenzo

26 abril 2015

Furia desatada

E
l viento alcanza su máxima velocidad, girando sobre sí crea una espiral en forma de garganta hambrienta que va tragando casas, granjas y hasta una ciudad entera.
La fuerza de la naturaleza se desata provocando el pánico.
—¡A cenar!
—¡Ya voy, mami!
Juanito desconecta su trabajo de ciencias, y se dispone a lavarse las manos para cenar.

La naturaleza se queda en calma.


Este es uno de los relatos que podréis encontrar en el libro "Brelatos" en Amazon.

23 abril 2015

BRELATOS

Brelatos es el título de mi primer libro. un libro de relatos que, con seguridad,  llevará al lector a la línea en la que se juntan la realidad y la fantasía, y navegará teniendo a babor y estribor a la una y la otra.

Os adelanto unos párrafos de uno de los relatos:

L
a Nereida zarpa al rayar el alba como lo ha hecho durante veinticinco años. Es el último barco en salir. Seis mujeres susurran un hasta pronto. Un adiós bastaría para mentarla y la mala suerte siempre acude a la convocatoria.
El poblado, pequeño y pegado a la costa, reluce con la luz propia de los quinqués que realza la belleza de sus pequeñas casas encaladas. Detrás, majestuosa, se eleva la torre del campanario; en la iglesia, las mañanas que hay despedida el señor cura bendice a sus feligreses con una oración suave, como las que se realizan en la intimidad.

Cuando el sol sale, La Nereida está ya en el horizonte. Las seis mujeres no se moverán hasta que deje de verse la embarcación. Luego volverán a la rutina de la casa y más tarde, sentadas en las piedras de la playa, coserán, repararán y dejarán a punto las redes.

El resto de este relato y 34 más lo podéis encontrar en El libro "Brelatos" en la página de Amazon:



©Jesús García Lorenzo

05 enero 2015

La carta de Andrés

«Queridos Reyes Magos:
»Soy un niño de sesenta y tres años, y me he portado bien. Esta noche entrareis en millones de hogares para dejar regalos y hacer felices a muchos niños. La última vez que os escribí ¡Dios mío!, hace ya tanto tiempo.
»Esta mañana revolviendo entre cajas con la intención de hacer limpieza encontré una carta inacabada y recordé porqué. 
»Un día unos señores llegaron con la policía y nos echaron de  casa, y vosotros no aparecisteis para impedirlo. A partir de aquel año os olvidasteis de mi.
»Hoy he decidido escribir para pedir que no os olvidéis de esos niños que, como yo aquel día, hoy dormirán fuera de su casa porque alguien ha decidido que ya no es suya, aunque hayan nacido y crecido en ella. 
»Vosotros sois magos y podréis encontrarlos allí donde estén y hacer que se olviden, al menos por un momento, de que no están en su casa.
»He encontrado por internet un correo electrónico al que os envío mi carta en forma de email; seguro que no tendréis problema con esto.
»Siempre vuestro.»
Al día siguiente Andrés, mientras desayunaba puso la radio, y escuchó:
“La policía ayer se negó a desalojar a veinte familias en otras tantas ciudades españolas. Según aseguró el portavoz del Cuerpo de Seguridad del Estado estaban cumpliendo órdenes recibidas por un correo electrónico. Ante tal hecho hoy se reunirá de urgencia el comité de crisis del estado.”

Andrés se acercó al belén que tenía en el salón y a las figuras de los Reyes Magos les susurró: “Gracias”, y los tres volviéndose hacia él le contestaron: “De nada”.