Fui creado en una hoja en blanco cuya virginidad fue rasgada por una pluma experimentada. Mi nombre da igual, mi creador todavía no me lo ha asignado, pero es el caso que estoy aquí para contarles un cuento. Sí, un cuento o una leyenda, pero juzguen ustedes.
El califa Amur Bel Aldib se enamoró de la hija del Emir. Alfara era tan bella que las estrellas eran las únicas que competían con ella. Cuando Amur y Alfara se conocieron, sus almas jóvenes y trepadoras se lanzaron al desenfreno del amor.
Pero la joven fue prometida a otro hombre por su padre el Emir. De nada sirvieron regalos y ruegos.
Una noche las estrellas y la luna se confabularon, y como una trepidante música de jazz en Si bemol, Amur escaló la verja de su amor y la raptó.
El Emir clamó venganza por su honor mancillado y el castillo de Amur fue asediado. Doscientos cincuenta habitantes del castillo murieron por el hambre.
Alfara dio a luz a un varón, pero la debilidad no la dejo sobrevivir. El Emir furioso al enterarse de la muerte de su hija en el parto lanzó un ataque feroz.
Amur conocedor de que no podría contener el ataque llamó a una de sus sirvientas y le entregó a su hijo.
La batalla brutal causó la muerte de trescientos diez seres humanos. Amur fue capturado, torturado y ejecutado. Durante el interrogatorio el Emir sólo hacía una pregunta: “¿Dónde está mi nieto?”, la respuesta siempre fue: “¿Nieto, qué nieto?”.
El heredero de Amur fue buscado sin éxito. Desconocedor del drama de su nacimiento creció de casa en casa; varios maestros le enseñaron y el pueblo lo llamó I-ben-i-gent, hijo de la gente.
Cuando los cristianos llegaron al lugar lo hicieron sin resistencia, su rey sorprendido por la facilidad de la conquista quiso averiguar el motivo.
Un grupo de ancianos se presentó ante él y le dijeron que en la ciudad no había ejército, sólo administradores elegidos por el pueblo entre los más sabios.
Aquel cristiano, astuto e inteligente, se interesó por los valores y la cultura de aquel pueblo sin dueño y señor. Dos días estuvieron departiendo los ancianos con aquel rey. Dos días enriquecedores. Al final de la segunda jornada los ancianos oyeron la pregunta que esperaban desde el principio : “¿Quién?”, a los que todos respondieron: “I-ben-i-gent”, “Bien ¿Y donde está?”, el más anciano se acercó a la puerta de la tienda cristiana y abriéndola señaló hacia el exterior, y con voz susurrante contestó: “Mi señor. Sus tropas lo están pisando”.
El transcurrir del tiempo y la mala utilización del lenguaje hizo que a aquel lugar lo llamaran Benixent.
¡No!, no intenten buscar ustedes en el mapa la ubicación de aquel lugar, no lo encontraran, pues al igual que la Atlántida hizo un viaje sin retorno, lo que acabo de narrarles solo es un cuento o una leyenda que la pluma de mi creador me ha permitido contar.
© Jesús García Lorenzo
Hermosa historia donde el odio, y el amor, de unos y otros puede causar tantas tragedias. Quizá no podamos encontrar Benixent pero si beniali, benejuzar, Beneixama, benimaclet, Benimodo... Y tantas otras poblaciones de origen árabe.
ResponderEliminarGracias, Amparo por pasarte y comentar, y Sí seguro que en cualquier pueblo de origen árabe de la Comunidad Valenciana se encuentra alguna historia o leyenda interesante.
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