16 octubre 2010

La entrevista

Presentarse ante las cámaras siempre producía en Jesús un hormigueo en el estómago. Pero en aquella ocasión el motivo era la entrevista que iba a realizar a un personaje que se ofreció voluntariamente a salir por televisión, y responder a todas sus preguntas, fueran cuales fueran. Multitud de periodistas hubieran matado por formularlas.

Tal fue la expectación en el mundo que, por el mero hecho de averiguar si era verdad, se contrataron conexiones vía satélite. Las puertas de la cadena fueron cerradas, y el personal, en su totalidad, se concentró en el estudio.

Cuando Jesús oyó por el pinganillo: “En el aire”, formuló su primera pregunta sin presentación alguna.

—¿Cuál es su nombre?

La voz dulce, apacible y sensual de la invitada inundó el estudio.

—Según los literatos, filósofos, sociólogos, médicos e intelectuales se me conoce por… La Limpia, La Blanca, La Tiznada, La Güera, La Novia fiel, La Impía, La Pelona, La Paveada, La Mocha, La Parca…, pero el más usado por el pueblo, gracias a religiosos y pintores, es: La Muerte.

—Siempre se la ha representado patética, tenebrosa, cruel; sin embargo en esta entrevista la vemos con una apariencia reluciente, bella y distinguida, alejando de sí el temor. ¿Cuál es su verdadera imagen?

La invitada sonrió, miró a la multitud congregada, y fijando su mirada en la cámara que le enfocaba, dijo:

—Mi imagen depende de los ojos que me miran.

—Su presencia —continuó Jesús—, siempre va ligada al final de la vida ¿Por qué propuso esta entrevista ante millones de espectadores, y en directo?

Multitud de explosiones con forma de hongo se sucedieron, una tras otra, en todo el planeta al iniciar esta última pregunta.