En el edificio de correos hay un gran revuelo. En la era del email, una carta con su sobre y su sello apareció sin saber cómo.
Decenas de ojos la observan con asombro. Un empleado la recoge y lee en voz alta: «Jesús García. A recoger en carteria».
La pasaron por el escáner para descartar una bomba.
Una mañana, apareció un niño dirigiéndose a la única ventanilla que permanecía abierta.
—Buenos días, vengo a recoger una carta.
—¿Cómo dices, niño?
—Me llamo Jesús García y quiero recoger una carta que es de mi propiedad.
Las risas llegaron hasta el despacho del director quien, con una sonrisa en los labios, se encaminó al vestíbulo para hablar con el niño.
—Perdona, ¿dices que tenemos una carta para ti?
—Así es.
—¿Y cómo sé que dices la verdad, tienes algún documento que te identifique?.
—No, pero si quiere mi carnet de Boy Scout.
—Lo siento niño, pero sólo a un adulto responsable le puedo entregar esa carta.
—Más lo siento yo, pues no esperaba esa respuesta de quién se enorgullece de entregar todas las cartas a sus destinatarios, y no solo a los adultos responsables.
Jesús García salió del edificio con su carta en la mano y con un silencio cortante detrás de él.