21 marzo 2011

Furia desatada

El viento alcanza su máxima velocidad. La que se le ha ordenado.

Girando sobre sí, crea una espiral en forma de garganta hambrienta que va tragando casas, granjas y hasta una ciudad entera.

La fuerza de la naturaleza se desata provocando el pánico.

—¡A cenar!
—¡Ya voy, mami!

Juanito desconecta su trabajo de ciencias, y se dispone a lavarse las manos para cenar.

La naturaleza se calma.

10 marzo 2011

Fantasmagoría



Todas las mañanas lo mismo: que si no he arreglado mi cuarto, si no he hecho la cama, que si… cualquier cosa era motivo suficiente para llamarme la atención.

Luego los desayunos, insoportables. Los únicos sonidos perceptibles eran el crujir de las hojas del periódico, o el tintineo de la cucharita de café intentando disolver el azúcar.

El momento feliz: el de la comida. Sentado a la sombra de un árbol, en el césped, y con mi chica al lado. Aún estando rodeados de gente, y en medio del campus, era fantástico.


Se llama Eloísa. Eloísa, qué nombre más poético. Es bonita e inteligente. Mi complemento. ¿Cuál será el motivo por el que está conmigo, por qué me eligió? Me da miedo preguntárselo abiertamente.

Un domingo nos tomamos un descanso lejos de la ciudad. El día acompañaba, y descalzos paseamos por la playa. Los rayos del Sol nos acariciaban, mimaban e invitaban a que habláramos con serenidad. Ella contó sus problemas en casa, yo los míos. Y la mañana pasó muy feliz.

De vuelta al caer la tarde, otra vez más de lo mismo: arregla tu cuarto, estudia, pon la mesa para cenar… siempre igual.


Una noche recibí la llamada de Eloísa, estaba alterada, nerviosa y llorando. No pregunté. Salí de casa como una exhalación sin decir nada, sin dar ninguna explicación. Oí reproches y quejas tras de mí. Cuando llegué a casa de Eloísa encontré lo inesperado.


Al abrir la puerta llevaba el vestido hecho jirones, marcas de golpes en la cara y sangre, mucha sangre. La abracé intentando calmarla, mas entre sollozos, dijo: «Está ahí». Pasé al salón y lo vi, boca abajo con la cabeza rota «Pero ¿Qué has hecho?», susurré.

Acurrucada en el suelo y llorando, me lo contó: su padrastro estaba bebido, e intento abusar de ella. En la lucha consiguió zafarse de él y coger algo con qué defenderse. Sin pensar, en un instinto de supervivencia, le golpeó varias veces hasta que se desplomó. Al caer vio la sangre, se asustó e intentó reanimarle, pero ya estaba muerto.


Pregunté si había llamado a su madre, que se encontraba en casa de su abuela, y no obtuve respuesta, así que fui al baño en busca de una toalla para limpiarle la sangre, y encontré algo aterrador. Con medio cuerpo dentro de la bañera, y el otro medio fuera, se encontraba la madre de Eloísa. Me acerque y comprobé que estaba muerta. Había sido ahogada. Horrorizado me dirigí al salón, estaba hecho un manojo de nervios, y vi a Eloísa como nunca imagine verla. Su pelo rubio cayéndole por los hombros y tapándole media cara, su figura perfecta, insinuante y sexi. Sonriente me llamaba con dulzura: ven, cariño. Ven, amor mío.

Fue más que una atracción fatal. Fue hipnotismo, amor, seducción y dolor. Mucho dolor al notar como entraba en mi cuerpo la afilada hoja del cuchillo que…

—¡Un momento, tronco! ¿Pero a qué estás jugando? Yo soy el Prota, tío ¿Y se te ocurre matarme, qué has fumado?

—Perdona ¿Cómo dices?

—¡Pues está claro! Que cambies el desarrollo de la historia. Que ella no puede matar al Prota ¿Entiendes?

—A ver qué te parece esto.


Fue la más fatal de las atracciones. En el momento que quiso clavarme el cuchillo, mi gran adiestramiento la desarmó. Mi caballerosidad me impidió matarla, y la entregué a la policía con una nota que decía: «Aquí les dejo, maniatada, una joya. Los dos cuerpos son de su cosecha, como lo demostrarán las pruebas científicas. Atentamente 009, con licencia para todo»


—¡Muy bien, tronco! ¿Pero, qué haces? ¡No, la tecla suprimir no!


El doctor, sentado, chupaba su pipa con tranquilidad mientras escuchaba a su paciente.

—Desde que borré de mi ordenador aquella novela, cada vez que intento empezar otra, se me aparece una y otra vez el mismo personaje ¡Quiere ser el protagonista! ¿Qué hago, doctor?


—¿A intentado matarlo?

—Sí, pero vuelve a surgir. No sé qué puedo hacer.


El doctor quitándose la pipa de la boca dijo:

—Pues darme el papel de Prota, tronco.