23 noviembre 2012

Altanez



 Esto es:
 ¡El mundo desconocido de las letras!




Altanez


Con una mirada impertinente, gesto desairado, postura altiva y envidiosa, andaba Alicia por este mundo. Gustaba de esos programas de televisión donde los tertulianos destrozan a cualquier famoso con sus comentarios gratuitos.
     Tenía una niña que creció con esa escuela. Si algo no se conseguía no era por falta de medios, posibilidades o de esfuerzo, era porque los Hados se habían confabulado en su  contra. Pero si alguien de su entorno, fuera quien fuera, lo alcanzaba, se aplicaba rápidamente la ley del favoritismo o la compra, y así se destrozaba verbalmente y con rapidez a quien no interesaba. No fallaba nunca.
     No contaba con amigos. Todos eran enemigos. «¡Hasta ahí podríamos llegar!» Se repetía con orgullo manifiesto, y a continuación decía: «Criados servirme que de buena cuna vengo, las clases sociales se crearon por algo, y no precisamente para ser mezcladas». Este pensamiento era su lema y su fuerza.
     —¿Te leo la mano niña?
     —¡Déjela en paz!
     —¡No, mamá!
     —Pero, ¿qué dices?
     La gitana, de ojos negros y cabello azabache, cogió con rapidez y fortaleza la manita que se extendía hacia ella. Paseó, sin rozar su piel, sus dedos sobre la palma, y levantando lentamente la cabeza, dirigió a la madre una mirada penetrante. Alicia se sintió insultada, aquellos ojos hablaban solos y le decían algo que no quería oír.  Con un fuerte tirón apartó la mano de su hija, y entre lloros y a la fuerza se la llevó lejos.
     —¿Qué has visto? —preguntó una joven gitana.
     —Algo que nunca tendrás —contestó la adivina sin dejar de observar cómo se alejaba Alicia y su hija.
     —¿Riquezas, posición, un novio…?
     —Un corazón negro.
     Una risa histérica y repleta de carcajadas, acompañaba a los golpes de cuchillo que en el pecho recibía Alicia de manos de su hija ya adolescente. Un hombre, de raza gitana, miraba espantado desde el alféizar de la puerta, la respuesta que se daba a la negativa de boda.