Esto es:
¡El mundo desconocido de las letras!
Altanez
Con una mirada impertinente, gesto
desairado, postura altiva y envidiosa, andaba Alicia por este mundo. Gustaba de
esos programas de televisión donde los tertulianos destrozan a cualquier famoso
con sus comentarios gratuitos.
Tenía
una niña que creció con esa escuela. Si algo no se conseguía no era por falta
de medios, posibilidades o de esfuerzo, era porque los Hados se habían
confabulado en su contra. Pero si
alguien de su entorno, fuera quien fuera, lo alcanzaba, se aplicaba rápidamente
la ley del favoritismo o la compra, y así se destrozaba verbalmente y con
rapidez a quien no interesaba. No fallaba nunca.
No
contaba con amigos. Todos eran enemigos. «¡Hasta ahí podríamos llegar!» Se
repetía con orgullo manifiesto, y a continuación decía: «Criados servirme que
de buena cuna vengo, las clases sociales se crearon por algo, y no precisamente
para ser mezcladas». Este pensamiento era su lema y su fuerza.
—¿Te
leo la mano niña?
—¡Déjela
en paz!
—¡No,
mamá!
—Pero,
¿qué dices?
La
gitana, de ojos negros y cabello azabache, cogió con rapidez y fortaleza la manita
que se extendía hacia ella. Paseó, sin rozar su piel, sus dedos sobre la palma,
y levantando lentamente la cabeza, dirigió a la madre una mirada penetrante.
Alicia se sintió insultada, aquellos ojos hablaban solos y le decían algo que no
quería oír. Con un fuerte tirón apartó
la mano de su hija, y entre lloros y a la fuerza se la llevó lejos.
—¿Qué
has visto? —preguntó una joven gitana.
—Algo
que nunca tendrás —contestó la adivina sin dejar de observar cómo se alejaba
Alicia y su hija.
—¿Riquezas,
posición, un novio…?
—Un
corazón negro.
Una
risa histérica y repleta de carcajadas, acompañaba a los golpes de cuchillo que
en el pecho recibía Alicia de manos de su hija ya adolescente. Un hombre, de
raza gitana, miraba espantado desde el alféizar de la puerta, la respuesta que se daba a la negativa de boda.