23 abril 2011

Libros de luz o de papel

Hoy es el día del libro, y muchos lectores se lanzan en busca del libro que deseaban leer, o el que deseaban regalar. Hoy en todas las ferias del libro existe un pequeño rincón donde se dan a conocer un tipo de libro nuevo.

A esos nuevos libros va dedicado este artículo de opinión


Libros de luz o de papel



La venta de libros Digitales ha desatado discusiones y enfrentamientos en el mundo de la literatura.

Veamos primero qué es un libro digital y su lector. El libro digital o e-book es un libro digitalizado; dicho así parece que no aportamos nada, pero si descubriéramos que ese libro se puede leer en cualquier medio menos en un soporte de papel, podríamos caminar hacia algo interesante. ¿Y si ese texto se pudiera leer en un aparato destinado solo para ese fin? Entonces estaríamos hablando del lector de libros digitales, también llamado e-reader.

Algunos se preguntarán: ¿El e-book se puede leer en un ordenador? ¡Claro que sí!, en un ordenador, Tablet, Mp4 e incluso en un móvil. A diferencia de estos, los e-reader se crearon específicamente para la lectura: usan la llamada tinta electrónica o e-ink y no necesitan retroiluminación.

La tinta electrónica no es realmente una tinta; es una pantalla tan fina y flexible que se puede doblar sin romperse. Esta pantalla está formada por microtransistores que, al aplicárseles una carga eléctrica, varían su tonalidad formando diversas imágenes: letras, rayas, etcétera. Con este tipo de pantalla se crearon los e-readers; los Tablets que actualmente están en el mercado llevan este tipo de tinta para leer texto.

¿Y qué es la retroiluminación? Podríamos definirla como la luz que procede del interior. Las pantallas de televisores, ordenadores, teléfonos móviles, MP4 y Tablets pueden verse en la oscuridad gracias a esta luz. Ello se convierte en una desventaja cuando se trata de leer un texto extenso o durante un periodo de tiempo largo, puesto que el ojo humano recibe radiación lumínica y se cansa o agota. El e-reader no cuenta con esta luz interior, por lo que, al igual que el papel, necesita de una luz externa para visualizar las imágenes en su pantalla. Y esto sí que marca diferencia con los ordenadores y los Tablets. Aquel que ha leído un libro en un Tablet, y lo ha hecho también en un lector de libros digitales, sabe perfectamente de lo qué hablo.

Pero hay una clase de textos que en los Tablets se pueden leer mejor que en un lector o e-reader: son las revistas, los periódicos y los cómics. Y no porque no se pueda verse en los lectores, que se puede, sino porque los Tablets son en color y cuentan con unas pantallas diseñadas como las de un ordenador, mientras que los lectores son en blanco y negro y con pantallas ideadas para leer libros, con ilustraciones, pero libros. Por lo tanto si lo que se quiere es leer revistas como Prosofagia o cualquier otra, y apreciarla tal como fue concebida, está claro que el Tablet es ideal.

Pero los e-readers no tardarán, esa es mi impresión, en igualar esa cualidad del Tablet, porque la tecnología avanza a una velocidad vertiginosa. Hasta ahora se les ha ido dotando de variadas formas y tamaños, y con prestaciones para que leer en ellos se parezca lo más posible a hacerlo en papel. Por ello algunos permiten subrayar y tachar el texto, marcar páginas y realizar anotaciones y dibujos a mano alzada, todo mediante un lápiz especial llamado “Lápiz de resonancia electromagnética”, que no hace otra cosa que variar la polaridad de los microtransistores para generar imágenes. A estos e-readers se les denomina táctiles.

Pues bien, estos e-books y e-readers tienen sus defensores y sus detractores.

Los defensores —la mayoría de la industria electrónica— esgrimen argumentos como la protección del medio ambiente, transporte de gran número de textos en un reducido tamaño, y que no pesa. Pero lo que no dicen es que se necesita de una batería eléctrica para su funcionamiento. Que se avería, que se rompe si cae al suelo, que el excesivo calor o frío puede perjudicarla, y que no sirven como decoración, ni para calzar una mesa.

Sin embargo existen muchos más detractores, como la escritora Almudena Grandes, que en su artículo en El País Semanal fechado el 25 de abril del 2010, con el título: “El oficio de escribir”, defiende el libro tradicional a capa y espada: “…Un libro que se puede llevar en el bolso, doblar, subrayar, marcar, prestar y releer infinitas veces. // Un libro no es sólo el fruto del trabajo de su autor. Más allá del texto, trabajan un editor, un diseñador, un corrector de pruebas, un impresor, un distribuidor, un agente, un equipo de promoción, otro de marketing, las secciones de los medios de comunicación, y al final, un librero. Si desaparecen los libros, y permanecen sólo los archivos de texto que los originan, desaparecerán todos estos sectores.”. En general la tónica de los detractores ante el e-book es la misma: pérdida, desprestigio y miedo.

Tanto los opositores como los que abogan por la lectura digital descuidan un factor importante: el lector. El usuario que compra libros, y que disfruta leyéndolos. El que con su dinero ayuda a que el sector no muera.

Pero el vulgarmente denominado hombre de la calle, ¿qué opina? La pregunta me inquietó hasta el punto de lanzarme allí, a la calle, y preguntar a conocidos y desconocidos. Un total de cincuenta personas que tuvieron la amabilidad de contestar a mis preguntas. Al no ser un encuestador profesional, el resultado puede considerarse no fiable, pero sin duda es significativo. Lectores ocasionales, y devoradores de libros. Con lecturas variadas, y edades entre 20 y 60. ¿El resultado? Sorprendente. Distinguí dos grupos: los que no conocen el e-book y los que sí lo conocen. En el segundo grupo, la mayoría no estaba ni a favor ni en contra de los libros digitales. Una minoría se declaraba en contra.

Los que estaban en contra, evidentemente, ni llevaban intención de comprar un e-book ni de adquirir un e-reader, pero admitían leer o haber leído a través de internet periódicos y primeros capítulos de novelas que, gratuitamente, las editoriales exponen en la web.

Sin embargo, los de ni fú ni fá estaban divididos —más o menos a partes iguales— en la intención de adquirir algún e-reader. Unos no se lo habían planteado, y otros esperaban que los precios bajaran. Algunos incluso ya contaban en su poder con alguno, bajándose libros gratuitos (pirateados) de internet, porque los libros digitales llevan una protección, la llamada DRM (Digital Rights Management), que impede ciertas posibilidades que ofrece el libro tradicional. Hacían hincapié, eso sí, en que también compraban libros en formato papel. Pero todos, los dos grupos iniciales, estaban de acuerdo en una cosa: la convivencia de lo tradicional y lo digital sería beneficiosa para el lector.

Entre los entrevistados se encontraban maestros de escuela, que manifestaron una idea interesante: «Llegará el día que los alumnos llevaran un e-reader con todos los libros, usándolo incluso como libreta». Esta observación hizo que me fijara en las pesadas mochilas que llevan los estudiantes de primaria y segundaria, a la espalda.

Ante todo esto surge una pregunta: ¿realmente el libro digital es una amenaza? Entre los profesionales del sector: autores, editores y libreros —sin menoscabar a todos los profesionales que existen entre el autor y el librero— división de opiniones. A nadie se le escapa que prestigiosas editoriales venden libros digitales, y que algunos autores, a través de sus blogs, obsequian gratuitamente sus obras en este soporte. Pero todos manifiestan un miedo. El miedo a la piratería. ¿Será esa la razón de ser del DRM? Mientras que un libro en formato papel se puede prestar, regalar, donar, fotocopiar o escanear, intercambiar e incluso revender, al libro digital se le rescinden estas y muchas más opciones al interponerse el DRM.

Cierto es que por la red circulan libros gratuitos, que han sido pirateados, o no, pero la mayoría se han hecho desde un libro de formato papel, y una minoría desde el proceso editorial, y sin llevarnos a engaño, los e-books sin ningún tipo de protección favorecerían esta piratería ¿Es ese el miedo? ¿O las pérdidas de dinero o puestos de trabajo, como defienden algunos? ¿O las tres cosas?

Desde hace más de veinte años se utilizan medios digitales. El tipógrafo dejó de mancharse los dedos con tinta. Los autores, editores, diseñadores, correctores, impresores, distribuidores, agentes, equipos de promoción y marketing, periodistas y libreros realizan su trabajo con tecnología digital. Desde los procesadores de texto, programas de dibujo, correo electrónico, fotografía digital, hasta incluso las cajas registradoras. Los periódicos utilizan técnicas digitales para su composición, impresión, maquetación y distribución. Infinidad de actos cotidianos tienen en su proceso la presencia de tecnología digital.

Mi opinión más sincera es que la técnica digital y la tradicional pueden convivir, como lo han hecho la radio y la televisión, el video y el cine, la música en directo y la enlatada, y hacerlo bajo unas normas para todos, porque igual que se puede piratear un libro con soporte digital, se puede hacer con uno de papel. Igual que se subraya, anota, marca y estropea un texto en un libro de papel, se hace en uno digital. En el afán por ganar más dinero, y controlar el sector editorial, está, pese a algunos, el problema. Y cuyo daño colateral es el fin de todo escrito: el lector.

Muchos —y soy consciente de ello— podrán no estar de acuerdo con lo que se ha dicho aquí, incluso hasta exponiendo argumentos irrefutables, pero los darán a conocer de la única manera que, hoy por hoy, se puede hacer. Utilizando un medio con tecnología digital.

_______________________________________________________________

Página —digital— donde se puede leer el artículo citado de Almudena Grandes

http://www.elpais.com/articulo/portada/oficio/escribir/elpepusoceps/20100425elpepspor_22/Tes

16 abril 2011

Turisteando

No sabía que era imprescindible poner leche a los camellos, y sin embargo fue la condición sine qua non para turistear por el desierto.

Abel-li-lamed me cobró lo que seguramente le mantendría alimentado a él y al camello durante al menos un mes, pero los ojos de Adela me miraron, y no pude resistirme al atraco.

En un descanso de la ruta vi algo maravilloso: una puesta de Sol entre las dunas, y a mi Adela abrazada a Abel-li-lamed en mi camello en dirección a ese ocaso.

Cuando el sol se pone también lo hacen otras cosas.

09 abril 2011

Lamentos

No sabía que era imprescindible poner leche a los camellos, aunque no me extraña, hay tantas cosas que desconozco que estoy en el mundo para que haya de todo.

A mi casa viene Santa Claus, porque los Reyes Magos un año se quedaron sin camellos, pues confundí el pienso con… ¡Atchís! Vaya ya me he resfriado.

Si es que estoy en el mundo por equivocación.