24 agosto 2022

La decisión de las Musas


Calíope ejerciendo de hermana mayor argumentó todos los contras de la proposición de su hermana menor Urania.

—Algo de razón tiene. —apuntilló Talía.

Las demás estaban en silencio, esperando acontecimientos y observando cómo a su hermana mayor le iba subiendo su enfado mientras que Urania exponía sus pros.

La proposición estaba sobre la mesa, sin embargo y a pesar de la reacción adversa de Calíope se respiraba una aceptación generalizada que la hermana mayor acabó por asimilar.

—¡Yupi! Nos vamos de vacaciones.

Talía no pudo reprimirse y sus saltos y gritos de alegría fueron contagiosos, todas hasta Calíope lo festejaron, pero Clío verbalizó lo que todas pensaban y no se atrevían a decir en voz alta.

—¿Qué opinará nuestro padre?

— ¿Y si no se lo decimos? —Melpómene se atrevió casi como un susurro a exponer lo que pensaba.

Todas callaron, el silencio se hizo patente hasta que Euterpe con una sonrisa pícara y mirando a sus hermanas concluyó que si lo distraía alguien no se enteraría.

Hicieron cavalas, estudiaron posibilidades y llegaron a una conclusión: « Apolo » Fue unanime, hasta Terpsícore que era algo reticente con mentir, pero con el gusanillo de la tentación a flor de piel aceptó.

El acuerdo con Apolo fue duro de conseguir, pero lograron embaucarlo para que durante una temporada el gran Zeus estuviera tan distraído como para que no pensara en sus hijas.

Las Musas Griegas, la fuente de creación cultural, se tomaron unas vacaciones.

En la tierra algo se paralizó de repente. Los músicos no componían nuevas melodías, los escritores no entregaban sus obras a editar porque se habían quedado en blanco, los actores no improvisaban porque no sabían cómo, en el mundo de las ciencias los astrónomos les daba pereza mirar a las estrellas, los matemáticos les dolía la cabeza cada vez que veían números. En general la creación se había paralizado. El mundo entró en crisis.

Erato, tumbada en su hamaca  miraba con atención a los hombres que se lanzaban desde el trampolín de la piscina. « tienen cuerpos que se asemejan a Apolo », pensaba mientras saboreaba una bebida extraña pero cuyo sabor le agradaba. A su lado Clío con los ojos cerrados saboreaba como el sol acariciaba su piel, y pensaba en la cantidad de hombres a lo largo de la historia hubieran deseado estar como ella en ese momento.

Terpsícore fue sacada de una clase de bachata a rastras por su hermana Melpómene ante una urgente noticia que acababa de recibir de Apolo. Todas con una prisa inusual en ellas fueron corriendo al lugar donde se encontraban Erato y Clío. Tuvieron una reunión en la habitación del hotel y comenzaron a temblar cuando oyeron la voz de Zeus.

—El mundo está muriendo, —comenzó Zeus—la cultura ha desaparecido de la faz de la tierra, los habitantes del planeta están olvidando como se escribe, como se pinta, como se baila, como se hace música como se…

Las Musas estaban abrazadas unas a otras esperando el castigo que fue rotundo, y sin posibilidad de apelación.

En la tierra surgieron grandes cerebros, que publicaron novelas que siglos después aún se leen, hermosas pinturas que reflejaban hechos históricos y que todavía se pueden ver y disfrutar, poesías que engrandecen el alma, descubrimientos astronómicos y matemáticos que revolucionaron la tierra, obras musicales que enternecieron y enfurecieron, distrajeron y sosegaron, historiadores que enseñaron y oradores que maravillaron.

El castigo duró y duró, hoy en día las musas no paran de trabajar, y si en algún momento te ves con la mente aturdida, o deseas desafiar a la hoja en blanco, llámalas, tienen que cumplir un castigo.


©Jesús García Lorenzo

10 agosto 2022

El hombre que respiraba música

Cuando se jubiló en lugar de ver en ello una desgracia vio la puerta abierta a sus aficiones. Todo aquello que no pudo realizar durante su vida laboral lo podía hacer, tenía todo el tiempo del mundo.

El primer día se despertó a la hora habitual para acudir al trabajo, fue una decepción, pero poco a poco se habituó a poder abrir una ventana y mirar al sol en pijama.

El segundo día lo dedicó a limpieza general, abrir armarios y deshacerse de todo aquello que le recordara la vida laboral. Estaba en una etapa nueva, libre y esperanzadora.

En una caja forrada de polvo encontró un estuche que le devolvió a su juventud, en ella dormía un clarinete. A su lado otra caja contenía partituras, lengüetas de caña, vaselina y demás utensilios para el instrumento encontrado.

Lentamente montó el clarinete, adecuó la lengüeta de caña a la boquilla, apoyó su dedo pulgar de la mano derecha en su lugar, dispuso el resto de dedos y se llevó el instrumento a la boca.

El sonido que oyó fue desagradable. ¡Hace tanto tiempo!, se dijo excusando su torpeza. Lo intentó de nuevo y poco a poco fue sacando un sonido mejor que el anterior. Recordó que no muy lejos de su casa existía una unión musical y se preguntó si…

Acudió al local y vio que a él acudían niños con sus instrumentos, se decidió a entrar. Un espacio diáfano daba paso a lo que indicaba ser la secretaría, y a un pasillo desde donde se podía oír el sonido de varios instrumentos, un saxo, un clarinete, una trompeta, una tuba y varios instrumentos de viento.

—¿Deseaba alguna cosa?

Una voz femenina le devolvió al lugar y al motivo por el que estaba allí.

—Sí, verá, me preguntaba si daban clases a adultos.

—¡Claro que sí! —Le dijo con entusiasmo aquella mujer, e indicándole la secretaría— Pase siéntese y hablamos.

En cuestión de una semana acudió con su clarinete a su primera clase, en ella se encontraba su profesora que estaba calentando la madera de su instrumento con unas escalas. La primera clase fue mas bien de información, tanto para él como para su profesora que al comprobar que , aunque algo olvidado, conocía el clarinete, el solfeo y sólo necesitaba práctica y método.

El tiempo transcurrió, los ejercicios cada vez más complicados pero que no suponían una dificultad, poco a poco nuestro clarinetista fue recuperando la habilidad que de joven había aprendido. Era feliz interpretando partituras, e incluso llegó a unirse a varios compañeros para formar un grupo musical y poder disfrutar juntos de la música. Consiguieron que les concedieran un local donde reunirse para ensayar y tocar. Llegaron a hacerlo tan bien que alrededor de la puerta, que al final no se cerraba, se reunían gente para poder escucharlos.

Un día recibieron la noticia de que el ayuntamiento dejaba de subvencionar la música y que la unión musical debía cerrar sus puertas por falta de ingresos.

Nuestro jubilado comenzó una campaña en contra de aquel despropósito, consiguió publicar en los periódicos locales artículos defendiendo la música, participar en programas de radio y televisión, fue tal el escándalo que organizó que las autoridades optaron por la via más directa. Quedó prohibida la música.

En la puerta de urgencias del hospital apareció un hombre con las manos en la garganta, su cara reflejaba un leve color azul, una enfermera gritó pidiendo ayuda, al instante aparecieron médicos y auxiliares, le aplicaron oxígeno, pero éste se les moría ahogado. 

En el box junto al que se encontraba el ahogado, sonó un violín, una niña al que estaban escayolando una pierna le habían llevado sus padres su instrumento para que se calmara y desoyendo la orden municipal lo hizo sonar.

Los instrumentos médicos acoplados a nuestro jubilado indicaron que comenzaba a respirar. Ante la perplejidad de los sanitarios se levantó de la camilla y se encaminó al box donde la niña interpretaba a Mozart, y frente a ella respiro hondo.