20 febrero 2011

¡Por allá resopla!

El Sol, como cada mañana, emerge por el horizonte bostezando, sacudiéndose las gotas de sal adheridas a su cuerpo. La mar le ha servido de cobijo durante noche.

Un barco surca las aguas en busca de seres vivos que capturar.

Desde las profundidades surge la alarma. Una ballena se ha extraviado. Los delfines, guardianes de la vida, se lanzan en su busca.

—¡Por allá resopla!

La voz del vigía concentra la atención del navío sobre su presa, pero también la de los delfines que en una carrera contra reloj intentan llegar antes.

Dos barcazas se dan prisa. El arponero al frente. Desde una de ellas el capitán da las órdenes.

—¡Bogad, bogad! —grita el timonel cogido a la caña.

La distancia se acorta. El arpón se alza sobre las cabezas, y con un fuerte impulso se dirige hacia la ballena. Un delfín salta desviando la trayectoria.

Un grito coreado se oye en el barco. Entre los marineros fluye la rabia. Un segundo arpón lanzado desde la otra barca hace blanco. La ballena se revuelve de dolor. Su sangre brota cambiando el color verde del mar. La gran masa de carne, al agitarse, provoca olas que casi hacen zozobrar las barcas. El agua salpica a los agresores quienes saborean la sangre de su víctima.

Los delfines con sus saltos y piruetas intentan que no sea lanzado un segundo arpón. Saltan por encima de las cabezas de los remeros obstruyendo maniobras precisas, y evitando los golpes de los remos.

Las barcas se balancean, una de ellas se voltea desparramando su contenido en el mar. En el fragor de la lucha entre hombres y delfines, un arpón atraviesa a uno de los pequeños saltarines. Un grito desgarrado inunda las profundidades. La ballena abre sus grandes ojos, y al ver a uno de sus amigos muerto, se enfurece, e inicia una carrera hacia el fondo de las aguas. La cuerda se tensa y la barca, enganchada al arpón, coge velocidad. A medida que la ballena se hunde, va acortándose su visibilidad hasta que, la unión tirante y vertical, hace volcar la barcaza.

El segundo de abordo, al ver los marineros en el agua y las dos barcazas volcadas, ordena lanzar al mar tres más para el rescate, pero la llamada de la sangre ha sido oída por los terribles tiburones que se abalanzan sobre los hombres antes de ser rescatados. La sangre y las aguas se mezclan.

La diezmada tripulación se dirige hacia el navío en las barcas de rescate, pero la ballena surge de las aguas obstaculizando el regreso, y con un golpe de su aleta trasera provoca una gran ola, y casi las hace zozobrar. Unas firmes y bien dirigidas maniobras lo evitan.

Las miradas del capitán y la ballena se cruzan comunicándose odio mutuo. Los delfines se alejan llorando. Moby Dick se vuelve a sumergir, mientras que el capitán Ahab, con el puño en alto, realiza un juramento.

05 febrero 2011

El deseo



Año nuevo. Nuevas esperanzas y promesas incumplidas. Así lo creía Andrés hasta esa noche de celebración y brindis.

Su deseo: tener un Chihuahua enano. Cuando un amigo le dijo: «Toma, para ti», la cara se le iluminó.

Una noche de reyes sonó un disparo. Andrés sostenía el cuerpo inerte de su Chihuahua. En un rincón yacía un ladrón con la garganta abierta.