—¡No irás!
—¿Por qué no?
—¡Estás loca!
—¿Acaso no lo entiendes? ¡Es mi deber y he de hacerlo, y tú también!
—¡Dios me libre!
Andrés salió a la calle con su mejor vestido dispuesto a cumplir con su obligación. Al llegar una cola daba la vuelta a la esquina, pero no se amedrentó.
Estuvo aguantando insultos y empujones. Dos largas horas dando la callada por respuesta hasta que, llegado su momento, votó.
Veinte años después…
—¡Vamos Andrés!
—¡No tengas tanta prisa!
—No quiero pasarme mucho tiempo de pie, los tacones me están matando.
Juan y Andrés salieron cogidos de la mano camino del colegio electoral orgullosos de cumplir con su derecho.
© Jesús García Lorenzo
Cómo cambian los tiempos y qué importante es el voto responsable.
ResponderEliminarYa lo creo Amparo.
ResponderEliminarGracias por pasarte.