Desconocía que era imprescindible dar leche a los camellos sin embargo fue condición sine qua non para turistear por el desierto.
Abel-li-Lamed me cobró lo que le alimentaría durante tres meses, pero los bellos ojos de Adela me miraron y no pude resistirme al atraco.
En un alto del camino pude admirar como el sol se ocultaba entre las dunas y a mi Adela cabalgando hacia el ocaso en brazos de Abel.
© Jesús García Lorenzo
Sin duda, te salió cara la travesía por el desierto.
ResponderEliminar