27 septiembre 2010

Las manos

Con las manos manchadas de sangre miraba aterrorizado la consecuencia de un sin saber, de una sin razón, y mis manos, actuando por iniciativa propia, me miraban de frente.

La mente me gritaba: “¡Aléjalas!”, pero por más que lo intentaba no podía. Allí estaban, plantándome cara, desafiantes. “¡Atrévete!”, me decían. Mi corazón, consejero durante años, se lanzó al galope intentando huir.

Luché para detenerlas, pero ellas continuaban en su avance hacia mí. Parecían reírse, burlarse. Miré de soslayo el cuerpo inerte que yacía a mis pies, y sentí pánico.
Intenté gritar, pero una de ellas aferrándose a mi boca me lo impidió, mientras que la otra, amenazante, se acercó a mis ojos. El terror me atenazó.

A ciegas y tambaleándome huí a la desesperada. De pronto, sin saber de dónde, oí un fuerte bocinazo y sentí un golpe.

Ellas habían acabado con el único testigo.

Los titulares del día siguiente rezaban: “El receptor de las manos de un condenado muere atropellado por un camión”.

4 comentarios:

  1. Hola, Jesús. Yo diría que ya he leído este micro, supongo que en Prosófagos.

    Es una idea que da qué pensar. Porque esas manos transplantadas parece que pertenecieron a un asesino, y siguen teniendo vida propia, o su antiguo dueño ejerce alguna clase de poder sobre ellas, después de haber dejado el mundo de los vivos, jeje. La idea es terrorífica. Porque uno supone que este tipo de operaciones existen para el bien del paciente, pero aquí ocurre todo lo contrario, las manos acaban con la vida de aquel al que le debia prestar servicio.

    El inicio está genial, porque se encuentra con esas manos asesinas, ajenas a él, que no puede controlar, y que acaban de matar a alguien, ¡qué espanto! Es una escena que me parece muy bien dibujada, atrapa enseguida al lector. Y cuando va a gritar, porque siente pánico de sus nuevas manos, le quieren tapar la boca. Desde luego la escena tiene miga. Se me hace muy visual.

    En pocas líneas cuentas toda una historia, y eso es algo que siempre admiro.

    Un abrazo grande,

    Margarita

    ResponderEliminar
  2. Hola, Margarita. Efectivamente lo has leído en Prosófagos, con algina variación, pero lo publiqué allí.

    En una ocasión oí que cuando entregas un organo el receptor siempre lleva algo de tí, esto me hizo pensar, y nació este relato cortito.

    Aunque la donación puede salvarte la vida, y para eso se hace, debe ser terrorífico pensar que te llevas algo del donante, de un desconocido, y más en este caso que se lleva la maldad.

    Gracias por tu comentario, da ánimos, empezaba a pensar que no había gustado.

    Un abrazo
    Jesús

    ResponderEliminar
  3. Yo sé lo que quieres decir pero lo veo un poco enrevesado.

    Pero bien, ha sido un placer encontrar esta página.

    Un saludo

    ResponderEliminar
  4. Hola, Indecisa, que bueno verte por aquí otra vez.

    Siento que no te haya gustado, espero que el próximo te guste más.

    Un saludo
    Jesús

    ResponderEliminar