10 septiembre 2011

Mi mejor historia III

Ernesto bombardeaba con sus preguntas a la mujer, la cual repetía una y otra vez: «Hablemos».

—¡Esta bien! ¿Qué quieres saber?

La Vida sonrió.

—Todo. Por qué tu experiencia te hace hermanarte al whisky. Por qué deseas separarte de mí, por qué…

Ernesto lanzó el vaso con furia. Su estado era confuso, y cuando no comprendía lo que pasaba se enfadaba.

Quedose parado al ver en la ventana a una figura encapuchada, la señaló volviéndose hacia Vida. El gesto recibido lo explicó todo, Ernesto tenía que contentarla si quería seguir junto a ella.

—Está bien —susurró—, te contaré la mejor historia jamás contada. La mía.

Ernesto se acercó a la máquina de discos que había en un rincón, eligió uno e introdujo una moneda. Con un bolero de fondo comenzó su relato:

«Nunca he sabido cómo sobrevivir. Todo me lo han dado hecho, o al menos me han ayudado a realizarlo, haciendo la vista gorda con mis errores. Desde niño he tenido un carácter incontrolado, siendo incapaz de saber cómo comportarme en cada momento.

»Llegar a mi juventud sin haber sufrido, ni un solo minuto, hizo que no supiera ganarme la vida. Nunca he tenido amigos. Unas veces porque he sido intolerante y egoísta, y otras por todo lo contrario, y al acabarse aquello por lo que me habían dado su amistad, era abandonado.

»Aún así conocí a mi media naranja, aunque nunca estuve convencido de ello. Una maravillosa mujer a la que hice sufrir con mis mentiras o medias verdades. Esa santa me dio un heredero. Fue la felicidad de la casa y lo que nos unió en nuestro matrimonio.

»Nunca fui un buen padre. Mi carácter los hizo sufrir. Como en aquella ocasión en la que el perrito, que una navidad había regalado a mi hijo, comenzó a hacerse sus necesidades en casa debido a que su edad, ya avanzada, no le dejaba retener nada. Con un gran disgusto para mi hijo, cogí a su amigo y lo maté.

»Cuando mi hijo fue adulto se fue muy lejos llevándose a su madre con él. Solo, completamente solo me he quedado por mi mala cabeza y mi irresponsabilidad. Hace un mes que me he enterado que soy abuelo de un niño de cinco años. Lo sé porque mi mujer, la santa, me ha enviado una carta con una fotografía y me lo ha dicho. También me decía en aquel papel que no intentara buscarlos, porque mi hijo no quiere saber nada de mí. Le ha dicho a mi nieto que he muerto.

»Muerto. Quizás deberías separarte de mí, no soy una buena compañía, y dejarla pasar a ella, soy más digno de estar a su lado.»

—¿Tan desgraciado te sientes?

Ernesto miró a vida con asombro. ¿A qué jugaba esa mujer? ¿Acaso estaba allí para prepararle el camino a la de triste figura?, si es así que pase y acabemos con toda esta majadería. El pensamiento de Ernesto fue escuchado. La muerte hizo su aparición en escena portando en su mano la guadaña reluciente, y lista para segar su cabeza. Ernesto al verla cara a él se quedó pálido, y en un acto reflejo se acercó a Vida.

—Se me ha llamado. No puedes evitar mi presencia.


CONTINUARÁ... (en una semana)

No hay comentarios:

Publicar un comentario