02 octubre 2021

Soledad

Hoy, como todas las mañanas desde hace un año se abrió la trampilla por la que me hacen llegar la comida. Un plato de lentejas coronadas por un trozo de pan duro. Observé que el pequeño agujero no se cerraba y por él asomó un lápiz acompañando una libreta.

Una palabra, solo una, pero que me pareció todo un discurso. Otra voz humana aparte de la mía sonaba en mi mundo. 

—Escóndelo.

Mi mano se aferró al material de escritura. Asombrado, titubeé, y balbuceando hice una pregunta.

—¿Por qué?

—Escóndelo —repitió.

La trampilla se cerró. Con prisas dejé el plato y la libreta en la mesa. Algo se abrió en mi interior, aquella trampilla chirriante me había traído una luz. 

Con mis nervios alterados olvidé las primeras necesidades. No comí. Me obsesionaba encontrar un lugar donde esconder el regalo con rapidez. Luego, imaginé.

En mi mundo existe una cama, una mesa y su correspondiente silla, un lavabo y un retrete. Del cielo, raso y negruzco, cuelga una bombilla para iluminar mi universo vacío, que aquella noche siguió iluminado aún cuando el sol colgante se apagó.

Tumbado panza arriba pude ver de nuevo el maravilloso arco iris, nubes de algodón atravesadas por los rayos del sol que jugaba al escondite. Las aves, revoloteando alrededor, inundaban mi espacio con sus afinados y rítmicos cantos. Más allá, verde. Extensiones de hierba fresca que alcanzaba a oler. Al fondo estaban, relucientes, las montañas coronadas por un color blanco.

Una voz dulce y femenina me acariciaba los oídos con agradables ritmos de zorcicos. Y yo con las manos marcaba el compás de cinco por ocho acompañando al cántico. Con los ojos húmedos, apenas podía distinguir el bello rostro de mi amada acercándose más y más.

Todo desapareció repentinamente cuando aquella maldita bombilla, colgada en el centro de la celda, se iluminó con más fuerza que nunca devolviéndome a la cruda realidad. Cuatro paredes que se abalanzaban sobre mí como una bestia infernal intentando devorarme.

El chasquido de la trampilla al abrirse me hizo temblar, instintivamente marqué con la mirada el lugar donde, bien guardado, estaba mi tesoro. Silencio. Intranquilidad. De pronto comprendí lo que ocurría, esperaban la entrega del plato vacío. Rápidamente lo vacié en el retrete, y tuve de nuevo en mis manos la comida del día, y volví a mi soledad.

Colgando por el cuello miro donde, bien escondido, reposa mi tesoro. Mientras, se me va la vida pensando qué podría haber hecho con aquel lápiz y aquella libreta.


©Jesús García Lorenzo


18 comentarios:

  1. Jo, qué fuerte...es intenso el texto, muy intenso, y, como siempre, magnifico.
    Eres un escritor de los pies a la cabeza.

    Un abrazo.

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    1. Muchas gracias Moony, Había que ponerse en la piel de un secuestrado.

      Un abrazo

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  2. Jesús Garcia, que gran texto!!! En esas situaciones, cuando verdaderamente no se tiene nada, cuando se pierde contacto con el mundo , un lápiz y un papel , pueden significar TODO, una puerta a la imaginación, a la esperanza, a los recuerdos, a la vida... Precioso!!!Fuerte abrazo y feliz fin de semana!!!

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    1. Gracias Eli, y basta con tener el medio para asomarse a la ventana de la imaginación después de haberla tenido cerrada que no se sabe si mirar a través de ella o dejar que entre el aire y respirar.

      Un abrazo

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  3. Que triste no tener nada que escribir, cuando es lo único que se puede hacer. El relato no tiene desperdicio, ni se pierde en florituras es conciso y con un final magnifico, una buena creación. Abrazuco

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    1. Te agradezco tu comentario Ester, y también tu reflexión. Estoy de acuerdo contigo es muy triste no poder realizar lo que tanto se ha deseado.

      Un abrazo

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  4. Tu texto mueve a la reflexión, cuando no se tiene nada, algo tan sencillo como un lápiz y un papel puede cambiar nuestra vida, o nuestra visión de la vida, por completo.
    Feliz domingo, Jesús

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    1. Gracias Rita por comentar. Efectivamente una cosa tan simple puede darle la vuelta a tu vida, o tu muerte.

      Un abrazo

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  5. Me parece una desgarradora historia Jesús, no tiene desperdicio alguno siendo de lo mejor que te he leído!
    Un abrazo

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  6. Es una soledad aterradora esa en la cual teniendo lápiz y papel no hay nada que escribir.... Saludos amigo.

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    1. Sandra, es muy buena tu reflexión, en efecto debe ser muy aterrador no poder escribir teniendo los medios. La soledad a veces nos anula.

      Un saludo

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  7. La imaginación había sido su única compañera.

    Un texto magnífico.👏
    Un abrazo.

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    1. Efectivamente Paula ¿Qué sería de nosotros si perdiéramos la imaginación? Seríamos incapaces de muchas cosas, más de lo que se imagina.

      Gracias por tu comentario.

      Un abrazo

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  8. Aterrador texto Jesús, la libreta y lápiz le hubieran dado algo de lucidez a su mente. Magnifico relato.

    Un abrazo.

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    1. Gracias Conchi por comentar. La libreta y el lápiz le dan lucidez y le avivan la imaginación hasta tal extremo que no puede soportarlo y se quita la vida, ésa que es su realidad, ésa que está viviendo en aquel zulo, ésa que no quiere seguir viviendo.

      Un abrazo

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  9. Hola, Jesús.

    Terrible y abrumador relato en el que, sin concesiones, el protagonismo de la soledad va vaciando esa habitación de todo lo compatible con la vida; se me ocurre una cárcel interior que de adentro hacia afuera va erosionándose aplastando incluso recuerdos y esperanza (la libreta y el lápiz) que resultarán derrotados. El ambiente está descrito como el despojo mismo. Has delineado la soledad en su grado extremo con maestría. Te felicito.

    Un beso.

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    1. Hola Mónica.

      Como todo tiene una inspiración, éste relato (brelato) está inspirado en esos secuestros que se realizaron en España por parte de ETA y que duraron tanto tiempo que cuando la televisión los sacaba en las noticias se les veía con una cara y un gesto de asombro por poder ver la luz del sol y caras para él nuevas.
      Yo creo que no duraría mucho en una soledad tan austera.

      Un abrazo

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