22 octubre 2021

¿Dónde estás Tenorio?

Como todos los años, soy fiel al misógino arrepentido que a los palacios subió y a las cabañas bajó, frente al desconcierto, burla y chirigota de mi amiga "La muerte".

Jesús García Lorenzo



¿Dónde estás Tenorio?


Con mano temblorosa, por la edad, limpia la foto que preside la lápida. Luego, cariñosamente, realiza una limpieza general.

Todas las semanas desde hace diez años, la misma rutina, para eso le juró amor eterno.

Después ocupa un banco no distante de la tumba. Allí sentado le cuenta sus cosas. Las que ocurrieron durante los siete días anteriores, y las que posiblemente sucederán, porque como él dice: “La vida es una rutina, y se la ve venir hasta cuando se acaba”.

Vienen a su memoria tiempos pasados en los que juntos salían al escenario e interpretaban sus papeles. «¡Qué felices éramos, vivíamos tantas vidas!», le comenta pausadamente.

Las horas pasan muy deprisa, pero la avanzada edad no es buena compañera del frío, y en noviembre lo hace, sobre todo al atardecer. El sol se pone en el cementerio, y Eusebio, muy a su pesar, debe retirarse. Se despide lanzando un beso al aire como siempre.

Paso a paso, sin prisas, se aleja de Herminia pensando en sus cosas. Mira a su alrededor, y se da cuenta que se ha perdido. «Todas las calles son iguales, ¿cómo no voy a perderme?», se dice como un reproche.

Al pasar por una de las lápidas lee: “Juan Tenorio González”, y una leve sonrisa ilumina su arrugada cara. Más adelante ve a un hombre junto a un nicho.

—Perdone, caballero —le dice con calma—, ¿podría indicarme la salida? Me he perdido.

— ¡No faltaba más! —le contesta el hombre—, voy a hacer algo mejor, si le apetece, lo acompaño, yo aquí ya he terminado.

Los dos juntos recorren el lugar, mientras hablan de cosas intrascendentes, hasta que el desconocido hace una pregunta directa: “¿Qué le parece a usted eso del halloween?”.

Eusebio lo mira con curiosidad, y después de un segundo de reflexión le contesta con una apología del daño hecho a una tradición.

—Comparto su opinión —dice el acompañante—, yo también añoro aquellos tiempos en los que ir al teatro a ver a Don Juan, le daba sentido a esta noche. Parecía como si se volviera a nacer, como si todo…

— ¿Lo malo no hubiera ocurrido?

—Sí… —susurró mientras esbozaba una sonrisa—, una sensación extraña.

Siguen camino. La conversación declina en la obra de Zorrilla, repasan versos, actores, interpretaciones y ríen.

El recorrido los lleva a una plaza muy iluminada. Eusebio está cansado, muy cansado, y le pide a su acompañante sentarse y descansar un rato, y éste accede muy cordialmente. Su charla continúa más entusiasta, llegando incluso a realizar gestos mientras recitan.

— ¡Aaah Tenorio! ¿Dónde estás? —Eusebio suspira—, te quedaste entre los panteones de tus víctimas, olvidado y relegado por disfraces y fiestas, que recuerdan más a los carnavales que a los difuntos.

—Así es, amigo mío. Olvidado.

— ¡Por cierto! ¿Cuál es su nombre? Llevamos un buen rato hablando y no sé cómo llamarlo.

—Me llamo Juan –dice el desconocido.

—Encantado. ¡Bueno! Vamos hacia la salida, ya debe ser tarde y hace frío.

—No, Eusebio, esta noche la pasaremos juntos, aquí, entre estos muros, recordando.

— ¿Pero, qué dice? ¡Vamos, hombre! Déjese de historias y vámonos a casa.

—Esta es mi casa. Yo vivo aquí.

De pronto aparece en escena el vigilante del cementerio cruzando la plaza. Sigue camino sin hacerles caso. Eusebio se levanta y lo llama. El vigilante continua perdiéndose entre la oscuridad de una de las calles.

—Ni te ve, ni te oye.

A lo lejos se escucha un cántico, Eusebio mira y solo distingue la luz de un quinqué. Para observar mejor de quién se trata da unos pasos, éstos son detenidos por la voz de su acompañante.

—No hace falta, vienen hacia aquí para reunirse con nosotros.

— ¿Nosotros, por qué?

—Porque son La Santa Compaña, y todas las noches de difuntos recogen a Don Juan Tenorio y a su acompañante.


©Jesús García Lorenzo


16 comentarios:

  1. Ufffff tremenda historia y estupendamente contada.
    Felicitaciones inmensas.

    Un abrazo grande.

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  2. Qué bien contada Jesus, hacia tiempo que no te leía y no dejas de sorprenderme!

    Un abrazo

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    1. Muchas gracias , espero que no tardes mucho la próxima vez.
      Un abrazo

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  3. Me he quedado sin palabras leyendo las tuyas, no solo porque me gusta "El Tenorio" y verla representada, ahora solo me queda hojear el libro. He disfrutado leyéndote y te aplaudo, bien contado y bien escrito. Abrazos

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    1. Muchas gracias Ester, verás como disfrutas con el libro.
      Un abrazo

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  4. Muy buena historia. Ella siempre llega puntual. Saludos amigo.

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  5. Temo ser adicta a tus historias. Las leo con tal atención que me adentro en tus paisajes y en sus personajes... como si los viviera yo misma.
    Aplaudo tu forma de contar, una vez más.

    Aferradetes, Jesús.

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    1. Ja, ja, ja, me alegro que seas adicta a mis letras, espero que sigas siéndolo.
      Un abrazo

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  6. Estás tardando mucho en escribir y se te echa en falta.

    Un abrazo.

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  7. Hola, Jesús.

    ¡Excelente! De lo mejor (entre todo lo mejor) que te he leído. Un relato que se desplaza entre la vigilia y la seda de la noche como una única nota musical que deleita y aterriza en el lector azorado y admirado. Así lo he sentido. Está demás decirte que me ha encantado y lo he disfrutado hasta en cada punto y coma. Te felicito.

    Un beso.

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    1. Hola, Mónica,
      Siempre es un placer leer tus comentarios porque me hacer subir la moral con tus buenas vibraciones.
      Me gusta: "Un relato que se desplaza entre la vigilia y la seda de la noche...", es pura poesía, y viniendo de una poeta como tú me gusta más.
      Muchas gracias y un fuerte abrazo.

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