Andrés atravesó el umbral.
Cada día imaginaba cómo sería estar al otro lado de aquella puerta, luego, terminado su almuerzo, volvía a su monótono trabajo.
En esta ocasión no lo dudó, nada importaba la comida. Con miedo, pero con una férrea voluntad se introdujo en el interior. Muchos años anhelándolo y, por fin, allí estaba.
Una vez dentro su mirada recorría cada rincón, y sintió un deseo irrefrenable de recorrer aquellos pasillos tocándolo todo.
—Señor, por favor, me alcanza aquel de allí arriba.
Los ojos abiertos de Andrés miraron la cara pecosa de una niña que señalaba, con su dedo índice, un libro situado a la altura de su cabeza. Al cogerlo admiró el dibujo de su portada.
Un tirón de su cazadora le indicó el deseo de la niña por tenerlo.
—¿Es bonito? —preguntó mientras se lo daba.
—No lo sé, no lo he leído.
Observó como la niña corría al lado de su madre con el libro en sus manos. Andrés salió a la calle con los ojos inundados de lágrimas y con la firme promesa de aprender a leer.
©Jesús García Lorenzo
¡Qué bonito y tierno relato! Me ha gustado mucho leerlo, Jesús.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias Rita, a mí me gusta más que lo leas.
EliminarUn abrazo
Maravilloso...aprender a leer por fin.
ResponderEliminarComo siempre, texto espectacular.
Abrazo.
Hola Moony, los que hemos tenido la suerte de aprender a leer desde pequeños no valoramos lo maravilloso que es abrir una ventana en forma de libro y adentrarte en un mundo extraordinario.
EliminarUn abrazo
Debe ser muy triste no saber leer.
ResponderEliminarEfectivamente es muy triste no saber leer.
EliminarUn saludo
Una promesa que, después de ese encuentro con la niña, seguramente cumpliría.
ResponderEliminarEn nuestro "primer mundo", ahora, quizás no ocurra. Pero hubo un tiempo en que era más importante, desgraciadamente, llevar un trozo de pan a la casa que ir a la escuela. Como sigue pasando en muchísimos países.
Un texto genial con un sabor agridulce.
Besos.
Hola Paula, tienes mucha razón al afirmar que cumpliría su promesa, yo lo haría.
EliminarComo tú dices hoy en día aún existen lugares del mundo donde por desgracia es mas importante otras cosas que la cultura, y no es necesario irse muy lejos.
Un abrazo
La curiosidad de píe al encuentro y este a la voluntad de aprender.
ResponderEliminarMuy bueno.
Cuando hice la mili, había más gente de lo deseable, sin saber leer ni escribir. No te digo los que no sabían situarse en un mapa.
Abrazo.
Hola Alfred, debemos ser de la misma quinta, pues también cuando hice la mili había mucha gente que entró sin saber leer y escribir, afortunadamente salió mejor.
EliminarUn abrazo
Muy bueno!! Leer es tan común se hace impensable que no todos sepa, tengo amigas que dan clases a adultos y dice que son muy agradecidos y disciplinados. Un abrazo y felicidades
ResponderEliminarHola Ester, ponte en su lugar descubriendo un mundo tan desconocido como interesante.
EliminarUn abrazo
En el siglo que vivimos parece increíble que nos crucemos con alguien que no sabe leer y sin embargo es mucho mas frecuente de lo que pensamos.. por eso hay que educar y enseñar el valor de la lectura, de leer a los niños , de regalar un buen libro.. Obvio, no toda la gente ni en todos los paises tienen la posibilidad de estudiar, la marginalidad existe y es muy triste. Un estupendo relato Jesús, que deja abierta la puerta para ese aprendizaje que se puede dar en cualquier etapa de la vida.Besosssss
ResponderEliminarHola Eli, es verdad lo que dices, ¿sabes? me estoy acordando de "Los santos inocentes" de M. Delibes, cuando el señorito se las quiere dar hombre justo y misericordioso ante sus invitados y obliga a sus siervos a escribir su nombre en un papel intentando demostrar que los españoles no somos tan torpes e incultos como los extranjeros creen ¡Dios mío!
EliminarUn abrazo
Hola, Jesús.
ResponderEliminarExcelente texto que va conduciendo acertadamente al lector hacia un final conmovedor e inesperado, como siempre sucede contigo.
Me ha gustado mucho el abordaje y el planteo final, que sorprende y arranca sentimientos de los buenos. Te felicito.
Un beso.
Hola Mónica, siempre es un placer encontrar un comentario tuyo.
EliminarEn esta ocasión (y no es muy frecuente en mí) el brelato no va encaminado a que alguien muera o mate, o termine de manera escandalosamente mal.
Un abrazo.
Que tierno y lindo relato. Ese final me encanto, nunca es tarde para aprender a leer. Saludos amigo.
ResponderEliminarGracias Sandra,
EliminarEfectivamente nunca es tarde, para aprender a leer ni para aprender lo que sea.
Un abrazo
Magnifico. Yo por mi parte tendré que seguir expresándome con mis fotos ahora que ya no pinto.
ResponderEliminarSaludos
Hola Erik, ¿por qué? la pintura es una forma de expresar lo que uno lleva dentro, al igual que la fotografía o la escritura. Nunca retires un Arte de tu vida. Dime ¿No se te van las manos cuando pasas cerca de los pinceles que todavía no has enterrado del todo?
EliminarUn fuerte saludo
Me ha encantado tu relato lleno de ternura, debe de ser muy triste no saber leer.
ResponderEliminarAbrazos.
Sí Conchi, debe ser muy pero que muy triste no saber expresarse mediante la escritura y no poder descubrir los maravillosos mundos que hay detrás de un libro.
EliminarUn abrazo
Hola, Jesús: He llegado a tu blog y no sé cómo salir, porque tus brelatos me han atrapado. Aunque no sé si en realidad quiera salir, porque son estupendos. Espero que no cobres por leer, pero si cobras, anótalo en la cuenta de Antonio.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Sara, Estoy muy contento que hayas descubierto mi blog, y mucho más que no logres salir.
EliminarNo, no cobro por leer, pero me has dado una idea, lo hablare con Antonio a ver que le parece.
Un abrazo