La verdad. Clarificadora, odiada y deseada. En ocasiones surge de improviso y, cuando lo hace, al incrédulo lo convierte en creyente. Al ciego le devuelve la vista y al soberbio la prudencia.
Lo que voy a contar, aunque increíble, es mi verdad.
De camino a casa, después de varios meses de ausencia, sufrí el desfallecimiento de mi transporte. Mi coche, compañero de muchos años, acabó su vida en la cuneta de una carretera solitaria a altas horas de la noche, y cerca de un bosque para mí desconocido.
La oscuridad me obligó a buscar una linterna. Su luz fue breve, pero antes de morir, quizás en solidaridad con mi viejo amigo, me mostró el camino hacia una maravillosa casa colonial que, sin saber cómo, descubrí rodeada por abedules, castaños y una gran variedad de árboles pináceos.
Me dirigí hacia ella creyéndola la salvación a mi desgracia. A medida que me acercaba mi admiración iba en aumento. Unas lámparas de petróleo iluminaban su porche sostenido por cuatro fabulosas columnas.
La puerta, de madera noble bien pulida, albergaba dos grandes aldabas que la embellecían. Al sonido seco y solemne del metal se respondió con la apertura de la entrada. Ni un alma salió a recibirme. Con prudencia entré dando voces para darme a conocer. Ninguna respuesta.
Su interior, apenas iluminado, mostraba una mansión digna de un terrateniente. En el lado derecho distinguí una ancha y elegante escalera. A la izquierda una puerta de doble hoja, abierta de par en par, albergaba una biblioteca apenas iluminada por el resplandor de una gran chimenea.
—¿Hay alguien aquí?
Volví a gritar.
Observé junto a la escalera una mesita con un quinqué y un teléfono. Me acerqué, y levantando el auricular comprobé que tenía línea, e hice la llamada para mi rescate. En una hoja de papel, pues no quise ser descortés, escribí mi disculpa y mi agradecimiento por el uso del teléfono.
Pensé que el quinqué serviría para iluminarme el camino de vuelta. Avivé la llama y, al dirigirme a la salida, vi un gran marco en una de las paredes. Al acercarme levanté la lámpara. Una enorme rata peluda me miraba fijamente. La luz hacía brillar sus ojos de forma espeluznante. Abrió la boca, y presa del miedo salí corriendo sin reparar que dejaba las puertas de la casa abiertas.
Corrí y corrí hasta que mis pulmones, necesitados de una buena bocanada de aire, me hicieron parar. Entonces pude comprobar que la infesta rata no me seguía. Miré dónde me encontraba y descubrí que me había perdido. Cogiendo como referencia la casa, que había abandonado precipitadamente, me orienté lo mejor posible dirigiéndome al lugar donde creía se encontraba mi fallecido transporte.
No podía quitarme de la cabeza la horrible imagen de la rata mirándome fijamente a los ojos, amenazante, dispuesta a saltar sobre mí. Con el vello erizado por el recuerdo continué caminando hasta que vi mi coche. Cuando faltaban unos dos metros para llegar pude distinguir en el cristal del parabrisas la enorme rata. Quedé paralizado. Horrorizado solté la lámpara que, al precipitarse contra el suelo, desparramó el líquido de su interior. En pocos segundos se produjo un incendio que me rodeó.
El fuego elevó sus tentáculos y pude verla con claridad. Su largo y puntiagudo hocico mostraba unos dientes enormes. Las uñas de sus garras, bien afiladas, estaban preparadas para rasgar la carne de su presa. Sus ojos se inundaron de sangre. Por su boca se deslizaba un débil hilo de saliva que, viscosa, tardaba en caer. El miedo me obligó a respirar profundamente el humo y me desmayé.
Cuando desperté apenas pude distinguir figura alguna debido a las vendas que cubrían mi rostro. Intenté llevarme las manos a la cara pero la voz dulce de una enfermera, y el dolor de las quemaduras, me hicieron desistir. Se me informó que me iban a quitar las vendas de la cabeza.
Con una gran excitación, que intentaba disimular, fui notando cómo desenrollaban, sin prisas, la fina tela. Cuando apenas quedaba una vuelta quise abrir los ojos, pero me reprimí. El médico me indicó que los abriera despacio.
—Hay mucha oscuridad —dije.
—No se preocupe, hemos dejado la habitación a oscuras. ¿Ve esta luz?
La luz de una linterna lápiz me buscaba un ojo y luego el otro.
—Sí, la veo.
—Bien —aseveró el doctor—, vamos a encender una lámpara que iluminará el fondo de la habitación donde hay un sillón, ¿puede decirme de qué color es?
Una luz muy suave iluminó la pared que tenía en frente, y apoyada en ella había, efectivamente, un sillón.
—Negro, es de color negro.
Ante la alegría manifestada por la enfermera giré la cabeza sonriendo. Cuando de repente todo se tornó negro y perdí el sentido.
Cuando recobré el conocimiento pude comprobar que me encontraba en una habitación blanca, iluminada por el sol que entraba a través de una ventana, y vi el sillón negro. Observé que seguía cubierto de vendas por todo el cuerpo, incluidas mis manos. En la mesita que tenía al lado había un pequeño espejo. Con gran esfuerzo logré cogerlo y depositarlo sobre mi pecho. Con miedo por descubrir horribles cicatrices en mi cara fui levantándolo poco a poco.
Un grito desgarrador salió de mi garganta inundando toda la planta del hospital. Me faltaba el aire, mi respiración profunda acompañaba a los fuertes latidos de mi corazón que, acelerados, luchaban por escapar. Mi pecho se convulsionaba, mi visión se nubló, y acto seguido sentí una gran paz como nunca había imaginado.
En la lejanía pude oír al doctor y a la enfermera decir:
—Hora de la muerte las diez y media.
—¡Pobrecita rata! ¡Lástima!
—Sí, señora comadreja —concluyó el doctor Panda—, lástima.
La verdad. Clarificadora. En ocasiones surge de improviso y, mostrándonos tal y como somos, nos arrebata lo que más queremos.
©Texto de Jesús García Lorenzo
Muy bueno Jesús García, el nuevo Sheridan Le Fanu; el Poe de Valencia.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Un saludo.
Muchas gracias Pitt.
EliminarUn saludo
¡Menuda historia!
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias Alfred
EliminarUn saludo
Desgarrador "brelato", Jesús. Enhorabuena!
ResponderEliminarHola Justo, que alegría verte por aquí.
EliminarMuchas gracias.
Un saludo fuerte
Recuerdo este espeluznante relato, Jesús. Muy, pero muy bien logrado, por cierto. Y con moraleja. Es difícil extraer una enseñanza de un relato en apariencia de terror, únicamente. Es doble mérito. Vernos tal como somos puede llegar a asustarnos tanto que se nos va la vida. Besos.
ResponderEliminarSí Mónica, quise volverlo a sacar a la luz porque creo que los escritos, relatos, cuentos o Brelatos hay que airearlos para que no se consuman tristes en un rincón o donde estén.
EliminarEfectivamente es un relato con apariencia de terror pero tiene su toque extraño para que el lector se sorprenda y reflexione.
Un abrazo
que relatooooooooooooooooooo!!!!! Jesus!! esta vez me tomaste mas de sorpresa que nunca, no me esperaba ese final. A medida que iba leyendo, mi mente sin querer iba cerrando la historia de diferentes maneras, pero ninguna como esa y menos con enseñanza y moraleja incluida, magistral!! Te dejo un abrazo grande y el deseo de una bonita semana y el agradecimiento por tus palabras siempre !!!
ResponderEliminarHola Eli, me encanta que te gustara, este cuento tiene unos años pero me ha gustado sacarlo de nuevo.
EliminarUn saludo
Fantástico Brelato, Jesús, me volvió a sorprender a pesar de que ya lo tenía leído, y me sacó una sonrisa al final. Abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias Milena. Entiendo que has leído el libro.
EliminarUn abrazo
me gusta como escribes
ResponderEliminarabrazos
Gracias , tu tampoco escribes mal.
EliminarUn saludo
¡Uau! Un relato fantástico magnífico. Terrorífico además... Y muy simbólico. Nuestro verdadero rostro no lo vemos, pero a veces un espejo de más alcance nos lo muestra tal y como es... Me ha encantado el ritmo del relato, el suspense, la perfección narrativa, exenta de detalles superfluos y la naturalidad de la historia.
ResponderEliminar¡Enhorabuena!
Un gran placer
Saludos :)
Muchas gracias Volarela, me agrada que te gustara. Fíjate que el protagonista se ve en un espejo dos veces, y es la segunda la que le hace verse como es. Es para reflexionar ¿No?Un saludo
EliminarWoww! Tremendo y desgarrador relato Jesús, según iba leyendo me iba imaginando otra cosa, pero ya cuando llego al final me dejas con carne de gallina!
ResponderEliminarMe ha encantado y ojalá sirva de enseñanza.
Un fuerte abrazo!
Hola A, Un placer tenerte otra vez por aquí.
EliminarMuchas gracias por tu comentario.
Un saludo
Oi boa noite Jesus. Tudo bem? Sou brasileiro, carioca e quero apresentar o meu Blogger. Novos amigos são bem vindos, não importa a distância. Gostaria de lhe convidar a seguir o meu Blogger. Sou o seguidor número 57. Gostaria de lhe convidar a seguir o meu Blogger.
ResponderEliminarhttps://viagenspelobrasilerio.blogspot.com/?m=1
Hola Luiz Gomes, todo bien y espero que también tu tengas todo bien. Me gusta tu blog. te sigo.
EliminarUn saludo