16 septiembre 2020

Benixent

Fui creado en una hoja en blanco cuya virginidad fue rasgada por una pluma experimentada. ¿Mi nombre? Da igual. Es el caso que estoy aquí para contarles una historia. La mía.

El Caid Amur Bel Aldib se enamoró de la hija del Emir. La belleza de Alfara era tan grande que solo las estrellas competían con ella. Cuando Amur y Alfara se conocieron, sus almas jóvenes se lanzaron al amor.

Pero la joven fue prometida a otro hombre por su padre el Emir. 

Una noche las estrellas y la luna se confabularon con Amur, en plena oscuridad escaló la verja de su amor y la raptó.

El Emir clamó venganza y el castillo de Amur fue asediado. El hambre y la muerte se adueñó de sus habitantes. 

En medio de aquel caos Alfara dio a luz a un varón, pero la debilidad no la dejo sobrevivir. El Emir furioso al enterarse de la muerte de su hija lanzó un ataque feroz.

Amur conocedor de que no podría contener el ataque llamó a una de sus sirvientas y le entregó a su hijo.

La batalla fue brutal y causó la captura de Amur, quien fue interrogado, torturado y ejecutado. Durante el interrogatorio el Emir sólo hacía una pregunta: “¿Dónde está mi nieto?”, la respuesta siempre fue: “¿Qué nieto?”.

Al heredero de Amur lo buscaron sin éxito. Desconocedor del drama de su nacimiento el niño creció de casa en casa; varios maestros le enseñaron ciencia y arte, y el pueblo lo llamó Iben-Gent (hijo de la gente).

Cuando los cristianos conquistaron el lugar lo hicieron sin resistencia, su rey sorprendido por la facilidad quiso averiguar el motivo.

Un grupo de ancianos se presentó ante él. Dijeron que en la ciudad no había ejército, sólo administradores elegidos por el pueblo.

Aquel cristiano, astuto e inteligente, se interesó por los valores y la cultura de aquel pueblo sin dueño ni señor. Dos días estuvieron departiendo los ancianos con aquel rey. Dos días enriquecedores. Al final de la segunda jornada los ancianos oyeron la pregunta que esperaban desde el principio : “¿Quién es?”, a los que todos respondieron: “I-ben-i-gent”, “Bien ¿Y donde está?”, el más anciano se acercó a la puerta de la tienda cristiana y abriéndola señaló hacia el exterior, y con voz susurrante contestó: “Mi señor. Tus tropas lo están pisando”.

El transcurrir del tiempo y la mala utilización del lenguaje hizo que a aquel lugar lo llamaran Benixent.

¡No!, no intenten buscar ustedes en el mapa la ubicación de aquel lugar, no lo encontraran, pues al igual que la Atlántida hizo un viaje sin retorno, lo que acabo de  narrarles solo es un cuento, o una leyenda que la pluma de mi creador me ha permitido contar.


©Texto de Jesús García Lorenzo


10 comentarios:

  1. ¿Por qué los lugares hermosos para vivir, desaparecen en las brumas del tiempo?

    Saludos.

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  2. Es un cuento ideal, utópico, de dramas y final bello en que la sabiduría es la ganadora, escrito con un tono sereno.
    Muy bonito.
    Hondo tu blog. Felicidades

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    1. Muchas gracias Volarela, es un placer tenerte por aquí.
      Un saludo

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  3. Hola Jesús, bella leyenda!
    Un abrazo

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    1. Muchas gracias , Milena, que alegría verte por aquí.
      Un abrazo

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  4. que relato mas maravilloso Jesús, que bueno que tu creador le dio permiso a tu exquisita pluma para llevarnos de la mano en esta historia /leyenda tan conmovedora.. siempre que llego a leerte me sorprendes mucho con todo pero principalmente con los finales inesperados de lo que relatas. Te dejo un abrazo grande y que comiences la semana excelente... Me siento agradecida siempre por tu paso por mis letras... Besos

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    1. Eli, muchas gracias por tus palabras, también te deseo que tu semana sea buena, y sobre todo gracias por sentirte bien con mis comentarios, yo también me siento agradecido por tener una lectora como tu.
      Un abrazo

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  5. Te admiro, amigo. Admiro este cuento de particular hermosura, completo en su brevedad, contenido en una prosa impecable y de ritmo exacto. Es bello y sobrecogedor. Me ha llegado como una parábola que, en su gravidez, contiene la historia de la humanidad. ¡Enhorabuena!

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    1. Mónica, aunque esto parezca un lavado de cara mutuo, el que te admira soy yo, porque tener una mano para la poesía como tu la tienes ya me gustaría a mi.
      Un abrazo

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