Arrodillado. Con la edad que el Tango describe como nada. Musita una conversación privada con su Virgen. “Señora, le dice, que se haga como tú desees, pero si fuera el final, que sea rápido”. Luego respira hondo y se santigua.
“Maestro”. La voz de su Vestidor le indica el momento. Lento, muy lento es el ritual de vestirse de luces. En el aire, sujeto por las ásperas manos de su paisano, se encaja la taleguilla; ajustada, como su segunda piel. Luego bien anudado el corbatín, rojo, para que resalte sobre la camisa blanca.
Calzados los zapatos planos solo queda la chaquetilla. Con movimientos estudiados es ajustada al cuerpo. Un subalterno le entrega la montera y el capote, bien plegado.
Durante el proceso el silencio ha sido ensordecedor. Un último vistazo y ¡Suerte, Maestro!.
Desde la calle se oyen los “Olés” que grita el respetable. Suena un pasodoble torero y la música se confunde con los aplausos.
La tarde de toros ha terminado. Atrás quedan la valentía, el miedo, la responsabilidad, la sangre empapada por la arena. El mejor es sacado a hombros.
En los toriles, silenciosa, una vaca llora mientras es encajonada al igual que sus hermanos los mansos.
©Texto de Jesús García Lorenzo
Es un relato muy emotivo. Todavía hay quien piensa que los animales no sienten admiración, adoración, aprecio estético, diversión, ansiedad, asombro, incomodidad, aburrimiento, calma, confusión, anhelo, aversión, dolor empático, embelesamiento, envidia, emoción, horror, interés, alegría, nostalgia, romance, tristeza, satisfacción, simpatía y triunfo, como los seres humanos. Esto queda bien retratado en esa imagen literaria de la vaca que llora.
ResponderEliminarSaludos.
Efectivamente Pitt, aún queda gente que matar a un toro en la plaza es diversión y entretenimiento. Yo me declaro en contra.
EliminarGracias por tu comentario.
Un saludo
Nunca pude entender las corridas.
ResponderEliminarMe cuesta pensar en el "disfrute "de la gente frente a la agonía de un animal..Bueno habría que ver donde encaja la palabra animal..
Conmovedor texto. Buenas noches Jesús, tus aportes siempre nos dejan mirándonos hacia adentro, descarnadamente, como debe ser.
Gracias Eli. A mí también me cuesta pensar que ver la sangre sobre el fondo negro de su piel, y empapada en la arena les resulte festivo, y lo malo es que el matador gana mucho dinero.
EliminarUn saludo
Que maravilla, nos haces sentir (me haces) el romance de vestirse, la ceremonia casi solitaria, el sentimiento. Un texto hermoso donde afortunadamente ha habido olés y puerta grande. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Ester por tu comentario, pero el dolor de la vaca supera el resto.
EliminarUn saludo
Un mundo que me resulta incomprensible. Muy de otro tiempo y que no entiendo ese fan por protegerlo.
ResponderEliminarSaludos.
El dinero, amigo Alfred, el dinero.
EliminarUn saludo
No me gustan las corridas, Nunca me gustaron ni las he podido comprender. El relato es conmovedor. La vaca que llora mientras el torero es sacado en hombros. Todavía hay quien piensa que los animales "ni sienten ni padecen".
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Rita. En mi casa siempre ha habido un perro desde que tengo uso de razón, y no comprendo a los que hacen daño a los animales o los matan en la plaza o en las cacerías, porque una cosa es matar para comer y otra distinta matar para hacerse una foto.
EliminarUn saludo
Un texto duro. Me encanta esa última frase.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Rocío.
EliminarUn saludo
Muy triste el final del toro para beneficio de muy pocos.
ResponderEliminarAbrazos.
Bienvenida Conchi, gracias por tu comentario. En efecto un triste final.
EliminarUn saludo
No concibo que para el disfrute de unos tenga que correr sangre.. me resulta muy emotivo este texto, si por mi fuera, este tipo de eventos estarían prohibidos..
ResponderEliminarUn saludo
Si por mí fuera también.
EliminarGracias por comentar.
Un saludo
En la pupila agónica del toro el silencio ha sido ensordecedor; sobre su dolor vertido en la arena, los olés aplauden; al doblar las piernas y caer, la oración del torero a su virgen también cae, ensangrentada; la valentía del toro queda atrás; su coraje ha sido vencido y ahora es arrastrado por el suelo de la diversión; la vaca llora; los toros sumisos también; y yo, compañero, porque ellos, los animales, al creer que les damos de comer, esperan que les demos la vida y no la muerte o el encierro. Tan solo confían... siempre, en nosotros.
ResponderEliminarMuy buen texto.
Un abrazo
Hola Volarela, es muy literario tu comentario, y he de decirte que me ha encantado.
EliminarGracias.
Un saludo
Excelente, excelente, excelente por donde se lo lea. ¿Por qué será que nuestra mala levadura la pagan los mansos, como bien dices, con su vida, por un rato de diversión? Lo has bordado, como dicen por allá, pues el final de la vaca llorando sorprende (y debería saber que seré sorprendida) como un dardo encendido en el alma. Me encantó, Jesus.
ResponderEliminarMónica, muchísimas gracias. Tus comentarios siempre me producen satisfacción, porque tu opinión es importante para mi, porque al igual que me bendices con tus halagos, estoy convencido ( y espero que así sea), que si vieras algo con lo que mejorar también me lo dirías (vaya, parece que estemos en Prosófagos).
ResponderEliminarUn abrazo
Jaja, Jesús. Sí, te lo diría, y espero sinceramente que tú hagas lo mismo con mis cosas. Prosófagos nos dio algunos disgustos, pero allí, más que nada, aprendí mucho.
EliminarUn beso.
Por supuesto Mónica.
EliminarUn abrazo