—¡No irás!
—¿Por qué no?
—¡Estás loco!
—¿Es que no lo entiendes? ¡Tengo qué
hacerlo! ¡Y tú también!
—¡Dios me libre!
Jorge salió a la calle con su mejor traje.
Repeinado y dispuesto a ejercer su derecho. Allí encontró una cola que daba la
vuelta a la esquina, pero en lugar de amedrentarse se colocó en su puesto y
esperó.
Dos horas es lo que aguantó a la llegada de
su turno. Se le obsequió con insultos y empujones, pero él firme en su
resolución dio la callada por respuesta. Llegado el momento votó.
Veinte años después…
—¡Vamos Jorge!
—¡No tengas tanta prisa!
—No quiero pasarme mucho tiempo de pie, los
tacones me están matando.
Juan y Jorge, salieron camino del colegio
electoral, recibiendo a su paso piropos.
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