01 septiembre 2012

El astronauta



Acaba de ser abducido por:

"El mundo desconocido de las letras"



El astronauta

«Aquí sigo dando vueltas. Tengo la esperanza que la fuerza de la gravedad me atraiga pronto y todo acabe en un instante. Cada vez que paso por encima de mi continente intento fijarme en ese punto minúsculo donde nací, viví y soñé con subir hasta aquí.
            »Está amaneciendo otra vez. ¡Qué poco duran los días!, como un suspiro, te hace pensar en lo insignificantes que somos…
            »No sé cuantas vueltas he dado a la Tierra, ya he perdido la cuenta. Solo hace unas pocas horas cuando comprendí que no volvería, al menos vivo. ¡Qué belleza! No me extraña que los tripulantes del Géminis 11 lo bautizaran como el planeta azul.
            »Mi receptor se estropeó en la colisión. Hay un silencio escalofriante. Pobre Toro, así llamábamos al comandante por su fanfarroneo a la hora de contar sus batallas con el sexo contrario, en una ocasión… ¡Pero que estoy diciendo!, él, perdido en la inmensidad del espacio y yo bromeando.
»Se acerca otro ocaso y con él la noche ¡Vaya, eso es nuevo! ¿Qué son esas luces? ¿Por dónde estoy pasando? ¡Eh, John mira! ¡Dios, mío! ¡Qué solo me encuentro! El copiloto está a mi lado como dormido desde el accidente. Te gustaría ver lo que tus compatriotas han hecho para saludarte, quizás estén escuchando, si es así en su nombre os doy las gracias ¡Gracias, Australia! También me gustaría despedirme de los míos. Resulta difícil resumir sentimientos. Aún recuerdo los consejos que se nos daban en la academia: «Lo que tengáis que decir hacerlo en pocas palabras», como si eso fuera fácil, pero en estas circunstancias intentaré hacer lo posible. Quisiera pedir perdón por aquello que hice mal, o por lo que debería haber hecho, incluso por lo que hice bien, porque seguro que haciéndolo dañé a alguien. ¡Nunca llueve a gusto de todos!
            »No se por qué me ha venido a la mente la imagen de la perrita rusa, ¿cómo se llamaba? ¡A sí! Laika. Pobre, encajada en una nave poco más grande que ella, conectada a toda clase de tubos, ¿pensaría lo mismo que yo al dar vueltas a este gran globo? ¡Que estoy diciendo!, ¡Je!, pero… ¿qué pensaría? Sobre todo cuando el calor intenso, ese que estoy empezando a notar, la hiciera beber en demasía hasta terminar con las existencias de agua. Espero que muriera rápidamente.
            »¿Por qué pienso en la muerte? ¡Qué estupidez! Está claro que es mi compañera en este viaje, aunque todavía no la haya visto. Espero que sea como la imagino una…
            »Me está entrando sueño. Siento que un gran cansancio se está apoderando de mí, debe ser el oxígeno que se está acabando ¿Dónde caeré? ¡Seré estúpido! Qué más da, con un poco de suerte la nave se desvanecerá al entrar en contacto con la atmósfera, y entonces desapareceremos, John, lo haremos como lo hace un papel de fumar impregnado en pólvora al acercarlo al fuego.
            »La fuerza de la gravedad me acerca cada vez más a mi destino. Noto que la Madre Tierra me llama. ¡Hola, mundo! ¡Adiós, mundo!»


            Una sala, llena de monitores y mentes sesudas, es testigo de las palabras del astronauta que gira alrededor de la Tierra esperando la muerte.
            En un monitor se ve un punto de luz que hace saltar varias lágrimas. Con las cabezas gachas, el alma encogida y un silencio recio, las mentes sesudas van apagando todos los aparatos electrónicos, despacio, como si de un ritual macabro se tratara.
            Ese mismo día las voces que buscan frases para la posteridad dijeron: «La tierra entrega a sus hijos al universo con una explosión de luz».

Mi modesto homenaje para Ray Bradbury

4 comentarios:

  1. Triste final para un viaje único. Buen relato, como siempre.

    Un saludo.

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  2. Me resultó muy agradable la lectura de este cuento, Jesús, me sumergí tanto en su contenido que por momentos sentí que era yo quien vagaba por el espacio.
    Abrazos.

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  3. Gracias Antony, es reconfortante tu comentario.

    Un abrazo

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