08 octubre 2011

Mi mejor historia VII

Cuando Muerte desapareció Ernesto sintió que su corazón, galopante al descubrirla, volvía despacio a su ritmo regular. La máquina que llevaba adosada a su pecho había dado la voz de alarma, y aparecieron dos enfermeras dispuestas a luchar con su enemigo.

Adela, una de los ángeles de ese hospital, comprobó el tensiómetro encontrando que se había recuperado la tensión arterial, he hizo un gesto a su compañera. Ernesto había vivido todo como en un sueño, o ¿No?. El caso es que él estaba dormido cuando Adela le acarició los pocos cabellos blancos que le quedaban en su cabeza despejada.

—Vaya susto nos has dado. —Susurró.

La compañera de Adela señaló el localizador de la U.V.I. donde se indicaba un número de cama, miraron y una luz roja las sobresaltó. A gran velocidad se dirigieron al enfermo de la cama 23. Habían llegado tarde. Andrés se llamaba, un paro cardiaco se lo había llevado. Intentaron reanimarlo con masajes cardiacos, descargas y respiraciones boca a boca. Todo fue inútil. Andrés se había ido.

Con el jaleo que se organizó Ernesto, al igual que el resto de los pacientes, despertó, e intentó averiguar qué estaba pasando. Pero ya lo sabía, y cuando Adela pasó cerca de su cama se lo dijo.

Ella lo miró con esas miradas que obsequia un ángel desprendiendo cariño. Se acercó y acariciando su cabeza le conminó a que durmiera y olvidara lo ocurrido.

—Buenas noches —le dijo, al tiempo que le regalaba un beso en la frente.

La cama 23 desapareció de la U.V.I., y las luces se apagaron volviendo todo a su estado de normalidad, pero Ernesto no dormía. No podía hacerlo porque tenía una visita.

—Hola.

—¿Quién eres? —Susurró con un halo de temor.

—Tengo muchos nombres. El primero fue el de Ángel caído.

—¿Qué quieres?

Ángel Caído sonrió mientras volviéndose a una de las camas saludó con amistosa alegría a su ocupante. En la penumbra que daban las luces de los aparatos existentes, Ernesto pudo observar como varios de los allí reunidos saludaban al visitante. Un escalofrío recorrió su cuerpo.

—He traído un contrato que cambiará tu vida a mejor, con él podrás conseguir conocer a tu nieto, que tu hijo te acepte como padre y volverás a abrazar a tu mujer. ¿Qué me dices?

Ernesto recorrió con la mirada las camas situadas en la U.V.I., y mientras unos pocos movían su cabeza en un gesto negativo, el resto, la mayoría de los allí reunidos le animaban. Estaba claro lo que aquel visitante le ofrecía, como también lo que representaba firmar el contrato, y algo dentro de él se negaba a aceptarlo, pero también se debatía en su corazón el deseo de verlo todo solucionado.

«Pero que estoy dudando, si firmo se habrán acabado todos mis problemas. Mi mujer volverá a serlo, mi hijo me querrá y abrazaré a mi nieto. Es todo lo qué he pedido desde el principio. Total ya soy mayor. ¿Qué me puede quedar de vida. Dos años? Pueden ser los dos mejores junto a los que quiero. Les pediré perdón por todo el mal que les he ocasionado, ellos me perdonaran, y volveremos a ser una familia. Mi nieto ¡Oh, Dios, como deseo tenerlo entre mis brazos!»

Ángel caído sonrió mientras observaba la cara de Ernesto cuando éste alargó los brazos para recoger el contrato que se le ofrecía. Pero una voz femenina detuvo la acción.

—¡Espera!


CONTINUARÁ...(en una semana o...)

2 comentarios:

  1. Querido Jesús

    Te respondo a la pregunta que formulaste en la entrada anterior: No. No sería capaz de hacer esto. Si como lectora me tiene en total tensión, como escritora no sabría qué hacer con mis personajes.

    Es un experimento muy interesante, pero no sé esperar. Quiero que todo se resuelva ya. Qué agonía, estoy enganchada con tu historia. No me hagas sufrir, publica antes de la semana o... :-D

    Besos y abrazos enormes.

    Simetha ◘♥◘

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  2. Querida Simetha, la pregunta era retórica.

    Sinceramente escribir así es algo estresante, pero gratificante, con muchos errores, por supuesto, pues no hay mucho tiempo para corregir a fondo.

    Pronto publicaré la última entrega, creo que Ernesto merece un descanso, y yo también.

    Un abrazo
    Jesús

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