03 septiembre 2009

El genio

Cuentan que Beethoven escribió a su hermano pidiéndole dinero, éste le contestó negándoselo y recriminándole su faceta de músico, y firmando:”Tu hermano, el abogado”. A lo que Beethoven respondió a sus galanterías firmando: “Tu hermano, el genio”.


El genio



Llorar, notar anudada la garganta, creer alcanzar el cielo al oír una melodía. Sentirse vivo. En esas ocasiones es totalmente indiferente el sexo y la edad.

Quebrar el silencio con breves y fugaces notas. Volverlo a romper con maestría extrema hasta el éxtasis.

El compositor oye en su corazón la orquestación, navegando por las líneas del pentagrama. Olas por las que surcarán las barcas blancas y negras, que impulsadas por el sentimiento, llevan al navegante al lugar más recóndito jamás imaginado.



Su dedo pulsó la tecla del piano. No brotó sonido alguno. Volvió a pulsarla con fuerza. Nada.

Con celeridad fue a la mesa. Lanzó su mano sobre la madera, y sólo sintió dolor, pero ningún ruido.

La angustia y el desasosiego se apoderaron de él. Dio una palmada frente a su cara. Silencio.



Jaime acudió al conservatorio como todos los días. Esa tarde tocaba clase de “Historia de la música”.

—Hoy hablaremos de un compositor que escribió el periodo del clasicismo e inicio del romanticismo con notas de oro, ¿quién podría decirme…? ¡Jaime!.
—Ludwig van Beethoven.
—Muy bien, ¿qué instrumento toca? ¡No me lo diga! —. Dijo con un gesto teatral—. El piano, seguro.
—Sí —contestó Jaime sin bajar la guardia.
—¿Podría deleitarnos con alguna anécdota de su compositor favorito ¿Porque lo es, no?
—Uno de ellos, sí. —Ante el gesto del profesor continuó —.Tuvo un fugaz encuentro con Mozart y este dijo a quienes les rodeaban, "recuerden su nombre, este joven hará hablar al mundo". Beethoven contaba dieciocho años.
—¡Le he pedido una anécdota, no una leyenda! Es cierto que hubo un encuentro, pero de ahí a que Mozart dijera de Beethoven… ¡No, señor mío! Aquí no valen historias de bar.



Encerrado en el silencio, cárcel amarga, descubrió que su mente y su corazón oían la nota escrita sobre el papel pautado. Pasaba de pentagrama en pentagrama dibujando notas para cada instrumento, que luego en su conjunto haría estremecer al corazón.

Días de obsesión y noches de trabajo. Así nació una sinfonía.



En la clase de piano Jaime repentizaba una obra de Mozart. Su profesor, exultante, apagó el metrónomo con cuidado, aprovechando el paso de la página.

Al terminar, en el aula sonó un aplauso.

—¡Vaya! Veo que el piano se le da mejor que la historia. —Y haciendo caso omiso del profesor de piano, continuó —sin conocer su vida y cómo la vivió, tocará su música, pero no la interpretará.



La obra estaba terminada. Comenzó a leerla Da Capo. El primer movimiento le produjo escalofríos, en el segundo las lágrimas impidieron su lectura. El tercero lo desplomó sobre una silla, exhausto. «¡Oh, muerte fatal! Ya puedes venir», pensó.



Jaime solicitó una reunión con el profesor de historia.

—¿Por qué? —Jaime empleó un tono que no cabía lugar a dudas.
—¿Se refiere a por qué le he puesto matrícula, o a por qué no le he suspendido? —.La cara de Jaime manifestó confusión —.El día que le vi tocar el piano, supe que era usted brillante. Algo pedante, pero excepcional. Sabe ponerse en la piel del compositor y sentir lo que sintió. Por qué, cómo y cuándo. Quizá su carrera se trunque por algún otro motivo, pero no por el de interpretar. Si alguna vez decide crear música, ¡hágalo con el corazón! Sólo así comprenderá los años pasados en el conservatorio. ¡Y ahora déjeme que tengo mucho trabajo!



El director levantó los brazos. Los músicos atentos. Cuando se marcó el primer tiempo, la música brotó y recorrió cada rincón de la sala, invadiendo el espacio.

Lágrimas, nudos en gargantas que impedían hasta el respirar, éxtasis.

Cuando la orquesta terminó, los aplausos atronadores, febriles y entusiastas, sustituyeron a la música.

Jaime, en completa soledad auditiva, derramó todo su ser por los ojos. El público le devolvió aquellos sentimientos olvidados y despertados por su sinfonía.

Al día siguiente en clase de historia de la música, escribió en el encerado: “Mi nombre es Jaime, soy su profesor y estoy sordo”. Se apartó. Miró a sus alumnos cuyas caras reflejaban asombro y les dijo: “No se equivoquen, su condición auditiva no les hará mejores músicos. El saber el porqué, el cómo, el dónde, cuándo su compositor favorito hizo o deshizo, eso sí. Y sonrió.

13 comentarios:

  1. Magnífico relato.
    Canto y sordeo. Más de una vez me he planteado qué pasaría si perdiera los dos oídos por completo.
    Pelos de punta.
    Un abrazo zurdo.

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  2. Hola Mariao, gracias por tu comentario.

    Sería horroroso perder la audición por completo. Pelos de punta, sí señor, pelos de punta.

    Un saludo

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  3. Se nota que eres músico, Jesús.
    Muy hermoso, muy impactante.

    Casos como el que has descrito, existen.

    Un abrazo

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  4. “No se equivoquen, su condición auditiva no les hará mejores músicos."

    !Buena frase!

    Sigue gustándome este cuento, Jesús.

    Entre la música que suena afuera —en el mundo— y la música que suena adentro —en la mente— hay un puente, y ese puente en la percepción del mundo exterior. ¿Qué sucede cuando ese puente se cae?

    Abrazos,
    Esther

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  5. Tienes toda la razón, Esther (no me refiero en la frase que reseñas, de la que gracias a tu comentario me siento orgulloso) ese puente al que te refieres es fundamental y cuando se rompe ocurre un desastre del que muy pocos saben salir. Es importante cuidarlo, mantenerlo y reforzarlo en todo momento.

    ¿De verdad? A mi me parece un poco austero, pero gracias.

    Un saludote
    Jesús

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  6. Hola, Jesús: ¡exquisito relato! Quedé ensimismada... He vuelto a leer varias veces algunas líneas, por el puro placer de degustarlas nuevamente.

    Como estas:
    "Quebrar el silencio con breves y fugaces notas. Volverlo a romper con maestría extrema hasta el éxtasis."

    Justo así, Jesús.
    Cuando luego de la pausa, la música inunda el alma...
    Nada más importa, cuando se abren las cisternas y las notas irrumpen, arrolladoras, adueñándose de las emociones.

    "El compositor oye en su corazón la orquestación, navegando por las líneas del pentagrama. Olas por las que surcarán las barcas blancas y negras, que impulsadas por el sentimiento, llevan al navegante al lugar más recóndito jamás imaginado."

    Oye, esto es... un párrafo de una sutileza sin igual; un bellísmo, fino vuelo musical...

    "Olas por las que surcarán las barcas blancas y negras..."
    La música como mágico transporte de los sentidos y poderosa fuerza transmutativa de los estados del alma e incluso, del cuerpo. La música es curativa. Lo has escrito genial.

    Ha sido una delicia de lectura.
    ¡Te felicito!

    Un abrazo grande.

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  7. Turkesa, es un placer leerte incluso en tus comentarios.

    Para ser sincero he de confesarte que si alguna frase tiene sutileza (como indicas) lo debo a la lectua de tus poemas que me están descubriendo una forma de escribir (en prosa)distinta a lo habitual.

    Me alegra que te haya gustado y sí la música siempre ha sido curativa, el escucharla, el oírla, el leerla e interpretarla calma tu estado.

    El que inventó la musicoterapia sabía muy bien qué estaba haciendo.

    Muchas gracias

    Un saludote

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  8. Elèna, por lo que veo mi respuesta a tu comentario no ha salido, no sé porqué, perdóname, pero copio y pego.

    Eléna, gracias por tu comentario.

    No conozco a nadie al que le haya ocurrido esto, pero imagino que habrá gente con esa desgracia, poruqe para un músico es una desgracia quedarse sordo.

    Gracias.

    Nos vemos en los ensayos.

    Un saludo

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  9. ¡Muchas Gracias, Jesús! Me siento privilegiada con lo que dices. No creo que sea para tanto, pero qué diablos, me has puesto de un humor fenomenal, porque... como sea, quien me dice eso, o sea tú, ¡escribe genial!

    Besotes. Y un abrazo grande.

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  10. Me he quedado con la boca abierta, en serio, no sé qué decir . . .me ha emocionado (y eso que yo no soy músico). Enhorabuena papá, felicidades, de corazón.

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  11. Un besote primogénita.
    Me hace mucha ilusión que te guste.
    Te hechamos de menos.

    Un gran besote hija.

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  12. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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