Cuando oigo su música me hace sonreír, y recuerdo aquellos momentos pasados con buenos amigos.
—¿Con cuál empezamos?
Los nervios detrás del telón no se podían reprimir.
—¡Hombre! Llevamos dos meses ensayando todas las noches y…
Se levanta la tela mágica que nos separa del público al tiempo que oímos el nombre de nuestro grupo. Una voz susurrante nos indica por lo bajito: «Un, dos, tres y…».
La música surge como un torrente inundando toda la sala, y provocando un silencio solo roto por las notas de nuestros instrumentos.
Al terminar, aplausos. Dos horas de concierto que se hicieron interminables, después relajación, alegría y abrazos nerviosos.
—¿Te das cuenta? — dice bajo su capucha, y arrastrando su pesada guadaña—, los recuerdos hacen que volváis a estar todos juntos otra vez.
No sé si me convence mucho eso de estar otra vez juntos con ese final. ;-)
ResponderEliminarEstupendo giro.
Aferradetes, Jesús.