05 febrero 2022

¡Por allá resopla!


El Sol emerge bostezando y sacudiéndose las gotas saladas adheridas a su cuerpo. La mar le ha servido de cobijo durante la noche.

Un barco surca las aguas en busca de seres vivos que capturar.

Desde las profundidades surge la alarma. Una ballena se ha extraviado. Los delfines, guardianes de la vida, se lanzan en su busca.

—¡Por allá resopla!

La voz del vigía concentra la atención del navío sobre su presa, pero también la de los delfines que en una carrera contra reloj intentan llegar antes.

Dos barcazas, con el arponero al frente, se dan prisa. Desde una de ellas el capitán da las órdenes.

—¡Bogad, bogad! —grita cogido a la caña.

La distancia se acorta. El arpón se alza sobre las cabezas, y con un fuerte impulso se dirige hacia la ballena. Un delfín salta desviando la trayectoria.

Un grito coreado se oye en el barco. Entre los marineros fluye la rabia. Un segundo arpón lanzado desde la otra barca hace blanco. La ballena se revuelve de dolor. Su sangre brota cambiando el color verde del mar. La gran masa de carne, al agitarse, provoca olas que casi hacen zozobrar las barcas.

Los delfines con sus saltos y piruetas intentan que no sea lanzado un segundo arpón. Saltan por encima de las cabezas de los remeros obstruyendo maniobras precisas, y evitando los golpes de los remos.

 Las barcas se balancean; una de ellas se voltea desparramando su contenido en el mar. En el fragor de la lucha, entre hombres y delfines, un arpón atraviesa a uno de los pequeños saltarines. Un grito desgarrado inunda las profundidades. La ballena abre sus grandes ojos y se enfurece, e inicia una carrera hacia el fondo de las aguas. La cuerda se tensa y la barca, enganchada al arpón, coge velocidad. A medida que la ballena se hunde va acortándose su visibilidad hasta que, la unión tirante y vertical, hace volcar la barcaza.

El segundo de abordo, al ver los marineros en el agua y las dos barcazas volcadas, ordena lanzar al mar tres más para el rescate, pero la llamada de la sangre ha sido oída por los terribles tiburones que se abalanzan sobre los hombres antes de ser rescatados. La sangre y las aguas se mezclan.

La diezmada tripulación se dirige hacia el navío en las barcas de rescate.

Las miradas del capitán y la ballena se cruzan comunicándose odio mutuo. Los delfines se alejan llorando. Moby Dick se vuelve a sumergir, mientras que el capitán Ahab, con el puño en alto realiza un juramento.


©Jesús García Lorenzo

12 comentarios:

  1. La constante lucha por la supervivencia entre las especies, muy bien traída con todo lujo de detalles. Si bien resaltas una gran diferencia, si hubiera querido la ballena hubiera terminado con todos, con tan sólo un movimiento de cola.
    ¡Felicitaciones!.

    Aferradetes, Jesús.

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    1. Gracias Paula por tu comentario, y estoy contigo la ballena se portó bien.

      Un abrazo

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  2. Joooooo tenía que ser Moby Dick.. y esos delfines maravillosos.

    La historia, como siempre, engancha de principio a fin. No lo siento por el capitán Ahab ni por ningún otro capitán que quiera cazar ballenas.

    Precioso...

    Un abrazo enorme.

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    1. Hola Moony, sí fue la ballena, esa que todos hemos leído.

      Un abrazo

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  3. Una lucha sin cuarte, bien narrada y trayéndonos de propina el recuerdo de una aventura única.

    Un abrazo.

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  4. La lucha eterna, nos lo has contado muy bien. Un abrazo

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    1. Hola Ester,
      Una lucha que durará miles y miles de años.

      Un abrazo

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  5. Magnifico relato de principio a fin. Saludos amigo.

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  6. Hola, Jesús.

    Excelente recreación de una batalla de naturaleza bíblica. El mal volcando su furia contra quienes lo traen a escena; ¡cuidado con los contratos de crueldad! Muy bien contado y con una moraleja estupenda, como han señalado más arriba: la ballena fue misericordiosa.
    Felicidades por este relato, amigo.

    Un beso.

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    1. Gracias Mónica,
      Efectivamente, la ballena en su infinita sabiduría fue misericordiosa, ¿o fue otra cosa?

      Un abrazo

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