05 enero 2022

Desgraciado


De niño el hambre me atenazaba y moldeaba, forjándome en la fragua de las desgracias. Veía padecer a mis viejos por no poder calmar la hambruna de su hijo, y lloraba. Con ese estigma crecí.

De joven luché, y lo hice como al que la vida le ha negado una mano que lo acaricie o un amor correspondido, y termina lamiéndose las heridas que regala la miseria. Sí, luché contra todo y contra todos para no sentir el barro de unas botas sobre mí. Esas botas que despuntan sobre los desgraciados, y al que ha nacido en el arrabal le hacen masticar muerte.

La pobreza me enseñó a no soñar, porque sólo se sueña con el estómago lleno, y cuando se hace, se pierde el bocado que te hará ser fuerte para mirar cara a cara a la mala fortuna. Porque de eso se trata, nacer con buena o mala fortuna. Y en los primeros golpes recibidos al ver la luz gritas con fuerza y a pleno pulmón: ¡Estoy aquí para vencerte!. Aunque sea ella la vencedora.

Mirando a los ojos descubrí franqueza y malicia. Y supe distinguirlas a fuerza de sangrar en todo menos en el amor. Amores desagradecidos y burlones ante mi corazón jironado. Quise con fuerza y se burlaron, amé con pasión, y me abandonaron como a un vulgar perro al que, de una patada, se expulsa del local donde acomodó su lastimosa vida. Amores interesados que dejé escapar por la alcantarilla de la codicia.

Amé, sí, amé a quien no me amaba hasta que lloré, y seguí viviendo en la muerte y muriendo en la vida.

Cuando adulto, con la lección bien aprendida, destilé sudor de sangre por lo no vivido, por lo perdido. Por lo olvidado.

Sentado en la esquina escucho las notas que un acordeón que derrama con lágrimas lo no sentido, mientras yo, al querer enjugarlas, las ensucio con mi mala suerte. 

Me vendí a quien me ofreciera un plato de sopa. Por comer pan hice daño a quien no se lo merecía. De malas compañías me rodeé, y con ellas me divertí en momentos falsos de felicidad. Desprecié, sólo por el mero hecho de ser mas míseros que yo, y me convertí en esas botas que despuntan sobre la desdicha, la amargura y la desesperación. Llegué a ser lo que despreciaba, deseándolo. Como se desea lo que nunca se ha tenido y nunca se tendrá. Convirtiéndome, si cabe, en más pobre, mirando hacia abajo, buscando mas míseros para no deshacerme y no desaparecer en la pobreza propia.

Como a todo ser viviente llegará —porque a todos llega, a los que vivieron y a los que murieron al nacer y nunca lo supieron— ese momento donde, presentándose allá arriba, se cuentan todas las desdichas padecidas y por padecer. 

Ante el Hacedor hay que contestar esa pregunta que decidirá tu redención o tu castigo: ¿Cómo viviste tu vida? Allí, frente a él, mi respuesta será: ¡La vida la viví como un desgraciado!


©Jesús García Lorenzo


12 comentarios:

  1. Tiste vida redimida en el último momento en un acto de xinceridad.

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    1. Veo que con el móvil he hecho estragos.
      Disculpas.

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    2. Triste, en efecto, redimida, no sabría decir, sinceridad desde luego.
      Cuida el móvil.
      Un abrazo

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  2. Una historia muy estremecedora.
    Saludos.

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    1. Lo peor es que hay gente que sufre igual o más que el protagonista.
      Gracias
      Un saludo

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  3. Casos y cosas de la vida real. Aveces la misma vida te empuja a ser un desgraciado......... Profundo texto amigo. Saludos.

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    1. Efectivamente la vida en ocasiones te empuja por un camino no deseado y hay quien no puede evitarlo.
      Gracias
      Un saludo

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  4. Se puede ser desgraciado de muchas maneras. Los hay que nacen con fortuna y se dedican a pisar a los más necesitados. Otros nacen pobres y su picaresca les convierte en esas botas que no recuerdan lo vivido... La vida está ahí, aunque lo parezca, no es igual para todos.

    ¡Buen año. Bienvenido!.
    Besos, Jesús.

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  5. Jo, qué texto...es tremendo y muy real. La vida da muchas vueltas.

    Un beso grande.

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    1. Hola Moony,
      Gracias por tu comentario, efectivamente hay personas que están viviendo esa desgracia sin tener posibilidades de desacerase de ella.
      Un abrazo

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  6. ¡Hola, Jesús!

    Un relato asombroso, que refleja muy bien la pobreza -o la desgracia- emocional, espiritual, en la que el protagonista se mueve a lo largo de su vida, por no reconocer otra clase de sentimiento. Me aventuro a especular conque frente a los diversos retos de la vida, algunos recurren al refugio de los sentimientos o reacciones conocidas, aunque no sean positivos. En este caso el resentimiento y la obstinación en la propia desgracia. Excelente texto.

    Un beso.

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