La mañana despertaba al grito de: “¡El afiladooooor!”, al que acompañaba una escala tonal al hacer sonar una flauta de pan.
Artesanos y carniceros, carpinteros, modistas y amas de casa se echaban a la calle entregando, al causante de aquel grito, sus instrumentos cortantes para ser reparados.
El afilador, descargando su Tarazana, se prestaba a girar la piedra de afilar, que al ser rozada por el metal producía chispas que revoloteaban en el aire.
Al día siguiente un nuevo pregón volvió a recorrer el barrio. “¡El paragüerooooo!”. Nadie se asomó a las ventanas, nadie se echó a la calle, a nadie le interesaba aquel grito, pero él continuaba su recorrido haciéndolo sonar más fuerte en cada esquina. “¡El paragüerooooo!”.
La mañana despertó con unas ennegrecidas nubes, que descargaron su contenido, encerrando en sus casas a las gentes. Por la calzada corría el agua a raudales, que el cielo encapotado alimentaba, mientras que retumbando en las paredes de los edificios se oía el eco del día anterior. “¡El paragüerooooo!”.
©Texto de Jesús García Lorenzo
Me gusta, podría sacar mil y un mensaje de tu micro. Genial.
ResponderEliminarSAludos.
Gracias Manuela, sí es cierto se presta a muchas interpretaciones, y es el lector quién las debe sacar.
ResponderEliminarUn saludo
Oportunidades dejadas pasar...
ResponderEliminarMuchas gracias por pasar y comentar.
EliminarUn saludo
Y es por eso que es necesario abastecerse de elementos o suministros que puedas necesitar después, además de valorar las oportunidades y el trabajo que desempeñan todas las personas.
ResponderEliminarEfectivamente Kadannek, muy importante tu comentario.
EliminarUn saludo
muchas veces no tomamos dimensión de lo que esta por venir... Tus relatos siempre sorprendentes...me encantan!!! Un abrazo grande!
ResponderEliminarEli, sorprendente tú.
EliminarMuchas gracias por tu comentario.
Un abrazo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSingular y agudo relato, muy bien contado por cierto. Párrafo aparte merece el final, del que deberíamos tomar nota; estamos a merced de toda clase de aguaceros pero vivimos como si los días fuesen a desenvolverse según nuestra voluntad. Así nos va. Un relato (o más bien parábola) genial, con un final aleccionador. Podría seguir comentando porque tiene mucha tela para cortar, pero mejor voy corriendo a comprar unos paraguas y otras cosillas por si las moscas. Un beso.
ResponderEliminarPD: eliminé el comentario anterior por dedazos varios.
Mónica (Felicidades), tu valoración e interpretación del relato es muy interesante ( me gusta saber, leer e incluso imaginar las interpretaciones de los lectores hacen de mis relatos, y el tuyo es muy acertado), efectivamente nos caen muchos aguaceros inesperados que hacen cambiar nuestra forma de vida (mira el coronavirus).
EliminarComo siempre un placer leer tus comentarios.
Un fuerte abrazo.