En mi lugar
de origen, desde hace mucho tiempo, al llegar noviembre, se saborean unos
pastelitos de mazapán a los que se les llama: “Huesitos de santo”. Hubo una
época en que se comían después de una buena cena y, sobretodo, viendo la obra de Zorrilla: “Don Juan Tenorio”.
Durante
siglos, en otoño, al llegar la fiesta de difuntos, ese infame burlador, ese
sevillano astuto, ese…, personaje envidado por todos los hombres, como dijo en
una ocasión Ortega y Gasset, se
deshace de amor por la única mujer que supo pararle los pies: “Doña Inés”.
El teatro de José Zorrilla y Moral, ese vallisoletano amigo de escritores
ilustres como Espronceda o Dumas, creó a Don Juan Tenorio, pecador
empedernido, cuyo perdón agradece el público con el triunfo del amor.
El siglo XX trajo la televisión. Gran
invento. Sin salir de casa podías tener en el salón espectáculos musicales, teatrales
y deportivos. A través de ese medio Don Juan siempre fue fiel a su cita,
creando tradición.
Fue tal la
audiencia, que las calles quedaban desiertas. Año tras año se creaba
expectación por saber quién representaría a Don Juan y quién a Doña Inés.
¡No hay mal
que cien años dure! Esto es lo que debieron pensar aquellos a los que el amor
entre una novicia y un arrogante vividor, sólo les provocaba hastío. Y fue así como se importó la diversión y el
desenfreno de Halloween. Olvidando el drama de la salvación de una condena
eterna a Don Juan por el amor de Doña Inés.
Zorrilla fue relegado por máscaras y
disfraces de monstruos y brujas, que se divierten en discotecas y fiestas
privadas. Lugares donde el alcohol corre como un rio sin retorno, y la falsa
felicidad está asegurada con sólo desinhibirse de la realidad. Pero yo me
pregunto: ¿Aparte de los disfraces, en qué se diferencia esta fiesta de
cualquier otra? ¿Qué tienen que ver las brujas, los zombis, el miedo y las
calabazas con el amor y el perdón?
Siento no conocer
la respuesta. Así lo hice saber ante el comité que, como castigo, me devolvió a
la tierra para averiguar el motivo de mi olvido ¡Sí! Mi olvido, y junto al mío
el de mi amada, Don Luis Mejía y hasta el de mi fiel Ciutti, del que
ya nadie recuerda ni su nombre de pila.
Y así,
relegados, vivimos entre las tapas de un libro que un día se cerró para abrirse
sólo en caso de aburrimiento.
¡Pero
mal rayo me parta
si
en concluyendo la carta
no pagan caro sus gritos!
¡Noviembre es el mes de Don Juan Tenorio!
¡Volveré!
Vengo de la mano de Ehse y visito por vez primera tu blog. Es cierto, Acabo de volver de hacer la compra y me he encontrado por la calle toda clase de monstruitos, brujas, esqueletos, niños ensangrentados... Yo recuerdo perfectamente la noche de Don Juan Tenorio y el Día de Todos los santos, los que se fueron quién sabe dónde. Pero claro, creo que en esta noche Don Juan, tienes un problema, y es que quizás Doña Inés se haya convertido en una choni poligonera y... vete y busca. Y de paso te invito a visitar mi blog Jazmines abandonados.
ResponderEliminarAmparo, gracias por pasar y por tu comentario.
ResponderEliminarEs muy posible que tengas razón, pues los días que vivimos no son, que digamos, muy románticos, aunque la verborrea de Don Juan haría que hasta una choni poligonera acabara diciendo: ¡Oh Don Juan, Don Juan…!
Gracias por tu visita.
Y como cada 1 de noviembre, tu tradicional revindicación del día de los difuntos frente a halloween :) se va a convertir en todo un clásico.
ResponderEliminarPersonalmente, me encantaría ver el espectáculo de Don Juan y la choni poligonera, aunque dudo que fuese Don Juan quien tuviese el más leve interés por ella y no al revés.
Un abrazo!
Efectivamente Ehse, revindico el día de los difuntos ante halloween, y si se está convirtiendo en un clásico.
ResponderEliminarA mi también me gustaría ver a Don Juan ante una choni poligonera, sería digno de ver.
Un abrazo