En una ocasión un amigo me dijo que somos irremediablemente propiedad de la muerte y, que al nacer nos deja en las manos de una niñera, La vida, hasta que maduramos. Y nació este micro.
Amor
Yo no le tengo miedo a la muerte. Cuando era niño, mientras
dormía se me apareció una oscura figura que, sujetando en su esquelética mano
izquierda una guadaña y con la cara oculta por una gran capucha, me dijo con
voz tranquilizadora:
—Oirás muchas cosas sobre mí, pero nunca tengas miedo,
porque a lo largo de la historia las madres jamás han hecho daño a sus hijos.
Es una buena manera de relacionarse con la muerte, e ir soltando el miedo que se le pueda tener... supliéndolo con amor.
ResponderEliminarUn abrazo
Vaya cambio de perspectiva...
ResponderEliminarUn abrazo!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarJesús, que me he confundido antes de blog, qué vergüenza, jajaj.
ResponderEliminarBueno, lo que importa: el micro es muy bueno.
Un saludo.
Me ha gustado mucho tu relato. Muy descriptivo. Me parecía estar viendo a la muerte a los pies de la cama :)
ResponderEliminarY muy bien rematado.
Me ha encantado, me ha estremecido y a la vez enternecido. UN saludo! :)
ResponderEliminarMe gusta la forma en que introduces el relato y la forma en que termina, como una demostración de lo anteriormente descrito.
ResponderEliminarLo he disfrutado.
Abrazos.
Tal vez sea una madre que deja que sus hijos aprendan solos las de la lecciones de vida.
ResponderEliminarEn todo caso hay muuucho que aprender.
Abrazos.