Título: La última frontera
Nunca pensé que navegar a vela fuera tan apasionante. El capitán de “El dominio del mar“, me lo mostró cuando faltaban pocas millas para llegar a nuestro destino.
“Amigo mío. Acabo de apagar los motores, a partir de ahora navegamos con el viento”. Me comunicó cuando llegué al puesto de mando tras su llamada.
La goleta comenzó a deslizarse sobre el agua, acudí a la amura de babor para disfrutar de la navegación. El viento se hundía en la tela del velamen, ejerciendo la fuerza suficiente para desplazar la embarcación.
La proa rasgaba las aguas produciendo a sus lados una espuma con un sonido característico. Cerré los ojos para disfrutar de aquel momento. Un silencio que se rompió por una voz femenina a mi espalda que indicó los placeres de los que estaba disfrutando. Sonreí y, me di la vuelta para conocer la persona de aquella voz tan recurrente, pero no había nadie, busqué por toda la cubierta sin encontrarla, salvo algún marinero, que por supuesto no podría tener aquella voz miel. El barco dio un bandazo y me sujeté en la borda, mi mano se puso sobre una llave grande y oxidada, me pareció raro que estuviera allí aquella llave, mi instinto fue guardarla.
La puesta del sol me obligo a retirarme de cubierta. Al encontrarme con el capitán le pregunté si había alguna pasajera, me lo negó “El único pasajero que navega con nosotros es usted”, me pareció un poco extraño porque yo había oído esa voz.
Cuando llegó la noche y en el comedor me faltó un cubierto y desoyendo al capitán fui a buscarlo, en el cajón de los cubiertos apareció la llave oxidada, enseguida busqué en mi bolsillo y ya no estaba, mi instinto fue cogerla, pero decidí dejarla allí. Después de cenar con el capitán, me fui a mi camarote y me acosté. El ruido acompasado de los motores había desaparecido y, aunque no lo parezca, estuve sin pegar ojo toda la noche, no fue solo por el silencio, sino por aquella voz de mujer que oí en cubierta y, la dichosa llave.
Al llegar a puerto me despedí del capitán agradeciéndole el regalo de la navegación. Cuando abandoné la goleta me quedé durante unos minutos esperando que apareciera la pasajera, pero no tuve suerte nadie más bajó a tierra.
El puerto estaba abarrotado de mercaderes y estibadores, apenas se podía deambular. Cuando llegué al edificio de la naviera para solucionar unos asuntos, me extrañó que no hubiera nadie y mucho menos a medio día como era. Decidí volver más tarde.
Al salir a la calle mi sorpresa fue que había desaparecido el bullicio anterior, es más, estaba el puerto vacío. Alcé la voz para ver si alguien aparecía. Nadie.
Quedé atónito al darme cuenta de que, “El dominio del mar” no se encontraba atracado, había desaparecido.
Al fondo del malecón apareció una mujer que venía hacia mí, despacio, como levitando, al llegar a mi altura observé una leve sonrisa.
—Hola—aquella voz la identifiqué de inmediato, era la misma que la del barco—veo que has reconocido mi voz.
—Sí.
—¡Vaya! Veo que me reconoces.
—Eres inconfundible y, más después del escenario que has montado. Nos conocimos, en una ocasión, desfavorable para ti… Siempre he pensado que vendrías a por mí de un momento a otro y…
Un chasquido de sus dedos cambió el escenario a uno más lúgubre, rodeado de rocas de las que manaban lenguas de fuego, y un fuerte olor de azufre.
—Dime que deseas de mí.
—Tu alma—dijo mientras sonreía—pero antes me entregarás a tu interlocutor de la naviera cuando te reúnas con él y pongas la llave sobre su mesa.
—¿Que llave?
—La que llevas en el bolsillo.
Palpé el pantalón y la noté, la saqué para comprobar que era la oxidada, la mostré con cara de asombro, aunque reconocía su magia.
—¿Pretendes que te entregue a una persona a cambio de mi salvación?
—Por una temporada, sí. Será tu última frontera en este mundo.
—¿Cómo de larga?
Algo ocurrió en ese momento. Todo se volvió oscuro y una voz se repetía en mi mente.
—Señor García, señor García, hemos llegado a puerto.
Un marinero me despertó. Agradecí que me alejara de mi sueño. Al bajar a tierra y darme la vuelta para despedirme del capitán lo vi charlando amigablemente con ella.
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