La decoración del árbol de navidad estaba terminada, las luces estaban colocadas de forma que realzaba la majestuosidad del abeto, pero faltaba algo. David buscó en la caja la estrella que siempre había coronado aquel símbolo navideño, pero no lo encontró.
Ni corto ni perezoso fue a preguntar a su mamá y a su papá pero ninguno pudo dar razón de donde podría estar hasta que vieron a Balú mordisqueando algo.
Balú era un miembro más de la familia desde que lo encontraron en la calle tiritando de frío una noche lluviosa, contaba —según el veterinario— con unos siete meses cuando se lo llevaron para que lo examinara antes de adoptarlo, ahora tenía año y medio y era el perro más juguetón y travieso del vecindario.
—¡No, Balú qué has hecho!
El grito de David hizo que aquel miembro de la familia soltara la estrella y se escondiera debajo de la mesa, el niño cogió los trozos que había dejado su mascota.
—No te preocupes —dijo su padre—, intentaremos pegarla y si no compraremos otra.
Aquella estrella no hubo forma de restaurarla y decidieron acudir a la tienda más cercana para adquirir otra, pero no encontraron ninguna que fuera igual ni que le gustara a David.
Intentaron convencerle de que se podría poner cualquier otra cosa para rematar el árbol, pero el niño no quiso poner nada, y con la tristeza instalada en su cara volvieron a casa.
El destino quiso hacerse solidario con David y cuando enchufaron las luces para que se iluminara el árbol no funcionaron. El niño fue llorando a su cuarto, allí en un rincón tenía un pequeño nacimiento regalo de su abuela, se arrodilló ante él y con lágrimas en los ojos pidió una estrella.
Los días pasaron, el colegio cerró por vacaciones de navidad, y el papá de David arregló las luces. El árbol brillaba reflejando las intermitencias de sus luces en las bolas rojas y doradas que pendían de sus ramas.
En la noche anterior a Navidad, en la cena de Nochebuena se cantaron villancicos, se comió turrón y llegado el momento se colocó al niño Jesús en el belén, y justo en ese momento una gran luz blanca entró por la ventana iluminando toda la habitación; todos se asomaron para ver que ocurría, en todas las ventanas y balcones del vecindario había gente observando el fenómeno, una gran bola blanca estática iluminaba desde el cielo.
David corrió al belén y dirigiéndose al nacimiento susurró : ¡Gracias!
¡Feliz Navidad a todos!
©Jesús García Lorenzo
¡Qué lindo! Pluma tierna y afilada de sorpresa, te felicito, Jesús. Mónica (Turquesa) Un beso.
ResponderEliminarGracias Monica. Me alegra saber de tí.
EliminarUn abrazo