29 junio 2025

Espuma de mar

La proa de la goleta La Espuma del mar le levantaba por la acción de las olas, para luego estrepitosamente caer sobre el mar. La tormenta obligaba al piloto aferrarse al timón para gobernarlo lo mejor posible. Las olas barrían la cubierta con fuerza. El balanceo que sufría la embarcación obligaba a la tripulación a sujetar lo mejor posible la carga.

Una ola enorme se precipitó sobre La Espuma del mar, volcándola hacia babor , su borda llegó casi a hundirse, cuando el navío volvió a su posición normal, el timón giraba sin control, el piloto no estaba en su puesto, alguien grito “Hombre al agua”, el patrón al ver que el timón estaba ingobernable fue corriendo a sujetarlo, tres miembros de la tripulación lanzaron un salvavidas y un cabo al piloto que luchaba con las olas que intentaban hundirlo.

El piloto consiguió alcanzar el salvavidas y gritó “Tirad”, los miembros de la tripulación tiraron de él hasta subirlo a bordo. En cuanto se supo a salvo fue a su puesto en el timón.

El mar fue enfureciéndose intentando apoderarse de la goleta. Grandes olas se abalanzaban sobre la embarcación por babor y por estribor, el piloto puso rumbo hacia ellas, una y otra vez intentando estabilizar el barco.

El amanecer trajo la calma, unas nubes se apartaron para dejar pasar al sol. Era medio día cuando pudieron hacer balance de perdidas. La tripulación se encontraba cansada pero en buen estado, el capitán ordenó repartir una ración de ron, cuando uno de ellos apareció con un joven que estaba escondido en la bodega.

—¡Un polizón!—exclamó el patrón— ¿Desde cuándo está escondido?

—No hace mucho —dijo el muchacho, que no aparentaba más de dieciocho años— desde que acabó la tormenta.

Aquella respuesta dejó a todos extrañados. El capitan ordenó que lo ataran y lo encerraran en la bodega hasta que llegaran a puerto y lo entregarían a las autoridades.

La noche estaba en calma, en el cielo se podía observar multitud de estrellas. El marinero que estaba de guardia se asustó al oír al joven en cubierta.

—¿Cómo te has escapado?

—Fácil, tus compañeros no deben ser buenos marinos pues los nudos no eran muy buenos, y luego no he tenido problemas.

El miembro de la tripulación lo miró con extrañeza, en ese momento apareció su relevo.

—Vamos volverás a la bodega.

—¿Qué hace este aquí? Debería estar encerrado.

—Lo sé, se ha escapado, voy a encerrarlo otra vez.

—Esta vez los nudos los haré yo, no te podrás escapar.

Lo maniató de pies y manos y lo sujetó a una argolla para que no se pudiera escapar.

Tras varios días de travesía llegaron a puerto. Echaron el ancla y esperar a que el Práctico del puerto les indicara dónde podían atracar.

Como el Práctico no se ponían en contacto con ellos, el patrón decidió llamar por el radio, insistiendo pues no recibía comunicación.

—Iré a puerto si es necesario buscando a las autoridades.

En ese momento apareció el muchacho.

— No hace falta.

—¿Qué hace este aquí? ¿Quién lo ha soltado?

—Nadie capitán. No le contestan porque no le ven.

—¿Cómo?

—Muy sencillo, ninguno de ustedes existe, se perdieron en la tormenta.

—¿Y el barco? —fue el segundo quien preguntó—, el barco desapareció en una de las olas que lo destruyó.

—¿Pero qué está diciendo este loco? Volverlo a encerrar.

En ese momento el joven cambió de aspecto. Una capa negra lo cubrió, sus manos fueron huesudas y su cabeza fue cubierta por una capucha que impedía que su cara se viera. Todos quedaron asombrados y a la vez asustados.

—Tú eres…

—En efecto. En tu pais me llaman La Parca, y en el de alguno de los vuestros —dijo refiriéndose a la tripulación—, la limpia, la blanca, la güera, la pelona, la muerte…

—Pero…, porqué estamos aquí…, vivos…

—No te equivoques, patrón, no estáis vivos, simplemente no estáis, y vais a cumplir un castigo por vuestros pecados.

—¿Pecados? —repitió el segundo— ¿Qué pecados hemos cometido?

—La bodega está llenos de ellos ¿Te suena la palabra contrabando?

—Pero con eso no dañamos a nadie y nosotros nos ganamos la vida, que de otra manera no podríamos.

—¡Vamos, capitán!

El patrón bajó la vista al suelo admitiendo las palabras dichas.

—Y ¿Qué castigo nos espera?

—Vagar por la eternidad en este mar por el que habéis navegado.

La espuma del mar tomó rumbo al oeste en dirección al sol poniente para siempre.